Iván Capillas, director de orquesta y compositor de música de cine y audiovisual, se acerca a PERIODISMO ULL para contarnos su experiencia durante Fimucité 2017, en el que ha estado nominado, junto a Óscar Beràcer, a mejor documental con El hombre que embotelló el sol. Hacedor de bandas sonoras de películas como Reset o Bikini, ha sido seleccionado por los prestigiosos Hollywood Music in Media Awards, uno de los eventos melódicos más importantes del distrito estadounidense. También ha recibido el premio a la mejor Banda Sonora en el Festival Dunas de Cine de Fuerteventura y ha sido nominado en varios festivales de carácter nacional e internacional.
¿Cómo fue trabajar con Óscar Bernàcer en El hombre que embotelló el sol? «Óscar y yo llevamos años trabajando. Desde el cortometraje Les sabatilles de Laura, una de sus primeras producciones, hasta El hombre que embotelló el Sol. Siempre nos entendimos muy bien a nivel artístico y personal, y los proyectos fueron apareciendo uno detrás de otro: Desayuno con diadema, Bikini, Reset y Apolo 81, cuya banda sonora también fue nominada en Fimucinema en la pasada edición. Bernàcer siempre deja espacio para crear y proponer y, en ese aspecto, tenemos gran confianza mutua. Discutimos juntos los elementos musicales pero, sobre todo, hablamos de la narrativa, de qué explica la música en cada escena.»
«La orquestación es una herramienta que nos ayuda a dar el color que buscamos»
La historia que se nos cuenta tiene sus inicios en los años 50, pasando por los 60 y 70, hasta casi llegar a la misma actualidad. ¿Cómo fue el proceso creativo para expresar este paso del tiempo a través de la música? «Cuando compongo música para cine intento que no sea (a no ser que el guion lo pida) como la que sonaba en la época en que sucede la acción. No se trata de poner una melodía de los 50 o 60 porque el hecho transcurra en ese tiempo. Se trata de buscar cuál es la que describe mejor la trama de la película y de encontrar la que, argumentalmente, haga más fuerte el relato. No se trata de adornar, sino de explicar. Esto no quiere decir que no se usen instrumentos cuyo sonido recuerde al de una época determinada».
Entonces… ¿cuál sería para usted la función real de una banda sonora? «La orquestación es una herramienta más que nos puede ayudar a dar el color o las reminiscencias que buscamos, sin que imite literalmente a un periodo en concreto. Eso no aportaría nada nuevo, puesto que simplemente observando el vestuario, nos daríamos cuenta. Sería un sonido únicamente ornamental, sin contenido».
¿Y qué pasa con los diferentes destinos geográficos y su contexto melódico? «Tampoco tienen demasiada importancia, por el mismo motivo que acabo de comentar. ¿Debería de haber música lapona por suceder una escena en Laponia? ¿Qué aportaría? Se trata de aclarar el cómo y el por qué, o incluso dar información que no aparece en la imagen o que se puede intuir. Lo demás es simple adorno».
Para este documental utiliza un arreglo sencillo para piano y una pequeña agrupación. ¿Qué le hizo elegir este formato? «Usé piano porque, en mi opinión, era la mejor manera de expresar lo que la historia exigía. La orquestación, elegir en cada ocasión qué instrumentos formarán parte de cada momento musical, es clave a la hora de desarrollar el relato. No podemos usar una gran banda con 5 percusionistas tocando en cada compás, cuando la escena que estamos viendo es íntima y sencilla. Se trata de elegir la instrumentación idónea para comprender con nuestras palabras, en mi caso, la música, lo que está sucediendo, o lo que no se está viendo, en algunos casos».
«Debemos hacer lo posible para que entre todos hagamos el mejor cine»
Este es su segundo año en Fimucité, ¿cómo ha sido la experiencia? «Sí, en la pasada edición también fui nominado por el cortometraje Apolo 81, también de Óscar Bernàcer. Es siempre un placer acudir a Fimucité, no sólo por los conciertos, por los Premios Alex North, sino porque es la ocasión de reencontrarse con otros compositores y la perfecta excusa para conocer a nueva gente que ama el cine y la música. Charlar y comentar un film con el mismo compositor, con aficionados o con gente de la organización siempre es enriquecedor, a todos los niveles».
En su trabajo como director de banda sonora, ¿cuáles son los principales retos a los que se enfrenta? «Nuestro oficio no es fácil, tenemos que saber qué quiere transmitir el director para poder traducirlo a una música que tenga el elemento narrativo necesario. La dificultad está en que los directores tienen que expresármelo en un lenguaje que no es el suyo. La complejidad es que esa composición explique algo interesante. Al fin y al cabo, lo más fácil es componer. El reto es entenderse y comprenderse, especialmente con directores y productores, hacer lo posible para que entre todos hagamos el mejor cine, sin rivalidades, entendiendo las necesidades del otro».
«Creer en la iniciativa es la primera premisa antes de decir sí»
¿De qué manera ha de empatizar con la historia que se cuenta? «Sería difícil trabajar en un proyecto en el que no crees o con en el que simplemente no te sientas identificado. Empatizar con la historia que se cuenta es básico. Creer en la iniciativa es la primera premisa antes de decir sí. No puedes casarte con quien no amas…».
¿Tiene algún proyecto en marcha ahora mismo en mano? «En breve se estrenará El Gigante y la Sirena, cortometraje en el que he tenido el placer de compartir camino con el director canario Roberto Chinet. Ha sido un proyecto en el que nos hemos entendido muy bien, seguramente repetiremos. Ademas, en breve empezaré a componer también para un corto en Madrid; cuando llegue al estudio tendré seguramente el montaje».
¿Y para el futuro? «Los otros propósitos no tan inmediatos que tengo pensado son un par de largometrajes en Hollywood. Ambos están actualmente en pre-producción y seguramente se empezarán a rodar en 2018. También tengo dos o tres cortos en España, aunque no puedo concretar más, de momento».