«Si pudiera volverlo hacer, lo haría». Esta es la máxima que sostiene Ángela Andrade, estudiante de Farmacia en la ULL y partidaria de las causas humanitarias que puedan ayudar a otras personas. Todo surgió tras una consulta con su ginecólogo por los controles anuales que se hace cada mujer para comprobar que su estado de salud esté correcto. Le preguntaron por el tema, se interesó y semanas después tomó la decisión de empezar a tomar medicamentos para estimular su ovario.
La donación de óvulos es un proceso en el cual una mujer entrega, de manera anónima y altruista, alguno de sus óvulos para que otra mujer pueda tener un hijo porque no es capaz de concebirlos de forma natural o porque los suyos no resultan útiles. Esto puede ocurrir por múltiples factores como la edad, alguna enfermedad o por no responder positivamente a otros tratamientos de fertilidad.
El primer embarazo de una paciente con óvulos donados se consiguió en 1983, y en España se realizó en 1988. Esta acción tiene compensación económica regulada por ley, debido a las molestias ocasionadas por desplazamiento y tratamientos en la clínica. Además, se trata de una donación anónima, por lo que tanto la receptora como la donante no conocerán las respectivas identidades de cada una.
«Si todos los meses tiro óvulos por la taza del váter por qué no hacerlo para ayudar a una mujer que lo necesita»
Tras someterse a analíticas rutinarias y tras cinco días pinchándose yendo a la clínica, apunta que el sufrimiento se asemeja a los dolores de la menstruación pero mucho peor. No obstante, lo lleva bien pues «ayudo a dar una vida». Al respecto, subraya que «si todos los meses tiró óvulos por la taza del váter por qué no hacerlo para ayudar a una mujer que lo necesita».
Pero, ¿cómo es el proceso? Primero, se realiza una entrevista informativa acerca de los antecedentes de salud, en la cual te explican cómo es el proceso de donación y dudas del proceso. Posteriormente, se debe firmar un consentimiento antes de comenzar.
El paso siguiente es someterse a las pruebas médicas que confirmen un correcto estado de salud para que no haya ningún riesgo. Entre una de estas revisiones destaca un análisis genético que permite analizar más de 600 posibles enfermedades genéricas. También un análisis de sangre, una ecografía, exploración ginecológica y una evaluación psicológica.
La estimulación dura entre diez y doce días. Consiste en un tratamiento hormonal en el cual se estimulan los ovarios para el día de la punción. El cuerpo mensualmente expulsa un óvulo. Con esta técnica se logra que no solo se madure ese óvulo, sino que todos los óvulos que deberían madurar ese mes lo hagan. El tratamiento comenzará con la siguiente menstruación.
El último paso consta de la punción folicular, es decir, la extracción de los ovocitos. Es una intervención que dura aproximadamente veinte minutos y se realiza bajo una sedación para reducir las molestias. Esto no produce efectos secundarios y, en tres horas, cuando el equipo médico confirme que todo está bien, se finaliza. Los requisitos para ser donante rezan tener de 18 a 35 años y no presentar ninguna enfermedad genética.
Desde la apreciación de una experta en Psicología de la Reproducción
Ruth Dorta, profesora del Departamento de Psicología Clínica, Psicobiología y Metodología de la ULL y experta Psicología de la Reproducción, sostiene que con respecto a las consecuencias psicológicas, estas recaen mayoritariamente en la receptora que en la donante por la cantidad de medicación a la que es sometida. Añadiendo todos los cambios emocionales que se producen durante el proceso porque, generalmente, hay una historia previa de abortos y/o intentos de reproducción fracasados. Para la receptora, más allá de los cambios emocionales ligados al proceso hormonal al que es sometida, no suele haber mayor problema.
La ley 14/2006, de 26 de mayo sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida exige un total anonimato por ambas partes. Es decir, la donante nunca sabrá si la pareja fertilizada logró que hubiese embarazo o no. Por lo tanto, simplemente donas y te desentiendes de esos óvulos.
Por su parte, una de las perspectivas que arroja este tema se centra en si resulta ético juntar una acción humanitaria con la economía llevando la salud a un plano comercial, a lo que la profesional Dorta explica que es comercial en el sentido de que se deben cubrir las molestias ocasionadas, los medicamentos y el procedimiento quirúrgico. «No se trata de una venta de óvulos sin más en sí, y tampoco funciona como un catálogo en el que escoges un bebé con ojos claros y pelo rubio», comenta la experta. La clínica es la que se encarga de elegir, guiándose por las características fenotípicas, un perfil parecido a la futura madre receptora.
¿Dónde queda la genética y el aspecto social?
Además, surgen dudas referentes a posicionar la genética y lo social. «La carga genética pesa mucho en los rasgos de personalidad, las enfermedades físicas y mentales que puedan estar relacionados con la persona, pero lo social y lo que será el futuro aprendizaje de ese niño también tiene un peso importante», explica. Todo ello, debido a que aprenderán lo que les enseñen sus padres, que han estado ahí acompañándolos. De la misma forma, la experta afirma que «no les cambia el color de los ojos ni la cara, pero, al final, incluso se terminan pareciendo a sus padres por la manera en que los visten o cómo los peinan. Además, no existe una sensación de abandono como ocurre en los niños adoptados».
Una de las complicaciones que pueden surgir de este proceso se ve reflejado en el estudio psicosocial previo que se hace de la donante, ya que no es muy específico. El protocolo, apunta la psicóloga, no te garantiza que la persona no haya sufrido algunas enfermedades que no se han detectado en la evaluación médica, quedando todo en manos de la firma de la donante que dice que los datos expuestos son ciertos. Incluso, hay parejas fertilizadas que se han encontrado con que su hijo desarrolle enfermedades heredadas de esa carga genética del donante.