Carmen. La historia de una mujer que se rebela contra lo establecido en su época, que decide amar libremente y sin ataduras. Carmen. Cuatro actos guiados por la fatalidad del destino anunciada a ritmo de habanera.
Si tu ne m’aimes pas, je t’aime; Si je t’aime, prends garde à toi! Descarada, irreverente, indomable. Perfectamente interpretada por Na’ma Goldman, mezzo soprano, que se sabía cómoda en la piel de la gitana. No en vano su debut en la ópera fue, precisamente, dando vida a la cigarrera en el Masada Festival. La proyección de su voz, potente. Sus gestos, enérgicos. Las sacudidas de su cabeza marcaban los momentos más intensos.
Acompañada por el tenor Walter Fraccaro como Don José, a quien enamora sin piedad para después dirigir sus anhelos a otro, cual pájaro rebelde. El depositario de su pasión es Escamillo, el torero, llevado a escena gracias al barítono chileno Ricardo Seguel. Uno de los momentos más aplaudidos por el público fue su Toreador en garde, junto con L’amour est un oiseau rebelle. Sacado a hombros y en traje de luces, Seguel canta enérgico la copla, mientras todos le admiran por su hazaña.
Mientras, la desesperación de Don José iba llenando el auditorio. Cada vez más palpable, cada vez más intensa. Llegada a su punto cumbre en el último acto, donde es incapaz de resistir la idea de Carmen de la mano de otro hombre. Por mucho que se lamenta Micaëla, la soprano Arianna Venditelli, su amor Don José no regresa a ella. Está hechizado por la sevillana, que será su ruina.
Tras las dos horas y casi cuarenta minutos de Bizet no había nadie sentado en su butaca. Todo el Auditorio en pie, aplaudiendo y aclamando a quienes acababan de acercarnos a una de las mejores y más emblemáticas óperas.