David Román Hernández Rivero cursa tercero de Enfermería en la Universidad de La Laguna compaginando su actividad en la Facultad de Ciencias de la Salud con la lucha canaria. Hace nueve años que milita en el club Añavingo- Chimisay Fumergas de Arafo. A sus 21 años, vive su primera temporada en la máxima categoría tinerfeña y lo hace como no clasificado. Forma parte de la generación que refundó la escuela municipal de luchas de su pueblo en el año 2011, de la mano de Roberto Marrero. Interrumpió la temporada tras la inauguración de la copa, que comenzó con derrota, y la finalización de la Liga Cabildo de Tenerife, que culminó sexto.
El futuro enfermero explica que desde que era pequeño se dio cuenta de que la gente acudía a él para pedirle ayuda y, es por ello, que decidió cursar este grado. El deportista finalizó sus clases teóricas en enero y el resto de su carrera es práctica, por lo que el estado de alarma supone una interrupción total a su docencia. A su vez, la Consejería de Sanidad todavía no ha solicitado apoyo al alumnado de su curso para incrementar los efectivos y frenar al coronavirus.
El equipo arafero aparcó dos competiciones, la Liga Gobierno de Canarias y la Copa Cajasiete, en el momento de la detención. «Parar ahora nos rompe, perdón por la expresión, estábamos en el culmen de la temporada», exclama. El luchador indica que intentan mantener la forma, pero lamenta que no es igual entrenar en casa, ya que va a ser inevitable perder la sintonía. Carmelo Rodríguez del Toro, destacado A, y Berto Fumero, destacado C, son dos miembros importantes que se hallan lesionados y podrían reaparecer a la reanudación. «Por esa parte si nos podría venir bien», confiesa.
«Lo mejor que encontré en la lucha canaria fue a mis amigos»
Cuando cursaba primero de la ESO, una profesora le alentó a que se adentrara en el deporte vernáculo. «Lo que descubrí fue a mis compañeros. De hecho, mi principal grupo de amistades sale de ahí», argumenta. En su primer año, fue a la preselección insular infantil y al segundo ya le seleccionaron para competir con el resto de islas. «Es un deporte bruto porque es de cuerpo a cuerpo, pero es muy bonito y se hace mucho ejercicio», reconoce.
La campaña pasada el Añavingo- Chimisay levantó la copa de segunda categoría en su última luchada y venció al Ravelo en una final frenética y muy reñida. Ricardo Luis, destacado del Arafo, tumbó a Juan Luis Goya con el marcador igualado a once (el primero que llegue a doce gana). El luchador asegura que los momentos previos a la final son de tensión, «pero Ricardo y yo hemos luchado en muchas finales juntos y nos la tomamos como una más». A su vez, afirma que al ganar se viven situaciones de mucha alegría, puesto que en el vestuario está todo el mundo cantando, bailando y bebiendo.
Este año la formación arafera decidió competir categoría más alta, para ello ficharon a dos destacados A y un puntal B. Esto ha hecho que los entrenamientos del equipo sean más duros ahora porque «no solo tienes que mejorar físicamente, sino también en conocimientos». El cambio de plantilla endurece la competencia interna para los luchadores que ya estaban porque solo pueden luchar doce y siempre se queda fuera alguno sin clasificación. «Este año tuve que cambiar mis hábitos de vida y de alimentación para adaptarme e intentar dar un paso más, tuve que aumentar en resistencia, fuerza y peso», sentencia el deportista.
El grupo quedó en sexta posición en la liga, que terminó el mes pasado, y está quinto en la competición regional del Archipiélago. Encadenó dos derrotas, contra el Campitos y el Chimbesque, y un empate, contra el Agüimes, en las tres jornadas previas a la suspensión, a pesar de llegar siempre a once en el casillero. No obstante, David Román las atribuye a la falta de decisión: «Unas ocasiones fallan los arriba y otras los de la cola. Luchamos bien y damos espectáculo, que es lo importante, pero nos falta algo para rematar las luchadas».