El Realfooding es un movimiento que hoy en día está muy de moda. Se trata de mantener una dieta equilibrada, es totalmente abierta, pero su única premisa es que sean productos frescos y no estén procesados. Este estilo de vida normalmente se compagina con la actividad física, para llevar una vida lo más sana posible. También se deben diferenciar otras alternativas que se originan a raíz de limitar el consumo de determinados alimentos en la dieta.
Los vegetarianos deciden eliminar carnes o pescados. En cambio, si comen huevos y, o leche, estaríamos hablando de lactovegetarianos, ovovegetarianos y ovolacteovegetarianos. El veganismo consiste en rechazar cualquier producto de origen animal, incluidos: la miel, la mantequilla, los huevos, etc. Se podría decir que todas estas variantes son estilos de vida y posturas, tanto éticas como filosóficas, porque no solo están enfocadas en la alimentación. También, rechazan cualquier tipo de producto animal, ya sea un alimento, una prenda de vestir o un calzado.
Sofía Dorta, una joven de 18 años de Santa Cruz de Tenerife, que hace tres años decidió empezar a reducir el consumo de carne. Un año después hizo lo mismo con el pescado y en enero de este año comenzó a eliminar los lácteos y sus derivados hasta suprimirlos por completo de su dieta. Su hermana mayor fue la que comenzó a hacerse vegetariana y, al convivir con ella, se dio cuenta que desde pequeña había sido amante de los animales, pero nunca se había parado a pensar lo que se escondía detrás de la industria cárnica, láctea y pesquera. Otro de los motivos por los que ella decidió cambiar su vida fue el descubrimiento de los numerosos beneficios a nivel nutricional y el gran impacto negativo a nivel ambiental de estas industrias.
Por otro lado, Alberto Padilla de 41 años, de Santa Cruz de Tenerife, se considera un auténtico realfooder. Comenzó hace cuatro años debido a que fue a una revisión médica y le diagnosticaron hipertensión. Comenzaron a medicarle y le dijeron que, si no cambiaba sus hábitos alimenticios y empezaba a practicar deporte, la medicación sería permanente. Su vida dio un giro radical, acudió a un nutricionista y se apuntó a un gimnasio con un entrenador personal. La dificultad que él junto con su especialista detectaron en su dieta fue que la comida elaborada y su alto contenido en sal, conservantes y otras sustancias comenzaron a incidir de manera negativa en la tensión. Desde este momento, decidieron que lo mejor sería elaborar una dieta donde él mismo se hiciera la comida, para así controlar el contenido de sales que ingería.
Antes de modificar algo tan serio como es la alimentación y el ejercicio físico, ambos se informaron para poder consolidar sus opiniones al respecto. En el caso de Dorta, se centró mucho en documentales, estudios científicos e incluso testimonios y consejos de personas que ya estaban en estos estilos de vida, mediante las plataformas de Youtube e Instagram. Por el contrario, Padilla al contar con la ayuda de su especialista en nutrición, se convirtió en su fuente principal, pero no por ello abandonó su investigación. En las redes sociales encontró algunos blogs con consejos para potenciar los sabores de la cocina. Gracias a estas páginas web y muchas más pudo ampliar su espectro de recetas.
La opinión de un o una profesional siempre es necesaria, por lo que la figura más óptima sería la de una psicóloga, en este caso, Mónica Hernández. Comenta que hay múltiples factores para que una persona cambie de esta forma sus hábitos alimenticios, desde una decisión personal, hasta un problema de salud física o psicológica. También, hay que tener en cuenta el papel de los familiares o amigos cercanos que, tal y como dice la experta, «Una persona que sube o baja drásticamente de peso en poco tiempo genera incertidumbre y cierta preocupación en su entorno».
Hemos crecido en una sociedad superficial, que hace que muchas veces olvidemos que detrás de los cambios de peso siempre hay una historia personal, y esta no tiene porqué ser buena.
«Solo hay que eliminar los productos procesados y cocinar de manera sana»
Bajo su experiencia, la adolescente, considera que «si tienes especial interés y buenos conocimientos sobre los macro nutrientes que debes ingerir para conseguir una dieta balanceada, no creo que sea necesario un nutricionista». Pero en el caso de que la persona lo prefiera, lo recomendable sería que acudiera a un dietista especializado en estos ámbitos. Por el simple hecho de que hoy en día, los más veteranos no apoyan este tipo de alimentación, al desconocer los estudios más recientes que han demostrado la falsedad de mitos que existían anteriormente en relación a las carencias nutricionales. En cambio, la recomendación de Alberto Padilla es que, a pesar de ser un realfooder no causa grandes riesgos, hay que aprender a administrar los alimentos correctamente. «Solo hay que eliminar los productos procesados y cocinar de manera sana», declara, por lo que piensa que nunca está demás aprender de los expertos.
Los cambios en la alimentación deben ser progresivos y graduales. Este razonamiento todos los entendidos en el tema admiten y ellos dos lo confirman. Hay casos en los que el cuerpo de determinadas personas no se termina de acostumbrar a esta alimentación y deben dejarla y volver a comer como antes. Estos motivos pueden ser por falta de interés en esos macronutrientes para evitar las carencias alimentarias. Pueden llegar a tener graves consecuencias como: problemas digestivos, perder mucho peso o, en el caso de las mujeres, tener dificultades con la menstruación. Pero en principio, si se cumplen las recomendaciones no tiene que haber ningún problema.
La actividad física es el otro ámbito por el que se constituye este movimiento. Los dos protagonistas coinciden en que el ejercicio hay que hacerlo tengas la alimentación que tengas, porque es bueno, tanto físicamente como mentalmente. Mónica Hernández también coincide con ellos. Ambos entrenan entre tres y cinco veces por semana en el gimnasio. Ella también. Practica baile dos veces por semana, por lo que los dos ejercitan el cuerpo de la mejor manera posible, al igual que buscan siempre unos platos ricos en proteínas, carbohidratos y grasas saludables. No obstante, no olvidan una parte muy importante, el descanso, dormir las horas suficientes y aprovechar el sueño, que es el tercer pilar para una vida sana.
«Lo que empezó por querer cuidarme y cambiar mi estilo de vida, se volvió una obsesión»
Una pregunta muy frecuente que les suelen hacer es cómo consiguen que no les falten vitaminas o proteínas al dejar de comer algunos alimentos muy ricos en ellas. Sofía Dorta reitera que las legumbres son las proteínas vegetales que, junto con algún tipo de cereal, como es el arroz o la quinoa, se convierten en proteínas completas que pueden llegar a superar las de origen animal. Otros productos que tienen muchas proteínas son: la soja, el tofu, el tempeh, que se elabora principalmente de garbanzos; el seitán, las espinacas, el brócoli, la crema de cacahuete, y el hummus. Con respecto a las vitaminas, ella toma suplementos que le proporcionan vitamina B12. Toma tres pastillas por semana.
A pesar de lo bien que a ella le sienta este nuevo estilo de vida, confesó que: «Hace un par de años, cuando decidí comenzar a comer más sano y practicar ejercicio, lo que empezó por querer cuidarme y cambiar mi estilo de vida, se volvió una obsesión». Toda su vida iba en relación a la comida y al ejercicio y sin darse cuenta desarrolló la anorexia. Por lo que cree que los grandes motivos por los que llegó a tal punto son: lo condicionados que vivimos por los cánones de belleza y los estereotipos que impone la sociedad, lo que afecta más a aquellas personas que tengan inseguridades y complejos, y el auge de las redes sociales.
En esta rama de la psicología recomiendan acudir a ayuda profesional. «La terapia adecuada debe ser multidisciplinar y combinar aspectos, tanto de la psicología como de la nutrición», certifica Mónica Hernández. El objetivo a conseguir con el tratamiento que se llevaría a cabo es que el paciente aprenda a tener una relación saludable con la comida y con su cuerpo.
Las secuelas de los cambios en la alimentación
Como todo cambio en el cuerpo, hay riesgos que pueden desencadenar consecuencias negativas. La psicóloga Mónica Hernández aclara que no todas las dificultades están relacionadas con los problemas que puedan surgir a nivel físico, sino que comienzan mentalmente.
«El término ortorexia es relativamente reciente y hace referencia a la preocupación excesiva por la comida sana, hasta un nivel que se podría considerar problemático», comenta la psicóloga. Otra característica es la preocupación por la calidad de los alimentos, una planificación excesiva y el sentimiento de culpa si no se cumplen estas convicciones.
La vigorexia consiste en el deseo de ganar masa muscular y la obsesión por ser poco musculoso. Deriva en la insatisfacción corporal debido a la falta de capacidad para ver con objetividad el propio cuerpo. Por ello, surge la necesidad compulsiva de realizar ejercicio.
Por otra parte, se pueden encontrar trastornos alimenticios como la bulimia nerviosa, que se caracteriza por episodios recurrentes de atracones (sensación de falta de control) seguidos de comportamientos compensatorios inapropiados. Mientras, que la anorexia nerviosa es la restricción de la ingesta energética por miedo intenso a ganar peso, lo que conlleva un peso significativamente bajo para la persona. Ambos casos son una autoevaluación condicionada por el cuerpo y el peso.