El timple concentra algunos de los sonidos más identificativos de Canarias. Cada uno de ellos es el fruto de semanas de trabajo y toda una vida de aprendizaje. Jerónimo Guedes Barrios (Fuerteventura, 1944) es uno de los pocos artesanos de estos instrumentos que quedan en la isla majorera. En su taller, ubicado en el pueblo de La Asomada, elabora estas piezas sonoras y da vida a un legado popular.
«En mi casa no se tocaban guitarras ni timples», recuerda. Fue el primero de su familia en meter la música en casa. Su tío Mateo le dio una primera guitarra “rota y llena de parches” cuando era un niño. Por su cuenta y con el apoyo de un tal Vito de León aprendió a tocar. «Siendo un crío me gustaba mucho escuchar las guitarras pequeñitas en Navidad, temblaba cuando sentía las cuerdas», así nació su pasión por la música. Y, al compás de esas primeras notas, desarrolló cierta habilidad con la cuerda.
Más tarde fundará la Agrupación Folclórica de Tetir, todavía viva hoy en día. Y tocando la guitarra, a los 33 años, descubrirá su vocación artesana por el timple: «Me gustaba y gracias a Domingo Guerra Calero aprendí a fabricarlos. Eso sí, unos salían bien y otros, mal».
«En la actualidad hay muchos artesanos, muchísimos”, destaca Jerónimo Guedes. Y el timple parece reinventarse y subsistir en unas Islas que han cambiado mucho en los últimos años. Vicente Corujo (Lanzarote) o Santiago Monzón (Fuerteventura) son algunos de los nombres que le dan forma ayer y hoy: «Se ha perdido mucho de los timples de antes, que solían ser más pequeños y sonoros, ahora se fabrican grandes y de concierto». Sin embargo, siguen marcándose diferencias. Los de Tenerife suelen ser más grandes, con una caja mayor y un sonido más grave; mientras que el majorero sigue siendo pequeño y agudo. Asimismo, sin importar el tiempo que pase, cada artesano joven y viejo le otorga espíritu y valor a su trabajo con una ornamentación, colores y maderas diversas. Incluso, suena el electrónico.
Un molde que da forma al instrumento
Para construir cada una de estas obras de artesanía se debe empezar por un molde que da forma al instrumento, para preparar los aros (bordes) a continuación, y, más tarde, un mástil que servirá de columna vertebral. Cada artesano trabaja de forma distinta. Algunos prefieren poner la tapa primero y el fondo después: «Pero yo lo hago al revés. Primero el fondo y luego la tapa». Construir un timple se convierte en un espejo en el que el constructor se refleja.
«Todos los timples son buenos, todos pueden sonar bien si se afinan», dice Guedes Barrios. El equilibrio es esencial y su capacidad de sonar en la escala correcta es la clave que le identifica como una pieza singular en el panorama regional e internacional. Es el germen de una música que se diferencia entre las siete costas canarias.
Grupos como Si es tarde nos vamos utilizan el timple como principal fuente de sonido. Cientos de jóvenes lo tocan a lo largo del Archipiélago y contribuyen a reinventar algo único. Jerónimo Guedes augura un futuro positivo: «El timple antes era para acompañar, ahora es un instrumento para solistas». El foco de la creación sonora y material que rodea a la caja sonora alumbra con nitidez y dice: una nueva vida para el timple.