«En España hay algo más de diez equipos. De ellos, tres están en Tenerife»
Aunque fue creado en la década de los cuarenta en los Estados Unidos, el kickingball es muy popular en Latinoamérica. Motivado por el crecimiento de la inmigración, este deporte está empezando a ser conocido en España. Su creación surge como «una respuesta de las mujeres a la negativa de los hombres de dejarlas participar en el fútbol». Ellas también querían patear un balón, así que cogieron las normas del béisbol y las adaptaron para, así, poder utilizar una pelota, tal y como ocurre en el balompié.
Sheyla Suárez estudia Periodismo a la vez que practica el kickingball. Para ella, este deporte se juega «por pura pasión». En España, existen más de diez equipos y tres son de Tenerife. A diferencia del fútbol y el béisbol, esta actividad no está federada, lo que conlleva que los cargos de viajes vayan a cuenta de las deportistas. Según Sheyla, aunque los equipos encuentren patrocinadores «es prácticamente imposible sufragar los gastos de diez jugadoras».
La creación de una federación en España para ayudar a que este deporte siga creciendo «es necesaria». Este año, en Barcelona se ha disputado la segunda edición del Campeonato Nacional de Kickingball. Participan todos los conjuntos nacionales «pero nadie nos apoya», afirma Suárez. Para la estudiante, aunque den una pequeña ayuda al equipo ganador, «el único premio real que logras es reconocimiento y así es muy difícil hacer crecer el deporte».
«Es un deporte exclusivamente de mujeres»
La manera en la que el kickingball nació ya le hacía destacar como un deporte empoderado. Nada ha cambiado desde entonces, sólo pueden jugar mujeres aunque «si puede haber árbitros y entrenadores masculinos». En los tiempos que corren, con las mujeres reivindicando cada vez más su papel en la sociedad, el kickingball gana enteros como deporte representativo de esta tendencia.
Más allá de las distintas trabas a las que está sometidas las jugadoras al no existir una federación, hay más problemas relacionados con «el desconocimiento de esta disciplina y la poca información existente», asegura Suárez. Por ejemplo, no existen campos adecuados para la práctica de esta actividad. Tanto es así que, como cuenta la jugadora, «sólo entrenamos una vez al mes».
En la Universidad de La Laguna estudian más de cinco practicantes de este deporte. Lo que Suárez pide es que «las instituciones arrimen el hombro y ayuden a crecer al kickingball». Una de las ideas que propone la estudiante es la de incluir esta disciplina entre los deportes ofertados dentro del Servicio de Deportes de la ULL. «Aunque no exista un campo óptimo para la realización de esta actividad, se puede jugar adaptando las normas a la dimensión del terreno existente», afirma Suárez.