Innumerables son las veces en las que habremos oído frases como: «Canarias es un paraíso», «El caribe español» o el apodo de «Las Afortunadas». De cara al exterior, el Archipiélago es un destino idóneo para pasar las vacaciones, más aún en invierno por sus cálidas temperaturas. El 30 de mayo la ciudadanía canaria reivindicó nuestra tierra en el marco del Día de Canarias, pero, más allá del típico postureo, deberíamos preocuparnos más de nuestra realidad.
La propia población de las Islas se ha creído el discurso que desde el ámbito político, empresarial y demás venden sobre el Archipiélago. Han logrado desviar la atención de lo verdaderamente importante, como suelen hacer. Más allá de sentir orgullo por nuestra tierra, que, sin duda, se debe hacer, hay que luchar por lo que no se ve en los medios tradicionales.
La realidad es que Canarias es la comunidad autónoma con mayor tasa de desigualdad infantil, dos de cada cinco menores se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social, el nivel de vida en el Archipiélago es uno de los peores, el PIB per cápita apenas llega a los 17 500 euros, frente a los 25 500 de media nacional. Por si fuera poco, en el mes de enero, las Islas se encontraban con una tasa de paro del 18,94 %, la segunda más alta de España. Para más inri, el 36,6 % de la población de las Islas está en riesgo de pobreza o exclusión social, al vivir con menos de 680 euros mensuales.
«El 36,6 % de la población de las Islas está en riesgo de pobreza o exclusión social»
Estos datos reflejan una realidad que una gran parte de la sociedad canaria no conoce, o se niega a conocer, y que a nivel político se intenta ocultar. Querer a Canarias es querer que sus habitantes puedan vivir dignamente, por encima del bienestar de los casi dos millones de turistas que llegan cada mes a pasar sus vacaciones en las Islas. No podemos seguir dedicando nuestras medidas económicas según lo que convenga al turismo. Es insostenible.
Sin ir más lejos, con motivo del derbi canario de las semifinales del playoff de ascenso a Primera División, un alto cargo del Gobierno de Canarias apuntaba que lo importante es que «no hubiera incidentes para dar una buena imagen hacia el exterior». No se ocultan, no lo ocultan, su interés no el bienestar de la población, es el bienestar de los de fuera. Abre el ojo y desparrama la vista.
Con ese mismo motivo, han sido diversas las viñetas publicadas en prensa y redes sociales que criticaban la pasión por el fútbol y lo que este movía con respecto a la poca movilización insular ante las situaciones realmente importantes. Esto no hace más que tirar piedras en nuestro propio tejado. Ambas son compatibles.
El macroproyecto que se quiere realizar en el Puertito de Adeje no es más que otro pelotazo turístico, otro que no hace más que dar más problemas que soluciones, que romperá, aún más, el paisaje de las Islas, que afectará al sector pesquero de la zona. No importamos, no les importamos.
«Querer a Canarias es querer que sus habitantes puedan vivir dignamente»
En las Islas Baleares, otra de las comunidades turísticas por excelencia de España y Europa, han aprobado este año el Decreto Ley de Circularidad y Sostenibilidad Turística. Una de las medidas es la prohibición de construir y ampliar las plazas hoteleras en los próximos cuatro años. Aunque llegue tarde, ha llegado, y nunca es tarde si la dicha es buena. ¿Por qué no cogerlo de ejemplo? Parece que la política canaria no quiere aprender de otros lugares y, cómo anunció esta pasada semana Yaiza Castilla, consejera de Turismo, no habrá una nueva moratoria en el Archipiélago. Ya el conejo me riscó la perra.
Muchos años se lleva pidiendo la desmantelación de la Refinería de Santa Cruz de Tenerife. Ahora, parece que se está llevando a cabo, pero ¿cuál es el proyecto planeado para esa zona en el futuro? Cómo no podía ser menos en estas Islas tan amantes del cemento y de destruir su patrimonio, construir nuevas camas hoteleras. Éramos pocos y parió la abuela.
Reivindicar nuestra tierra por el día de Canarias, y en el resto de los 364 días del año, está bien y es lo que debemos hacer, pero, también, debemos luchar por ella, luchar para que no se destroce, luchar por los derechos de su gente, más allá del postureo típico de las redes sociales. Cómo apuntó el otro día el periodista David Cuesta, ilusionarse por un partido de fútbol no es incompatible con «enfadarse por la pobreza, las políticas sanitarias o el puertito de Adeje. La distracción es buena siempre que no anestesie la realidad».