Manuel Toledo Trujillo es doctor en Medicina por la Universidad de Homburg en Alemania y la Universidad de La Laguna. También es miembro de número de la Real Academia de Medicina de Canarias y corresponsal de la Real de Madrid. Su pasión desde niño era la cirugía y la medicina, donde ve en ellas una forma de sanar a las personas y ayudar a todo aquel que lo necesite. Después de publicar diversas obras como La Eutanasia y el Deber, o una serie de libros, por ejemplo El síndrome Zamoyski y La Guerra, se encuentra ahora jubilado y trabajando en nuevos artículos.
¿Cómo describiría la cirugía? «Es un arte y una profesión. Tiene mucho más de arte, porque la cirugía no se puede aprender en un día, sino en una vida. De esta forma, cuando la vida pasa, igual a los cincuenta años puedes aprender una cosa nueva. Siempre se va renovando».
¿Por qué quiso dedicarse a esta profesión? «Cuando era pequeño, cogía lagartos junto a mi hermano para abrirlos y ver cómo eran por dentro. De alguna manera, ahí surgió una afición a cortar y ver los órganos. Quitábamos el estómago, lo cerrábamos y seguían viviendo. Mientras hacía Medicina estudié Anatomía Patológica, que es saber de lo que se muere la gente, y ahí, comencé a hacer autopsias a los cuerpos».
Usted menciona en uno de sus libros la medicina telemática. ¿Cuáles son sus opiniones al respecto tras la situación de aislamiento? «Opiniones muy malas. La medicina telemática no es medicina. Lo que hay que hacer con la persona afectada es tocarla. Debemos tocarla. Cuando se opera a alguien, hay que ir a verle a su cama y ponerle la mano encima. La mano da el sudor, el calor, la afectividad. Cuando una mujer pare, si hay alguien que recoge al bebé, el ambiente se vuelve frío; pero si la persona encargada le pasa la mano por la frente a la mujer y le dice que todo irá bien, esa mujer parirá mucho mejor. La medicina sin contacto no existe».
«Si hay que inventar a mil profesionales más, pues mil más. Pero no mil televisores»
¿Cree que existe entonces un miedo a la persona que padece la enfermedad? «Sí, se le tiene miedo. Incluso la propia familia no quiere tocarle por miedo a la propia enfermedad o a que se le pegue, y las amistades igual. Te visitan, pero no quieren mucho contacto. Sin embargo, quien cura sí tiene que estar. No solo porque la persona afectada necesita moralmente que le toquen, sino que al acariciarle deduces la temperatura, si su mente funciona bien o no, si se está muriendo o no. Si tocas al paciente, sabrás si vive».
En ese caso, ¿se puede mejorar la profesión en la actualidad? «Quienes llevamos bastantes años en el oficio lo sentimos así: la profesión no ha mejorado. Existe una cosa llamada la paramedicina. En mi opinión, la Seguridad Social no es medicina, sino paramedicina. Te sientas delante de una persona, dices que tienes fiebre, te receta paracetamol y te vas. Eso no es medicina. Medicina es que se levante, que hable contigo, identificar tu problema, saber si tomaste cuatro cervezas ayer… Hay que ver cómo estás en un tiempo que no puede ser limitado».
Entonces, ¿una persona que se dedica a la medicina debe contactar con la persona afectada? «Tiene que hablar contigo para contactar con la persona que eres, no solo con tu enfermedad. Para conocer la enfermedad, debe existir la comunicación, porque eres tú quien explica lo que le está sucediendo».
Según sus artículos, ¿qué conceptos cree usted que son los más discutidos en la profesión? «Un ejemplo de ellos es la eutanasia o el aborto. El aborto debe ser libre, porque somos personas libres. Respecto a la eutanasia, pienso que la gente tiene derecho a vivir, pero también a morir. El equipo médico tiene que asimilar que la gente tiene derecho a morir. Está por costumbre decir que ‘un médico no debe ir a los entierros’, porque sería una situación cínica. No creo que eso sea así. Quienes ejercen la medicina debe ir a los entierros, porque ese muerto es de ella. Participa y debe participar de alguna forma en su muerte para que sea digna».
¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas que se están formando? «Luchar contra las fake news, siempre. En medicina más que nunca. Además, también deben contar con el valor de la sinceridad, darle importancia al contacto con la gente. Hay que ampliar la medicina. Hay dos cosas fundamentales que han desaparecido de la medicina: la humanidad y la universidad».