Es hora de reflexionar sobre la primacía del trabajo frente al bienestar físico y mental. Foto: PULL

El rostro de la esclavitud moderna

Opinión

No hay nada que compare a un día de productividad. Cómo sienta haber tachado todos los objetivos de tu lista por hacer. Qué satisfacción cuando has sabido aprovechar la jornada. Porque el tiempo es oro y es el recurso más valioso para optimizar tu rendimiento. Los entornos profesionales y personales se han vuelto complejos, instantáneos, ocupados y urgentes. Todo está sujeto a sacarle más beneficio en un menor tiempo, a ser más competitivo y vanguardista. Siempre hay premura en lo que nos piden. Y si te tomas un día de descanso, el siguiente es puro estrés.

La Real Academia Española cuenta con varias acepciones para la palabra productividad: «Que es útil y provechoso», «cualidad de productivo», «capacidad o grado de producción por unidad de trabajo, superficie de tierra cultivada, equipo industrial» y «el arte de ser capaz de crear, generar o mejorar bienes y servicios». Entonces, ¿es inútil la persona que está quemada y desmotivada en su empleo? Para la empresa, sí. Para el mundo capitalista, también.

La eficiencia, los números y la rentabilidad priman en nuestras vidas. Ahora nos llamamos capital humano y somos un beneficio para la economía y compañía en función de cuánto nos formemos, estudiemos, entrenemos y rindamos. Somos máquinas de generar dinero. Pero qué maravilla la cultura de la productividad. Nos tienen en una burbuja de falsas ilusiones, con el motor siempre encendido. Nos han vendido una explotación física y mental con edulcorante.

«Nos han vendido una explotación física y mental con edulcorante»

La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirma que el agotamiento se ha convertido en una condición del trabajo moderno y no de la salud personal. Escribir los objetivos diarios, organizar las ideas en un sistema eficiente y planificar todas las horas del día nos está demacrando. «El 22 % de la población padece episodios de ansiedad y depresión en algún momento de su vida, y estas son las principales causas de incapacidad en todo el mundo», argumenta la OMS.

José Luis Sampedro fue un escritor español, humanista comprometido, economista, profesor y catedrático de universidad, político y miembro de la Real Academia Española. Él planteaba, de manera muy sabia, que «las palabras favoritas de esta cultura son productividad, innovación y competitividad. Somos personas muy poderosas en técnica y muy ignorantes y faltas en sabiduría. El exceso de ciencia no está compensado por la manera de usarla».

El abuso de recordatorios en el móvil, de anotaciones en la agenda, de técnicas para estudiar más tiempo y dejar de procrastinar, de máquinas que preparan la comida para que tú puedas hacer otras labores, de relojes inteligentes que monitorizan tu actividad física y hasta tus horas de sueño… están contribuyendo a un círculo vicioso y tóxico.

«Tenemos que abrir los ojos, respirar y abandonar la jaula»

Somos ese hámster que corre y corre dentro de la jaula y que no se para porque, de lo contrario, pierde el ritmo de la vida. Nos rodea, y nos asfixia, la cultura de la productividad, del hoy para mañana, de la imposición de hacer algo o sentirse inútil, con pereza, con arrepentimiento. Nos falta tiempo para seguir tachando propósitos. No somos capaces de disfrutar del proceso porque queremos llegar ya a la meta y desplazarnos muy rápido a la siguiente.

Pero ¿qué significa el tiempo? Para José Luis Sampedro, «el tiempo no es oro; el oro no vale nada, el tiempo es vida». Es muy fácil adivinar quién dijo que el tiempo es oro. Pista: el capitalismo. En definitiva, hemos construido una sociedad imparable. Somos más humanos cuando cumplimos el perfil de capital humano y nos valoramos más cuando hemos tenido un día de plena productividad. Tenemos que abrir los ojos, respirar y abandonar la jaula.

Es normal que haya semanas en las que las fuerzas fallen. Momentos en los que preferimos descansar porque nuestra salud mental lo suplica. Ante todo, somos personas. Las máquinas pueden seguir funcionando aunque la fábrica cierre. Nuestro potencial no reside en trabajar como locomotoras autómatas, sino en aportar el elemento personal a lo que nos rodea. Tenemos que fortalecer la cultura de la humanidad, de la dedicación y paciencia. La productividad es un invento más, y bien vendido, de las economías capitalistas. Es la esclavitud de la modernidad.

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