«Trabajar con la orquesta fue el proyecto más profesional que he hecho hasta ahora»
Después de descubrir que podía dedicarse profesionalmente a la música, Carlos Rodríguez comenzó a verla como una aspiración en la vida. Es estudiante del Conservatorio Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife y segundo violín de la Joven Orquesta de Cámara de Canarias, con quien debutó el 7 de mayo. Terminó Bachillerato de Artes Escénicas en el IES La Laboral de La Laguna, donde encontró nuevas amistades que comprendían su pasión por la música clásica.
Comenzó a amar este arte cuando tenía nueve años después de ver Titanic: «Había visto la película y en la escena final, mientras se hunde el barco, había un cuarteto que estaba tocando una pieza. Eso me llegó al alma porque fue algo triste pero solemne. Se despedían y asumían que iban a morir. El violín, ¡qué bonito sonaba!». El artista se dio cuenta en ese instante de que existía un nuevo mundo entre cuerdas.
En su colegio de Primaria y Secundaria, realizaban un proyecto en el que mezclaban el teatro, la danza y la música. Ese fue su primer contacto con el violín. Sintió que cerraba un ciclo, porque las primeras canciones que tocó para el musical con este instrumento eran las de la película que le había conquistado.
«Es un arte que encontré en mi vida y seguiré con él: lo odiaré y lo amaré»
El violinista comenta que la música clásica no era lo único que le apasionaba, sino muchos estilos más. Tocaba folclore y habaneras en el grupo de su abuela con la guitarra, y también le atraía componer o ensayar con el piano. «En mi tiempo libre practicaba canciones que me gustaban, como Piratas del Caribe, algunas piezas de anime, Avatar… Disfrutaba de ellas de una forma muy profunda, porque podía rozar las emociones con los dedos», explica el artista.
Según Carlos Rodríguez, al principio lo veía como un pasatiempo, ya que no tenía muy claro si podía dedicarse a ello de manera profesional, pero «a medida que iba avanzando, cada vez tenía menos dudas». Poco a poco, se fue convirtiendo en un objetivo más claro, así que decidió estudiar Artes Escénicas.
En el instituto, descubrió a más personas que compartían su gusto por la música clásica, pero no juzgaba a aquellas que no la escuchaban de la misma forma. Tiene opiniones muy concretas respecto al elitismo en su ámbito: «Ni la música clásica ni el reguetón son lo mejor del mundo. Toda la música es igual y se puede disfrutar de la misma manera».
Cuando terminó Bachillerato, tuvo que escoger entre hacer la EBAU o las pruebas de acceso al Conservatorio Profesional de Música. Fue una decisión difícil, cargada de presión por parte de muchas personas. Finalmente, decidió hacer caso a su instinto y presentarse a las pruebas, en las que terminó sacando las mejores calificaciones que podía obtener.
«Cualquier persona tiene el potencial de ser mejor y depende de ella desarrollarlo o no»
Para él la música lo es todo. «Es por lo que existo en este planeta, y he encontrado un camino en la música. Es que está en todas partes, es omnipresente», comenta el violinista. Opina que este arte es muy poderoso, ya que tiene la capacidad de crear estados de ánimo: «Si estás triste te pones melodías tristes para ensalzar ese sentimiento. Te sumerges en tu propia burbuja. Y si estás contento es más de lo mismo. Tiene el poder de cambiarte».
Su compañera de vida, como él la denomina, logra crear ambientes para que la gente baile al mismo compás con ella, ya que «te hace sentir y te lleva a sitios». Al final, el estudiante cree que la música puede llegar a manipular si se lo propone: «Es un arma preciosa de doble filo». Respecto a su carrera profesional, espera realizar más conciertos con la Joven Orquesta de Cámara de Canarias porque se siente como en familia.