Las imágenes pueden contar historias. Foto: J. Palací

Manuel Arechavaleta: «La fotografía de verdad incorpora un mensaje»

Ciencias Sociales y Jurídicas

La Pirámide de Guajara, acogió el pasado viernes, 26 de abril, el Taller sobre Fotografía Macro y sus Condicionantes. Una actividad que forma parte de un programa de seminarios organizados desde la asignatura de la Imagen en el Periodismo donde el entomólogo y fotógrafo aficionado con más de treinta años de carrera, Manuel Arechavaleta, explicó diversos aspectos que considera «clave» para la captura de fotos, en especial, de insectos y bichos. Además de contar cuál es el objetivo que pretende conseguir y el trasfondo que hay en la técnica y en la calidad de la imagen.

La jornada empezó con una introducción a la actividad fotográfica, en la que Arechavaleta señaló que «quien se dedica a esto debe buscar un mensaje en la imagen». El campo en el que se pueden capturar impresiones es enorme. Se pueden tomar de la vida social o de la natural. «Tengo interés en exponer lo que ocurre en la naturaleza», explicó y acompañó con el ejemplo de una foto de un caracol mimetizado con el tronco sobre el que se posaba. Contó que el gastrópodo conseguía esconderse porque «con su baba decoraba su caparazón camuflándose con el entorno».

«Si se ha manipulado el fondo hay que decirlo»


Con el transcurso de la jornada Arechavaleta siguió exponiendo más ejemplos de impresiones que había realizado en la naturaleza: una mantis religiosa que miraba fíjamente a la cámara, saltamontes, chinches… Comentó un aspecto que recalcó como fundamental en la ética de la fotografía: «No se puede mentir, si se ha manipulado el fondo hay que decirlo». Señaló que el juego con las perspectivas, la cercanía y la iluminación son clave para lograr un determinado mensaje. Contó que en ocasiones él había utilizado una cartulina o su «bolsa verde» para otorgar poder y un mayor protagonismo del insecto.

Asimismo, formuló las tres fases fotográficas que existen para él: la técnica, la estética y la del mensaje. Aclaró que la primera consiste en la captura de la foto; la segunda, en hacerla bonita y la tercera, «que la imagen cuente una historia». Su manera de trabajar consiste en tomar fotografías sin tener que editarlas. «Busco hacer fotos que lo incorporen todo y despúes no tener que pasar por Photoshop», destacó. Una afirmación que sorprendió al público, el cual preguntó si no aplicaba edición. «No lo hago por partes, solo entera. No retoco los colores. No soy pintor», contestó el entomólogo.

«Hay que seguir el instinto que cada persona lleva adentro»


Los aspectos técnicos entraron en acción cuando expuso todo tipo de impresiones que había realizado en el medio terrestre. Algunas se pueden encontrar en su cuenta de Instagram. Empezó criticando la utilidad de los encuadres tradicionales: la proporción áurea y la regla de los tercios. La primera explicó que no suele funcionar y en cuanto a la segunda recomendó que «hay que seguir el instinto que cada persona lleva adentro». Él aplica «las leyes de la Gestalt», de manera que incluye un significado a sus instantáneas según la simetría, la posición del sujeto, el contraste y la similitud para jugar y buscar el encuantre deseado. Además de utilizar un punto de fuga para lograr profundidad y el empleo de las diagonales.

Tras explicar cómo busca sus ángulos, recuperó algunas imágenes que había expuesto previamente. Tomó como ejemplo una fotografía de una chinche. En ella ubicó lo que había explicado, la simetría, la inclinación para lograr prominencia, un fondo negro y una extrama proximidad al insecto. «Con esto consigo darle poder a este pequeño depredador», señaló. Para la obtención de instantáneas concretas explicó que en ocasiones tiene que ir varios días consecutivos a un mismo lugar para capturar lo que quiere. Además, destacó que «para encontrar el ángulo que busco, a veces me tengo que tirar al suelo y jugar con mi posición».

Llegando al final del taller, Arechavaleta cogió su cámara macro y contó cómo era el funcionamiento del filtro de luz que llevaba instalado. Aprovechó para hablar de la intensidad luminosa y cómo este accesorio le permitía «tomar fotos a una gran cercanía del insecto». El público, con curiosidad, le preguntó por los precios de los dispostivos fotográficos, y se llevó la sorpresa cuando les respondió que su máquina tenía un precio de dos mil euros y el objetivo, 300. Pese al pequeño susto de la sala, el fotógrafo les invitó a seguir con sus intereses fotográficos y recordó que «no hay mejor manera de aprender que probando».

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