María Isabel Sánchez es la coordinadora del equipo de investigación Arte y Entorno: Creación, Conservación, Comunicación. Trabaja como docente de la Universidad de La Laguna desde la creación de la Facultad de Bellas Artes en 1979. En la actualidad, su equipo está desempeñando un proyecto en el que se obtiene cal de los restos de piedras que salen en las galerías de aguas. El trabajo empezó en 2021 y concluirá este año. En ella intervienen, además, Juan Antonio Álvarez, Tomás de Aquino, Mauricio Pérez, Antonio Jesús Sánchez, Francisco Javier Viña.
¿Siempre supo que se quería dedicar al arte? «Eso se sabe desde la infancia, lo que pasa que antes la información era escasa. Voy a cumplir setenta años y cuando inicié mis estudios de Bellas Artes todavía no estaba la universidad. Era una escuela superior y solo había cinco en España. Durante ese tiempo, luchamos para tener la posibilidad de ir a la Facultad. Por lo que comencé en la escuela superior y terminé como licenciada. Después hice un año más de profesorado».
¿Qué la trajo hasta Tenerife? «Cuando acabé la carrera había mucha demanda de trabajo y me ofrecieron una plaza de docente en la Escuela de Arte de Lanzarote y acepté. Pero antes de ir pasé por Tenerife porque mi hermano vivía aquí y me contó que Pedro González estaba creando la Facultad de Bellas Artes. Fui a verlo y le enseñé unas fotos, bastante malas, de mis esculturas y me dijo que si quería tenía un contrato a tiempo parcial, un contrato bastante pobre comparado con lo que iba a cobrar en Lanzarote. Esto me enseñó que a veces hay que arriesgar y así empezamos a montar lo que tenemos hoy en día».
¿Qué empezó a investigar cuando llegó? «Al principio quise impulsar una asignatura que se tratara de esculpir la piedra pero Pedro González no quiso porque decía que no había en Canarias. Empecé un proyecto en el que fui catalogando las que más me gustaban entonces que eran las ignimbritas porque tenían una textura muy llamativa e hice una catálogo de veinte muestras diferentes. Considero que en las Islas tenemos unas piedras totalmente imponentes. A partir de ahí, cada vez que me presentaba a algún congreso, iba con maletas llenas de piedras».
¿Considera que ahora hay más conocimientos sobre las piedras canarias? «Sí. Sin duda. Cuando empecé no sabía que tenía delante, ni que herramientas usar porque no había bibliografía de aquello. Cuando le daba golpes a una piedra no se abría como un mármol, que es a lo que yo estaba acostumbrada. Busqué a un geólogo para que me explicara que tenía delante y de ahí empecé a tirar de la cuerda».
«Todo empezó con las piedras del agua»
¿En qué proyecto está trabajando su equipo actualmente? «Ahora estamos con lo que en un inicio se conocía como las piedra del agua, que son sedimentos que deposita el agua de las galerías. Esto surgió porque la gente venía a preguntarme que era la piedra que se habían encontrado y yo no tenía ni idea. Entonces nos presentamos allí y comenzó la investigación. Al principio solo sabíamos que era una roca que estaba al lado de un atarjea y que suponíamos tardaba un año en formarse. Empezamos a jugar con ella para hacer esculturas y después, al percatarnos que era mucha cantidad, hicimos cal. Este es el verdadero proyecto que tenemos ahora mismo. Financiado por la Fundación CajaCanarias lleva por título: Elaboración de cal a partir de residuos asociados a la extracción de aguas subterráneas«.
¿Cómo fabrican la cal? «Metemos los restos de las piedras en nuestro horno de laboratorio y los cocemos a novecientos grados. Entra carbonato de calcio y cuando sale tenemos un óxido de calcio del 97 % calcio. Eso ya está cocido y perdió aproximadamente la mitad de su peso y ha soltado CO2 a la atmósfera. En el mercado hay dos tipos de cal: la aérea que tiene gran pureza de carbonato y la hidráulica que tiene menos de un 80 % de carbonato. Por ejemplo, el cemento es una cal hidráulica de mala calidad. Esto quiere decir que pese a que esté cubierta de agua se endurece. La otra se endurece por la reacción del CO2 con la atmósfera y se emplea para capas finas».
¿Cuándo se podría utilizar esa cal? «Se considera de una mejor calidad una envejecida, pero como mínimo tiene que tener seis meses de envejecimiento. Después los precios también varían mucho dependiendo de la vejez de la misma. Por ejemplo, el mismo bote de cal, pura e hidratada, te puede costar veinte euros si es recién hecha. Si tuviera tres años puede costar 120 euros».
¿Para que se utilizaría? «Es un material exquisito y la arquitecta del grupo ha hecho tres casitas: una de cemento cubierta de cemento, otra de cemento cubierta de cal y la última de cal cubierta del mismo material. He puesto sensores de humedad y temperatura y las estoy sometiendo a diversos cambios para ver como reaccionan. El comportamiento que muestra la casita de cal-cal es mejor que las otras dos. Lo ideal sería que fueran de este material pero solo con la cubierta tiene una mejora notable. De hecho, la bibliografía llega a decir que hay una diferencia de entre cinco y siete grados de temperatura interior entre una casa como las de ahora (cemento y pintura blanca) a otra edificada con mortero de cal y pintada con cal».