Javier Ferrer es un bailarín de danza contemporánea con más de dieciocho años de trayectoria artística. Natural de Lanzarote, pasó ocho años residenciado en Berlín expandiendo su carrera. En la actualidad ofrece talleres, clases y espectáculos en la Isla. Además, inmerso en el Festival de Danza Traslación, ha participado en la tercera edición del Campus de Escultura de Lanzarote. El taller Derramar el eje permitió al alumnado y docentes expresarse con su cuerpo y conectar entre sí.
¿En qué consiste el taller Derramar el eje? «Es una presentación al cuerpo para que el alumnado rompa con las barreras físicas. Tanto la vergüenza personal como la de interactuar con el resto de participantes. Esa interacción puede ser física, verbal, jugando o trabajando. La danza siempre es una buena herramienta para eliminar barreras en la cabeza y representarse socialmente».
¿En qué aspecto se relaciona la danza contemporánea con la escultura? «En ninguna se dan las cosas con cuchara. No hay nada citado. Son técnicas en las que se intentan despertar diferentes versiones del mismo hecho, estímulos, sensaciones… Siempre comparo el baile con la pintura. Ahora, la escultura es un extra que suma el volumen en 3D. Por lo tanto, es muy fácil de llevar al cuerpo».
¿Cómo es el antes y después del alumnado en el taller? «Se nota el trabajo físico y la experiencia pasada. Sube la energía en el ambiente y hay más conversaciones entre quienes han participado. Se han roto muchas barreras de timidez y se han abierto muchas de expresividad. Es una actividad muy importante para sacar las ideas que necesitan en el Campus. Empiezan a trabajar desde la experiencia conjunta».
«El arte se tiene que apoyar desde las instituciones»
¿Cómo comenzó su carrera artística? «Empecé con los carnavales, eso fue lo que me encendió un poquito la llama y la curiosidad hacia este mundo de subirse a unas tablas. No fui de cabeza a meterme en la danza, pero fui probando a ver cómo podría yo mejorar mi experiencia encima de un escenario o en unos ensayos. Una de mis compañeras de la comparsa me recomendó apuntarme en clase de danza clásica para empezar. Lo hice y fue una bola de nieve. Todo vino de atrás, rodando. Y yo encantado».
¿Qué cree que le aporta la danza a la sociedad? «Es difícil entender la aportación de la danza, pero la incluyo dentro de la cultura en general. No solo forma parte del arte, sino de la cultura que nos hace ser la sociedad que somos hoy».
Tras sus años de experiencia, ¿cómo percibe el arte en las Islas? «Hace falta mucho impulso desde las instituciones. Siempre he defendido que el arte se tiene que apoyar económicamente desde las instituciones, y no desde el bolsillo ajeno. Más que nada porque creo que el arte y la cultura tienen que llegar a todo el mundo. Independientemente de su edad, familia, bolsillo o pasado. Por otro lado, el público de Canarias es muy agradecido. Sobre todo teniendo en cuenta la poca experiencia que se tiene en el Archipiélago con esta técnica de danza».
Ha pasado un tiempo de residencia en Alemania, ¿por qué decide volver? «Pasé los últimos ocho años viviendo en Berlín. Nunca antes había pensado en migrar de Lanzarote, pero se me ofreció la oportunidad de salir con una beca y la aproveché. Sin embargo, siempre he estado enamorado de mis islas. Añoraba la vida de aquí, como la que llevaban mis abuelos, por eso regresé. Además, me ayudó mucho que mi pareja también ama Canarias».