Un piano, una guitarra y su voz. Diego Ojeda no necesitó nada más para llenar anoche de magia el escenario del TEA (Tenerife Espacio de las Artes). Su concierto, incluido dentro de la programación del Festival Índice, era uno de los más esperados de la noche, y así lo demostró la afluencia de alrededor de doscientas personas. En él incluyó poemas de sus obras Siempre donde quieras, Mi chica revolucionaria, Compañera galáctica y Por culpa de la poesía, de sus álbumes Diego Ojeda a solas en Fnac y Amerizaje.
Con veinticinco minutos de retraso (21.25 horas), la luz de los focos se atenuó para darle paso a él, vistiendo su característica gorra, y a su compañero al piano Alejandro Martínez. Tras unos versos cantados como introducción, el grancanario dio la bienvenida a su público y agradeció su asistencia. Para dar paso a Puedo verte, hizo uso de su humor y comentó los tres tipos de audiencia que tiene en sus conciertos: «Los que vienen invitando a», «los que vienen esperando a que» y «los que vienen acompañando a». Las risas de los presentes iniciaron los acordes de Me gustaría, a los que le siguieron varios versos de Mi chica revolucionaria.
Canciones cortavenas
Una disculpa interrumpió la armonía del concierto. Y es que el cantante pidió perdón y admitió que la mayoría de sus canciones eran tristes, cortavenas. «Aun así tengo unas cuantas alegres», resaltó, «y serán cantadas esta noche», prometió.
Retrato de un amor posible y Ahora fueron los siguientes temas que interpretó Ojeda para luego hacer una larga pausa en el repertorio para explicar la historia que estaba detrás de La talla de tus vaqueros. Y es que una pareja, tras uno de sus conciertos, y con esa canción, engendraron un bebé, y así se lo hicieron constar a Ojeda. Así, animando a todos a cantar «diririrán dundero, diririrán dundero, diririrán dundero, reroree», las notas comenzaron a fluir en la canción más colaborativa de la noche.
En un momento más íntimo, Diego Ojeda se sentó en su butaca, libro en mano, y dedicó a todas las féminas del público Mi chica revolucionaria. «Todas las mujeres tenéis un punto de chica revolucionaria», afirmó. «Las chicas revolucionarias, andan sueltas, vuelan sin bragas y llevan en el bolso un libro de poemas».
Tras Cómo te digo y Besos baratos llegó Cosquilleo, a la que le precedió una petición del canario. «Esta es la penúltima canción de esta noche. Me gusta ir avisando para que se vayan concienciando, y para que cuando termine, pidan otra. Que parezca todo muy espontáneo…», bromeó.
Martina, su musa
La que parecía la última canción fue Compañera galáctica, dedicado «a la niña más hermosa del mundo, mi hija Martina». El concepto de este poema nació a raíz de una frase de Gabriel García Márquez con la que se sintió muy identificado: «cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre». La belleza y ternura que desprendieron sus versos causaron que más de una persona entre el público derramase alguna que otra lágrima.
Al finalizar, Diego Ojeda volvió a dar las gracias por la acogida, tanto de los asistentes como de la organización del festival y se marchó. Pero fue entonces cuando los allí presentes comenzaron a corear al unísono «otra, otra, otra…»: tenían ganas de más. El autor volvió al escenario diciendo «¡vaya!, esto sí que no me lo esperaba…», haciendo un guiño a la demanda hecha unas canciones atrás. Ahora sí, para despedirse finalmente, entonó Almohadas en vela y prometiendo volver con la gira de su próximo disco, que saldrá el año que viene.