Todo empezó con La sonrisa etrusca, una novela del escritor español José Luis Sampedro. Jesús Socas, creador del proyecto Invisibles, vivía en La Laguna para estar más cerca de la Universidad, pero cada fin de semana volvía a su casa. Uno de los tantos viernes que pasaba por el Intercambiador para coger la guagua, percibió que un indigente estaba leyendo el mismo libro que él. Socas le ofreció la mitad de su bocadillo y comenzaron a teorizar y a interpretar distintas obras literarias. Así cada semana, hasta que un día el hombre desapareció, pues había fallecido.
De esta forma, en 2014 el estudiante decidió impulsar Invisibles, un colectivo integrado por alumnos de la ULL que intenta mejorar la situación de las personas sin hogar y sensibilizar a la población a través de distintas actividades como reparto de alimentos o charlas formativas. La Laguna, Santa Cruz y el Puerto de la Cruz son las zonas en las que trabajan. Jesús Socas, su creador, y Lorena Pérez, una de las integrantes, hablan con PERIODISMO ULL sobre la iniciativa.
¿Cómo surge Invisibles? J.S.: «Hace unos años, yo vivía aquí en La Laguna y cada viernes volvía a mi casa. En uno de esos días, vi que había siempre un hombre situado en la zona de Intercambiador de La Laguna. Me di cuenta de que el hombre estaba leyendo el mismo libro que yo, La sonrisa etrusca. Fue algo que a mí me chocó. Cómo una persona que yo veía en la calle, que se suponía que no tenía ningún tipo de interés por la cultura, estaba leyendo algo que estaba leyendo un universitario que supuestamente tiene un nivel cultural mayor. Me extrañó bastante, me acerqué a él, le ofrecí medio bocadillo que llevaba y empezamos a hablar del libro, porque quería saber qué opinaba. Cuando ese hombre me empezó a hablar del libro y lo que significaba, yo me quedé sorprendido. Me enseñó una cantidad de cosas impresionantes. A partir de ahí, empecé a verlo cada viernes y él me recomendaba libros. En una de estas, yo dejé de ir, porque se acercaban las vacaciones de verano. Volví y cada viernes esperaba a ese hombre, pero al final me enteré por un amigo suyo de que había fallecido. Me marcó muchísimo. Yo sé que le ayudé, pero él me ayudó mucho más a mí. A partir de ahí me dije, ¿por qué no puedo hacer lo mismo con otras personas?»
¿Qué procedimientos siguieron para poner en marcha el proyecto? J.S.: «Al principio fue algo muy sencillo. Creé un grupo de Facebook que tenía con mis compañeros de piso al que se fue agregando más gente. Con el paso del tiempo, lo presenté a la Universidad de La Laguna, nos inscribimos en ULL Solidaria como organización y nos hemos ido sumando».
Jesús Socas: «Los medios de comunicación perpetúan los estereotipos»
¿Qué actuaciones desarrollan? J.S.: «Lo principal son los repartos de comida en caliente y actividades complementarias como charlas. También hacemos acciones con otras organizaciones. Por ejemplo, con ULL Solidaria todos estos años hemos contribuido con las recogidas de alimentos. También hemos colaborado con Pequeño Valiente».
¿Podría hacerme una radiografía general de la situación de las personas sin hogar en Tenerife? J.S.: «Por lo general son varones de mediana edad, entre los 40 y los 50 años. Algunos de ellos tienen problemas de alcohol, pero no es la mayoría. En un principio se muestran cerradas, también por la situación que viven, pero, una vez que empiezas a convivir con ellos, encuentras en cada persona una amiga».
¿Qué mitos se han construido en torno a este colectivo? J.S.: «Cuando escucho hablar de las personas sin hogar veo mucho desconocimiento por parte de la gente, veo muchos estereotipos y una falta de sensibilización con la situación que viven. Se les tacha de consumidores habituales de drogas y alcohol, de ser personas sucias, vagos o con bajo nivel cultural. Nada de esto es así». L.P.: «Hay mucha ignorancia. En una de las charlas que dimos hace poco en Periodismo, hablamos de que la gente no aportaba dinero por la desconfianza que le genera el no saber qué hacen las personas sin hogar con ese dinero, por si se lo iban a gastar en alcohol. La gente en el tema de pobreza no está concienciada. Invisibiliza, en general, a las personas que están en la calle y no se toma como algo personal, por lo que no se llega a conocer la situación realmente. También se les tacha de que pueden recibir ayudas y no es así tampoco. Están las salas asistenciales que atienden a desfavorecidos, pero hay muchos a quienes no les llega esa ayuda. Se ven limitados».
Socas: «Ninguna administración pública ve como prioritario llevar a cabo una inclusión social»
¿Qué consecuencias psicológicas puede traer a estas personas tanto la discriminación que sufren por parte del resto como su propia situación? L.P.: «Siempre lo tenemos en cuenta. En los repartos tenemos en cuenta que la persona está aislada. Lo mejor es que vayan tres personas, y que poco a poco se vayan acercando para que el indigente no tenga miedo y no se sienta intimidado. Tenemos conciencia de lo que ha tenido que sufrir esa persona por estar desplazada socialmente».
¿Tienen los medios de comunicación culpa de esta invisibilización? J.S.: «Los medios de comunicación tienen un defecto, y es que no se dan cuenta de que son un altavoz. Lo que tú dices en los medios de comunicación va a tener un impacto impresionante. Cuando se habla de una persona sin hogar, siempre destacan la parte negativa. Siempre dicen ‘los pobres vecinos que viven al lado’. Cuando pasa algo, en seguida lo achacas a una persona sin hogar. Los medios de comunicación perpetúan los estereotipos». L.P.: «A veces se publican fotografías en las que sale un indigente y al lado una botella de alcohol y se relacionan de inmediato. Sin embargo, es posible que ese lugar haya sido el único refugio que encontró la persona y que por eso se quedó ahí».
¿Las administraciones públicas toman esta cuestión como una prioridad? J.S.: «Se habla mucho de que el Gobierno de Canarias hace programas para luchar contra la pobreza. Se habla mucho de que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife tiene que dar mucho dinero para mantener el albergue, pero a la hora de la verdad, ninguna administración pública ve como prioritario llevar a cabo una inclusión social y luchar contra la situación que ellos viven. El albergue de Santa Cruz es un referente de lo que no hay que hacer. Tienen un recurso alojativo, los meten a todos juntos como una algarabía, sin tener en cuenta sus circunstancias personales. Si una persona tiene una drogadicción o un trastorno mental. Debería haber dentro del propio albergue salas exclusivas para un determinado perfil. Tienen un gran volumen de trabajo. Las personas que ingresan ahí no pueden recibir una hora de atención por persona, sino horas, días o meses, pero no se dan las condiciones para que se desarrolle esa atención personalizada».
¿Se perciben deficiencias en la labor de las asociaciones? J.S.: «Si la comparamos con la Administración Pública, funciona de lujo. Pueden tener deficiencias, pero por falta de recursos económicos. Sería más eficaz darle este dinero a un proyecto como Cáritas, y que ellos lleven a cabo los pisos tutelados. Sería lógico, estarías consiguiendo una mayor integración, el coste económico sería menor y todos salen ganando».
Para acoger a las personas en los albergues, ¿se acogen a todas sin discriminación? J.S.: «Hay recursos alojativos que no acogen mujeres porque se supone que el colectivo de mujeres sin hogar es mucho menor. Creo que en el albergue sí las admiten, pero tienen una parte especial para ellas».
¿Qué alternativas podrían ponerse en práctica para mejorar esta situación? J.S.: «Cáritas es un referente positivo. Tiene varios pisos y, según la situación en la que te encuentres, estás en un piso o en otro. Empiezas por Calor y Café, cuando estás en situación de exclusión total. Vas a dormir y te vas el resto del día. Mientras vas mejorando te derivan a otros centros que ellos tienen. Hay centros para personas con drogadicción, centros para personas con VIH, etc. Trabajan con ellos tanto la parte psicológica como la física y así consiguen integrarlos y que vuelvan a su trabajo, a su casa, y es más barato que tener un albergue. Hay estudios que demuestran que los pisos alojativos individuales son más eficaces y más baratos a largo plazo que tener un macroalbergue. Ese es el camino».