Nos hemos acostumbrado a que la mentira haya aterrizado en cualquiera de las esferas de nuestro día a día: en la televisión, en las redes o a pie de calle. De manera continua asistimos a sangrientos enfrentamientos entre nuestros líderes políticos, y nos sumergimos en debates que buscan esconder la realidad tras palabras refinadas. Nos relajamos al escuchar que las pensiones subirían, que el paro bajaría y que, poco a poco, Alemania iría haciendo hueco para los países que nos quedamos a la cola en Europa. La hipocresía política ha alcanzado caminos inimaginables, y querida amiga Ciencia, también te ha tocado a ti.
Suena un tanto pretencioso que dedicando solo un 1,19 % de PIB a la Investigación, Desarrollo e Innovación se afirme de manera tajante que «España tiene un buen sistema de I+D+i». Tenemos que ser consecuentes y conscientes, ya que la media europea de inversión en este ámbito ronda el 2,3 %. Por eso, nuestro país se ha convertido en «creador de talentos ajenos»: formamos buenos trabajadores en las universidades que luego abandonarán nuestras fronteras para ser productivos fuera, ya que aquí no tienen el pan asegurado. Alrededor de 30 000 personas han hechos las maletas en los últimos años y han partido en busca de un futuro mejor. Pero esto no es todo, en nuestro país 27 000 investigadores se han quedado sin trabajo.
Esto no ocurre solo ahora, ha pasado durante mucho tiempo. A pesar de que los datos puedan ser más o menos esperanzadores queda mucho por hacer. Seguimos acudiendo a situaciones lamentables: grupos de investigación que tienen que hacer malabares económicos para llevar sus planes adelante, proyectos divulgativos que no cuentan con el respaldo institucional suficiente o genios investigadores que son más reconocidos fuera que en casa. Parece que las grandes olvidadas de la crisis no solo han sidos las artes o la cultura, la inversión en ciencia ha dejado un hueco que marcará el porvenir de nuestra sociedad.