Un grupo internacional en el que participan investigadores del Reino Unido y España, y cuyo autor senior es profesor de la Universidad de La Laguna, Ernesto Pereda, ha publicado recientemente un trabajo en la revista Frontiers in Neurosciences, la tercera publicación internacional en abierto más citada del mundo en el ámbito de la neurociencio. En él, se demuestra que el cambio en la comunicación entre diferentes frecuencias de distintas áreas cerebrales es un signo distintivo de la etapa más temprana de la enfermedad de Alzheimer.
Los investigadores analizaron la actividad electromagnética cerebral en reposo de 54 personas divididas en dos grupos, unas con deterioro cognitivo leve (MCI por sus siglas en inglés) y otras de la misma edad, pero sanas, y utilizaron métodos matemáticos, junto con la información de su estructura cerebral registrada mediante resonancia magnética, para estimar la comunicación entre las diferentes frecuencias de distintas áreas cerebrales. Estos patrones de conectividad fueron luego introducidos en un algoritmo computacional, y usados para entrenar un clasificador, que fue capaz de distinguir de forma automática, en el 95% de los casos, entre sujetos sanos o enfermos.
El investigador de la ULL, Pablo Cuesta, también ha participado
Los dos miembros de la ULL que han participado en el estudio son el investigador Pablo Cuesta, con contrato Juan de la Cierva, y el docente Ernesto Pereda, ambos pertenecientes al Departamento de Ingeniería Industrial. «El resultado es muy interesante porque ya se sabía que, incluso en reposo, las diferentes frecuencias cerebrales interactúan entre ellas, y que esta se podía registrar con sensores externos. Pero es la primera vez que se comprueba que esta interacción está alterada en las primeras etapas de la enfermedad”, asegura el profesor.
En concreto, los sectores en las que más cambia la actividad son el lóbulo frontal y prefrontal, varias áreas parietales y el precúneo, muy relacionado con la memoria, y la comunicación con el hipocampo, donde se almacenan los recuerdos, y de las primeras afectadas. «Que su actividad esté alterada incluso en descanso abre la puerta a la posibilidad de detectar los primeros síntomas de esta patología de forma no invasiva y sin necesidad de que los pacientes tengan que realizar ningún tipo de tarea cognitiva”, explica.
«El objetivo es ver si con esta información adicional podemos detectar el origen antes incluso de que el sujeto sea consciente de que algo no anda bien»
El trabajo se encuadra en el marco de un número especial de la revista, que ha sido editado por varios de los mejores especialistas mundiales en el estudio de la actividad electromagnética cerebral. “Teníamos mucho interés en poder publicar aquí los resultados, que ya habían sido presentados en una conferencia en la Universidad de Cambridge a finales de 2017, donde fueron muy bien recibidos», comenta Pereda.
Asimismo, destaca como otro factor clave la obligatoriedad de hacer público tanto los datos utilizados como el código informático usado para generar los resultados. «Ello asegura la reproducibilidad de los mismos y la total transparencia en su generación, y aumenta el impacto de la publicación”, señala.
El siguiente paso de esta indagación será integrar información de la dinámica, que determine cómo los patrones de conectividad varían con el tiempo, e investigar, además, sujetos en estadios aún más tempranos de la patología, en los que aún no existe ni deterioro cognitivo ni ningún otro síntoma de la enfermedad. «El objetivo es intentar ver si con esta información adicional podemos detectar el origen antes incluso de que el sujeto sea consciente de que algo no anda bien…”, concluye el docente.