Isabel Alllende tiene la edad suficiente (73) para escribir de la vida con una visión más madura o, al menos, su largo recorrido existencial le otorga ciertas aptitudes para realizar una descripción más detallada. Aunque su nueva novela tiene lugar en un asilo, El amante japonés está animada por la misma exuberancia que ha hecho que venda unos 65 millones de libros en todo el Mundo. Mientras evita los tópicos de las personas mayores (demencias, miedo a la muerte…), Allende plasma a la perfección la compleja realidad que es vivir una larga vida.
Solo hace falta mirar a El amante japonés para comprender que se ha cuidado hasta el último detalle. La portada del libro nos muestra a una joven de piel pálida y mirada penetrante. Allende ya nos adelanta que, una vez más, será una mujer la protagonista de la historia. Una mujer que, a pesar de su belleza, esconde a un ser complejo en su interior, como veremos en sus páginas. También se puede destacar que el nombre de la escritora capta la atención mucho antes que el propio título de la obra. Ciertamente, Isabel Allende se ha convertido en algo más que en una escritora, para transformarse casi en una marca. La novelista es ya una razón de peso para comprar alguno de sus volúmenes.
La primera elección del texto es el empleo de la voz narrativa en tercera persona. Nos presenta a una mujer: Irina Bazili, de veintitrés años y procedente de Europa del este. Por tanto, la elección de la portada ha sido lo suficientemente inteligente como para empezar a narrar la historia sin haber abierto el libro.
La trama, y a pesar de su complejidad (Allende hace referencia a ciertos conflictos internos, como la tragedia amorosa, que cualquiera de nosotros puede llegar a experimentar en algún momento), resulta sencilla de entender: la acción tiene lugar en Lark House (asilo), que es más bien un lugar de inquietud y no de descanso para los ancianos. Sus 250 inquilinos (mayoritariamente octogenarios) son «librepensadores, buscadores de caminos espirituales, activistas sociales y ecológicos, nihilistas y algunos de los pocos hippies que iban quedando vivos en el área de la bahía de San Francisco». Mientras los pacientes van avanzando por los cuatro niveles de los que dispone la residencia, hasta llegar al llamado «Paraíso» en el que aguardan su tránsito al cielo, disfrutan de una amplia variedad de clases: desde la pintura hasta la astrología; un club de cine para los amantes de las películas de crímenes y violencia; y de efectivas, y sorprendentes, manifestaciones en las calles de California. «Esos viejos eran prueba contundente de que la edad, con sus limitaciones, no impedía divertirse y participar en el ruido de la existencia», escribe Allende.
Como si se tratase de una obra de teatro en la que los personajes no pueden permanecer estáticos durante largo tiempo, la escritora comienza inmediatamente a agitar la trama. Se centra en un primer momento en Irina Bazili. A pesar de que Irina tiene poca experiencia laboral, se muestra encantada de haber encontrado un trabajo en la residencia. Aunque algo misterioso la envuelve, la actitud positiva de Bazili sacude no solo a la casa, sino también a la novela.
Irina siente una especial atracción por otro de los personajes clave de esta obra. Se trata de una mujer elegante y sofisticada, casi burguesa, llamada Alma Belasco. Al igual que Irina, Belasco acaba de llegar a Lark House, envuelta también en un halo de misterio. En otras palabras, Allende utiliza a Irinia Bazili como elemento esencial a la hora de conocer la historia de Alma Belasco, que es realmente lo que nos desea contar la escritora. Introduce, así, lecturas de diarios o conversaciones íntimas con el nieto de Alma, los cuales son sagaces recursos literarios para conocer otros aspectos de los personajes. A pesar de que la historia está narrada en tercera persona, podemos decir que en la mayor parte de la trama se trata de un narrador con focalización única (o bien en Irina Bazili o bien en Alma Belasco).
Como unas galletas recién horneadas
El amante japonés produce la misma sensación que unas galletas recién horneadas: es descaradamente dulce en un principio, pero nada empalagosa. En ningún momento busca conquistar el corazón de los lectores, a pesar de que nos presente a unos personajes indefensos e inseguros. Se intenta reconstruir la vida de Alma Belasco y en ese proceso, en el que la narrativa de Allende fluye de forma natural aunque aborde complejas situaciones, nos lleva a la segunda mitad del siglo XX. Reúne en diversos capítulos las atrocidades cometidas por la Alemania nazi en Polonia, la Resistencia francesa, los campos de concentración para japoneses en los Estados Unidos o, incluso, la crisis del sida. Claramente, Allende reúne material suficiente como para crear tres novelas más y es cierto que muchos de estos momentos parecen estar condensados al máximo, pero la novelista muestra una habilidad sorprendente a la hora de atrapar la esencia de estos acontecimientos, para luego desnudarlos en sus páginas sin caer en la superficialidad o en una torpe incoherencia. En otras palabras, sabe mantener el hilo conductor a lo largo de toda la obra. Muestra sus dotes literarios, a pesar de que haya sido criticada en ciertas ocasiones (al parecer, La casa de los espíritus no solo es su obra más representativa, sino también el pretexto para pensar que sus novelas posteriores no tienen calidad alguna).
Allende es una escritora que sabe establecer un ritmo de narración rápido, directo y sencillo. Entiende que debajo de los grandes conflictos (el amor, la magia o la opresión suelen ser sus temas más comunes, y no podían faltar en esta obra) existe algo mucho más familiar y humano.
Uno de los grandes aciertos de la narrativa de El amante japonés es esa capacidad de mantener el interés en las historias del pasado y las del presente. Refleja, pues, que el ser humano recuerda el ayer para no perderse en el hoy que les rodea o en el mañana que les espera.
En resumen, el aspecto más atractivo de esta novela es que, a pesar de los horrores, tanto a escala social (los conflictos humanos que refleja) como personal (los pasados turbulentos de sus personajes), sigue siendo una historia que habla de generosidad. Allende se las arregla muy bien, combinando la comedia, el misterio, el romance o la fantasía, para crear una novela exquisita que se convierte en un placer para recomendar.