Prueban la relación entre una proteína y la actividad cerebral en ancianas

Ciencias

Un equipo multidisciplinar de investigación con participantes de varias universidades y centros científicos españoles, dos de ellos de la Universidad de La Laguna, demostraron por primera vez la relación entre una variante genética de las neurotrofinas y la comunicación entre áreas cerebrales en la vejez. El estudio resultante se publicó este mes de octubre en la revista Frontiers in NeuroscienceErnesto Pereda, catedrático de Ingeniería Eléctrica y miembro del Instituto de Neurociencia de la ULL, y el investigador post-doctoral Pablo Cuesta fueron los integrantes de la institución lagunera en la investigación.

Las neurotrofinas, denominadas también factores de crecimiento cerebral, son proteínas que ayudan a la supervivencia de las neuronas. Una de los más comunes es el conocido como BDNF, que presenta lo que se denomina un polimorfismo genético, variaciones en la secuencia del ADN en diferentes sujetos de una población. En el caso del BDNF, una de estas variaciones (llamada Val/Val) tiene, en mujeres, un efecto protector contra el envejecimiento del que carecen el resto de variantes. Lo que se desconocía hasta ahora era cómo ello se reflejaba en la actividad cerebral de las portadoras de esta variante genética.

Pereda comenta este trabajo: “Lo que hemos descubierto, midiendo el campo magnético generado por la actividad sináptica de las neuronas, es que, incluso en reposo, la comunicación en la banda de frecuencia más alta entre la parte anterior y posterior de la corteza cerebral es mayor en el grupo que presenta la variante genética protectora. Pensamos que esto es un indicador de que en las mujeres que carecen de ella la comunicación entre estas áreas, asociada a la liberación de una sustancia neurotransmisora denominada GABA, está reducida”.

Correlación entre los genes y la comunicación entre áreas cerebrales


Pereda y Cuesta llevaron a cabo la parte relacionada con el análisis de señales y consideran que este resultado es importante por dos razones: “La primera, porque demuestra que existe una correlación medible entre la expresión de diferentes genes y la comunicación entre áreas cerebrales, incluso cuando no se está realizando ninguna tarea cognitiva. Y la segunda, porque nos permite entender mejor las diferencias en el proceso de envejecimiento cerebral en mujeres sanas y cómo estas diferencias pueden exacerbarse en procesos de envejecimiento patológico como la demencia”.

El siguiente paso será combinar información sobre la expresión de diferentes genes para conocer si la interacción entre ellos mismos modifica el funcionamiento cerebral tanto en personas sanas como en aquellas mostrando los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer. “Hemos comprobado también, utilizando herramientas de aprendizaje automático, que es posible determinar con precisión el grupo al que pertenece cada una de las participantes simplemente a partir del grado de conectividad entre un subconjunto de áreas en la corteza frontal y occipital», admite.

Asimismo, están convencidos de que, añadiendo información de más genes y de la estructura anatómica del hipocampo (la zona del cerebro en la que se forman los recuerdos), podrán anticipar de forma no invasiva el diagnóstico de la patología en su estadio más temprano, antes de que aparezcan los primeros síntomas”.

La idea es que esto permita mejorar la eficiencia de los tratamientos de una enfermedad que, si bien no tiene cura actualmente, puede mejorar su sintomatología si se trata de forma temprana.

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