Antonia Molinero, un bolígrafo y un trozo de papel, se han convertido en un trío inseparable. Es la directora de la Escuela Canaria de Creación Literaria, donde se fomenta no solo la creatividad del alumnado sino, además, el amor por la lectura. También es la autora de Chinita, un libro muy especial que le ha supuesto una gran satisfacción personal. Tiene una visión muy crítica sobre el sistema educativo actual: “Hay que animar, de alguna manera, al alumnado”. El centro de su vida es la literatura. De una manera u otra, siempre está presente en su día a día.
¿Cómo surge la idea de escribir Chinita? “A los escritores yo creo que nos surgen las ideas porque hay algo que te motiva o te obsesiona. Chinita nace de un reportaje de la BBC que se titulaba ‘las habitaciones del infierno’, donde el grupo de reporteros se metieron en los orfanatos chinos y destapan el horror que allí estaba ocurriendo. Ese reportaje hay que verlo con cierto cuidado porque hiere muchísimo la sensibilidad. Se veía la realidad. Fue a partir de esa imagen de las niñas muriendo en los orfanatos”.
«Gracias a la imaginación puede sobrevivir»
Son terrores que marcan a cualquiera. “Sí, es que me quedé con esa idea de niña a la que nunca pude adoptar porque siempre estoy con mucho trabajo y no era el momento. Después vi que nunca iba a tener una hija y me dije: ‘pues vale, me voy a crear una hija’. Y tenía que ser china. Y entonces creé a Chinita, que es mi hija literaria. Se convirtió en una niña que tiene una percepción de la realidad como Matilda o Mafalda y que tiene demasiada imaginación. Y gracias a esa imaginación pues puede sobrevivir”.
Aparte de imaginativa, ¿cómo describiría a este personaje? “Ella cree que habla con su abuelo que ha muerto, lucha contra la religión católica que no entiende en su mayoría, aunque sí entiende que, en su esencia, la primera intención es amarnos unos a otros. Se queda con lo bueno de cada cosa. Y su gran herramienta para vivir es el sentido del humor. Se pasa la vida riéndose hasta que… Uno se puede reír de todo menos de una cosa y, cuando ocurre, ella se queda con todo el amor que ha recibido”.
¿Ha notado la aceptación que ha tenido? “Sí, claro que sí, cada vez que hablo de ello o alguien lo lee… Igualmente, creo que Chinita se ha quedado corta, creo que se debería sacar más ediciones, pero vamos a esperar a Cochinita, que ya estoy con ella. Bueno, no estoy porque no tengo tiempo. Aquí mismo tengo lo que estoy escribiendo y es que la gente me lo pide, yo flipo. Me preguntan: ‘¿Y Cochinita?’, y yo les tengo que decir que está esperando”.
¿Qué podemos esperar de esta nueva etapa de su hija literaria? “Ha crecido, ya no tiene nueve años. Si Chinita era el resumen de todos los problemas que tiene una niña que está dejando la infancia, ahora Cochinita deja la pubertad, se hace una adolescente y choca con muchas cosas. Va a descubrir el sexo con todos los problemas que acarrea descubrirlo. Problemas o no problemas, depende de la situación. La obsesión antes era la religión y ahora pasa a ser el sexo. Va evolucionando”.
En septiembre la escuela cumple 15 años. Sin embargo, ere de Madrid. ¿Qué fue lo que le llevó a instalarse aquí y crear la Escuela Literaria? “Las circunstancias de trabajo de mi marido y que justo en ese momento tuve un niño y quería cuidarle. Como mis trabajos siempre han sido muy absorbentes, decidí dejar de trabajar y estar un año cuidando de mi hijo. Primero trabajé como profesora en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, pero la literatura siempre me acaba pidiendo cita ja ja ja, y dije: ‘¿hay aquí alguna escuela de creación literaria? ¿no? Pues venga’. Y comenzamos».
«¡Empezamos por todo lo alto!»
¿Cómo fueron esos primeros momentos? “Comenzamos con un crédito de la Fundación de la Dona Emprenedora de Barcelona. Bueno, empecé yo sola. No pedí ayuda, presenté un proyecto que fue aceptado, me dieron un microcrédito y con eso empezó la escuela. Me ayudó mucho Juan José Delgado a presentarme quién era quién y Rafael Arozarena inauguró la Escuela. ¡Empezamos por todo lo alto! Y aquí seguimos trabajando”.
Siguen sumando años… “Sí, lo que pasa es que la Escuela crece mucho, pide mucho, Cochinita pide mucho, la familia pide mucho. Conciliar la vida laboral y la familiar es prácticamente imposible si eres un empresario. Hay algo que cojea siempre y, a veces, me planteo si merece la pena realmente que la empresa vaya tan bien cuando no estás en casa”.
Se generan dilemas personales, imagino. “Claro, creo que deberíamos plantearnos trabajar menos y de una manera más eficaz. También debemos atender a nuestra propia vida y convivir con los demás, no todo es trabajo. El empresario suele estar muy desprestigiado, pero para que surja una empresa tan chula como esta hay que trabajar mucho. Siempre lo digo, pero es mucho más de lo que digo. Además, con las redes sociales no tienes parada. Entonces pues acabo trabajando cerca de 10 horas”.
«Ver que un niño se descubre como escritor es maravilloso»
Pero, en el fondo es gratificante… “Por supuesto. Hay personas que ya están triunfando como es el caso de Roy Galán, y todo eso son satisfacciones. Ver que de repente un niño o un adolescente se descubre como escritor o como alguien que podría llegar a serlo y tiene algo que contar es maravilloso. Yo el otro día ponía en Facebook: ‘Gracias a días como hoy vale la pena todo’. Pero tengo una familia en Madrid a la que no veo, dejo a mis sobrinos como niños y cuando vuelvo ya son mujeres y hombres. Dejas mucha vida por el camino”.
Cada uno a su manera. De ahí el enriquecimiento de la sociedad. “Exacto, los de humanidades trabajamos un montón porque para que la cultura tenga peso hay que esforzarse mucho. La gente eso no lo sabe: cuando algo funciona es porque hay un buen equipo detrás. Yo creo que no se valora o no se conoce. Igual sí se tendría en cuenta, pero se quedan en ‘ay, tú trabajas en eso, qué guay’. Yo estoy cansada de trabajar tanto, lo puedes decir ja ja ja. Vivo en Canarias y no veo el mar, vivo en Canarias y no veo el sol, bueno… Aquí en La Laguna se ve poco de por sí”.
«Hay trabajo, magia y chispa»
El hecho de que una escuela como esta se haya consolidado ha sido por el trabajo que hay detrás… ¿O ha habido algo más? “Hay de todo. Hay trabajo, hay magia, hay chispa, hay gente que ha aportado muchísimo a la Escuela porque siempre nos ha apoyado desde el principio, como Coriolano González Montañez o Juan José Delgado. Y también gracias a los alumnos que son los que hacen que la escuela, pero ellos vienen porque hay algo que se les ofrece. Y eso es fantástico, ver que hay gente que se viene desde Buenavista del Norte dos veces por semana, que vienen desde La Palma o de Asturias para hacer aquí un curso”.
¿Alguna anécdota que le haya marcado en especial? “Me muevo mucho por el humor. Una de las cosas que más gracia me hizo fue con los Jóvenes Escritores. Un día, entra por la puerta un señor y se pone a hablar en griego de repente. Nos quedamos todos mirándolo. Va un niño y le contesta en griego. Y yo dije: ‘Bueno, pues…’. Ja, ja, ja… El hombre se quedó alucinado. Realmente esta escuela es mágica. Y no entró a preguntar dónde estaba una calle: se puso a hablar de filosofía. Debió de pensar que este era un buen sitio para soltar su mensaje. Fue grandioso ese día. Han pasado mil cosas. Podría escribir un libro”.
«Se creó un espacio formativo que nunca más volverá»
Estudió en la Escuela de las Letras en Madrid. ¿Qué recuerdos tiene al respecto? ¿Recomendaría una experiencia así? “Bueno, la escuela ya no existe, pero realmente fue la primera escuela de creación literaria que se organizó en España. Y eso fue una bomba. Ahí estaban los mejores escritores, críticos y editores impartiendo clases. Tuve la suerte de estar en el sitio concreto en el tiempo concreto, los compañeros que tuve en mi promoción fueron personas como Rodrigo Muñoz Avia, Silvia Bardelás y Jesús Olmos. Se creó allí un espacio formativo que nunca más volverá”.
Las cosas cambian… “La gente lee menos. a mí todavía me sorprende que la gente no haya leído El Quijote, Mararía o Madame Bovary. ¿Qué clase de escritor te crees que vas a ser si no tienes una formación de lector? No entiendo que alguien que quiere ser escritor no sea un gran lector. Es como si te digo: ‘¿tú quieres ser carpintero y te gusta la madera?’ Y me respondes: ‘bueno, nunca he tocado una madera’. Entonces, ¿por qué quieres ser carpintero? En la escuela se ha fomentado mucho la lectura para que la gente no pierda el eje. Es fundamental”.
«Ver todas las exposiciones que quieras no te convierte en pintor»
Pero no por leerte todos los libros del mundo vas a saber escribir. “No, no. Puedes ver todas las exposiciones de pintura que quieras y eso no te convierte en pintor. No todo lector es un buen escritor, pero todo escritor tiene que ser un buen lector. En escritor te convierten otras cosas, pero desde luego, leer es una de ellas”.
También trabajó en la editorial Taurus, un ámbito más periodístico y objetivo. “En ese momento lo que necesitaban era a gente que supiera escribir y que tuviera una capacidad de comunicación importante, algo que tengo. Afortunadamente, las campañas de los libros que yo llevaba adelante eran un éxito. Siempre la cuestión literaria es la que más me atrae. Esta otra faceta es muy interesante porque tienes que hacer dossieres de libros y me encanta el mundo periodístico”.
Siempre está bien experimentar y abrir el abanico… “Hubo un momento en el que ya tenía el contacto de todos los periodistas nacionales. Al ser en ese momento del grupo PRISA, pues el acceso es más fácil. Los libros eran estupendos. También supe estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Siempre caigo en el sitio donde tengo que estar. He tenido mucha suerte, pero la suerte también la busco”.
«No estaría mal que nos invitaran a dar alguna master class«
¿Hay algún acuerdo o convenio con la Universidad? “No. Sí me han invitado en Periodismo para dar una clase de creación literaria y ahí fui encantada y a los chicos les gustó. Fue hace un par de años. Creo que no estaría mal que de vez en cuando en carreras que tuvieran una directa relación como es periodismo o filología nos invitaran a dar alguna master class. Sobre todo en relación a la creatividad”.
A veces parece que falta motivación… “La culpa no es solo de la nueva generación. El sistema educativo no promueve la imaginación. Es el momento de buscar ese punto de encuentro entre el sistema educativo y lo que realmente la gente que está en formación necesita. Esto se debe producir cuanto antes porque la gente está aburridísima en la Universidad y en los institutos. Hablo muchísimo con estudiantes y es meterte un montón de cosas en la cabeza y vomitarlas: aprendizaje cero. La Escuela de Letras en Madrid fue en un momento; ahora no es eso, pero hay que buscar otra cosa que sea estimulante para el estudiante y una forma en la que el formador llegue a ellos”.
«Hay que hacer una revolución educativa brutal»
¿Está hablando de cambiar la concepción que tenemos de enseñanza? “Sí, porque hay que hacer una revolución educativa brutal. Lo que había antes no va a volver, pero creo en el futuro. Antes dije ‘nunca volverá’ y parece que me he quedado en el pasado y no. Lo que creo es que hay que trabajar para buscar una fórmula de enseñanza nueva porque aquello ya fue. Ahora tenemos otro perfil de estudiante al que se le puede volver a inculcar el amor por las humanidades, porque a la gente le encanta”.
¿Es posible que se diferencien mucho las letras de la ciencia? “La educación últimamente está muy especializada. ‘Tú sabes de esto y de nada más’. ¿Por qué? ¿Si eres médico ya no puedes estudiar literatura? ¿Si estudias literatura ya no puedes saber nada sobre el ADN? Pero, ¿qué pasa? Vamos a tener muchos conocimientos sobre una cosa y analfabetos en todo lo demás. Pues no, hay que tener una educación multidisciplinar. No me gustan nada los bachilleratos que estoy viendo ahora tan separados. Creo que tendría que ser un bachillerato para todos”.
«Desde la literatura se puede hacer mucho, pero no todo»
Estudiar de todo un poco… “Sí, que haya un montón de asignaturas juntas y si tienes interés en algo, lo estudias, pero como algo puntual que te aporte conocimiento y que no exijan notas. Entre lo que copian, la cantidad de tareas que tienen que hacer y el coñazo de las clases, algo está fallando. Tiene que intervenir el sistema político y no les interesa demasiado que la gente se forme. La educación tiene que pasar a la primera posición. Se tiene que implicar, sobre todo, el gobierno central. Desde la literatura se puede hacer mucho, pero no todo”.
Volviendo a su gran pasión, ¿cuándo se dio cuenta de que la literatura iba a ser el eje de su vida? “Enseguida, es decir, yo empecé a escribir poemas cuando tenía once o doce años. Fue cuando empecé a darme cuenta de que no entendía nada y pasé de la infancia a la pubertad. Ahí me entró la literatura como si fuera un tsunami. Empecé a leer incluso antes”.
¿Recuerdas el primer libro que leyó? “El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Para mí fue fundamental. Era alguien que estaba apartado de los humanos y unos animales le ayudan. Fue brutal ver que los que piensas que son los malos, los lobos, que parece que se lo van a comer, son los que le ayudan. Los padres lo abandonan… Un cuento es cuando estás abandonado en el bosque y ¿qué haces? Ahí empieza todo, cuando uno está a la intemperie”.
«Lo más importante es saber qué se puede contar y qué no»
¿Hay alguna cita celebre o fragmento de un libro que le haya marcado o que tenga como lema? “Me gusta mucho Shakespeare, y de ahí viene: ‘Prefiero ser rey de mis silencios que esclavo de mis palabras’. Chinita empieza diciendo que lo más importante es saber lo que se puede contar y lo que no: ese es el principio de la literatura, qué cuentas y qué no cuentas. Si no se puede contar es un secreto, y los secretos no se cuentan. Y lo que se puede contar igual es demasiado obvio… Aunque hablo mucho, hay muchas otras cosas que me callo, y entonces eso sí es verdad que soy reina de mis silencios”.
Entra en juego la discreción, ¿no? “Obviamente. Sé cosas de gente que nunca las contaría, estaría bien… A veces tengo fantasías de escribir unas memorias y contar todo lo que sé ja ja ja. Pero, ¿para qué? Hay cosas que no se deben contar. A mí me gusta mucho la verdad, pero hay cosas que tal vez es mejor no decir. Al igual por eso nunca me he hecho periodista”.
En el periodismo debe primar la veracidad… “Por eso mismo prefiero la ficción. Nunca miento, pero no cuento todo. Y ese es el motor de Chinita. Puede decir ‘te quiero’ y al momento decir que ve fantasmas, y eso es un problema porque pueden pensar que estás loca. A lo mejor las personas que ven fantasmas son las que realmente saben decir muy bien te quiero”.