Airán Fernández y Faustino Afonso tienen varias cosas en común. Aparte de contar con una discapacidad, estudian Medicina en la Universidad de La Laguna y destacan en el deporte adaptado como referencias a nivel nacional en parapowerlifting y natación, respectivamente. Dos ejemplos de superación que hoy lunes, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, reivindican más que nunca la necesidad de ser empáticos, mejorar la accesibilidad de las infraestructuras, así como acabar con las etiquetas con las que conviven en el día a día.
Fernández se encuentra en silla de ruedas, después de sufrir un accidente que le causó una lesión medular. «Queda muchísimo que mejorar, pero se ve una mejor predisposición, sobre todo, a la hora de facilitarnos la accesibilidad», señala. Así, para el futuro médico la lucha y el conocimiento de los derechos de los propios implicados es vital. «El cambio está, en gran medida, en nosotros», asevera.
Afonso: «Se suele pensar que todo nos va a hacer daño pero, al fin y al cabo, la normalidad es la diferencia»
Otro aspectos que destaca son la empatía y la concienciación, los cuales para Afonso, con una deformación en sus huesos de nacimiento, son «herramientas indispensables para superar las barreras que nos ponemos nosotros mismos'». Por ello, los dos estudiantes coinciden en, más que dar a conocer las discapacidades, poner en valor las capacidades.
Con respecto a los términos, ambos remarcan que el concepto persona con discapacidad es el más adecuado, ya que muchas veces se intenta adornar tanto que se cae en la discriminación. «Se suele pensar que tenemos la piel muy fina y todo nos va a hacer daño pero, al fin y al cabo, la normalidad es la diferencia. Vamos a abrazar la diferencia», reseña el nadador.
Fernández aprueba a la ULL en accesibilidad
Durante su periplo universitario se han encontrado con varias dificultades y deficiencias arquitectónicas, sobre todo en Medicina, y en el caso de Fernández que, incluso, no ha podido acceder a alguna clase. «Desde ese momento se han puesto las pilas y hay que reconocer y agradecer el esfuerzo que están haciendo aunque quede mucho por hacer», indica el haltera, quien ya da un aprobado alto en accesibilidad a la propia Universidad de La Laguna.
En el caso de Afonso, que asegura sentirse orgulloso de estar en la ULL y no tener queja de la actitud de las personas que la integran, recuerda un episodio en una práctica de hospital donde se desmayó por estar mucho tiempo de pie. «No puedo estar más de veinte minutos de pie, así que ya se me reserva una silla siempre», cuenta.
El PAED, un programa por y para la inclusión
Para solucionar estos problemas y facilitar su vida académica, la propia ULL tiene el conocido como Programa de Atención a Estudiantes con Necesidades de Apoyo Educativo (PAED). Este servicio busca ayudar a las personas que tienen una discapacidad no solo física, sino también TDH, dislexia u otros problemas, aportando información, contactando para ello con los profesores de estos alumnos, enviandoles un informe de recomendación, así como haciendo un seguimiento académico. «Llevamos a cabo una labor psicológica y de acompañamiento. Nos llegan personas que cuentan toda su vida y otros con los que tienes que batallar para que te digan en qué puedes ayudarlos.», relata Cristina Alberto, becaria del PAED.
A la hora de acceder a este programa hay dos vías: la manera institucional, marcando una casilla dentro de la matrícula, o contactando vía llamada telefónica o por correo si no está reconocida la discapacidad. «Tras este primer paso, nos ponemos en contacto con la persona e intentamos hacer una entrevista personal para saber sus necesidades y ponernos en contacto con los profesores para que puedan aprobar la carrera», admite Roberto Siverio, técnico del PAED.
Actualmente 86 estudiantes de la institución lagunera disfrutan de este programa, pero el objetivo es visibilizar aún más si cabe el proyecto potenciando las redes sociales y participando en jornadas formativas, como es el caso del 14 de diciembre en el evento APREME en Icod. Fernández y Afonso se encuentran insertos en él y reconocen la gran labor que realizan. «Animamos a todos a formar parte de él, ya que cuantas más personas estemos más nos beneficiaremos como comunidad», agregan los deportistas.
El deporte como salvación
Los dos estudiantes de Medicina descubrieron la disciplina en la que hoy triunfan de manera muy distinta. Por un lado, Fernández se zambulló el mundo de la halterofilia en 2002 para hipertrofiar su tren superior tras el accidente que sufrió. Tras un parón, donde coqueteó con el baloncesto en silla de ruedas con el Ademi Tenerife y el bádminton, retomó la actividad en 2010 a su vuelta de Tenerife, tras acabar INEF en Las Palmas. Desde entonces, han caído seis campeonatos de España de Parapowerlifting y varios récords nacionales. «En mayo de 2019 tengo la copa del mundo y mi idea es quedar entre los cinco primeros y poder batir mis marcas», apunta.
Afonso en cambio, se encontró con la natación en los primeros años de su vida tras haber recibido un diagnóstico muy negativo por parte de los médicos. «Me dijeron que no podría caminar, así que mis padres tuvieron la genialidad de apuntarme a natación en la piscina municipal de Garachico y, gracias a ello, aprendí a caminar con cinco años», explica. Decidió dejar de nadar e intentar probar en el fútbol o en kárate, pero recibió idéntica respuesta por parte de los equipos: «No».
Afonso: «La natación apareció por segunda vez en mi vida casi que para salvarme la vida»
Desde entonces, se dio por vencido, algo que hizo que llegara a pesar 120 kilos y pusiera en serio riesgo su vida. «En ese momento volvió a aparecer la natación en mi vida, casi que para salvármela», recuerda. Afonso siguió una dieta muy estricta, empezó a bajar de peso y se inscribió en la piscina municial de Icod hasta su llegada a la Universidad, donde conoce al Ademi y empieza a competir, algo que define como una bendita droga de la que está enganchado.
Con todo, el esfuerzo le ha llevado a ser campeón de España de natación adaptada en varias modalidades en 2013, estar entre los ocho mejores del mundo y quedarse a las puertas de los Juegos Olímpicos de Río 2018, el cual considera el peor momento de su carrera deportiva. «Me dijeron que iba, me llamaban los medios de comunicación, me pusieron hasta las vacunas y cuando tenía que viajar a la concentración, que era en Las Palmas, me dijeron que mi plaza no había saltado», cuenta.
Por ello, tanto Afonso como Fernández marcan en rojo Tokio 2020, ya no solo como un sueño, sino como un propósito real para, quién sabe, abrazar la diferencia y, quizás, también un metal.
Vídeo: Rafael Aguirre