Belén Oranguyen, cuyo nombre en África es Iyanifa Ojurunmi, es la directora de la Asociación Afrikan Quenn Ayuda. Empezó por su propia cuenta luego de realizar un viaje que le cambiaría la vida. Después de varios años, y tras la sugerencia de su hermano, se dio de alta en el año 2016, para ver si de esta forma lograba recibir más ayuda que la que ella sola podía conseguir. Pero las cosas no cambiaron mucho. María Belén, que vive con un hijo discapacitado, ha donado parte de la ayuda que se le otorga a su hijo para intentar frenar el hambre y la miseria en África, en concreto en Nigeria, a la cual nombra como «la gran gigante».
Al darse de alta comprendió cómo la burocracia domina un mundo donde todo es un negocio. Al ser una organización nueva, la única ayuda que le fue facilitada fue un local en malas condiciones, «un gallinero» como diría ella, que utiliza ahora más como un almacén que como una oficina. Aclara que las únicas organizaciones que reciben ayudas son aquellas que tienen un renombre y que operan dentro del ámbito de las islas, cosa que facilita las fotos con los gobernantes de turno, tal y como sentenció.
Una ayuda a la espera de ser enviada
Una voz y carácter fuerte a la hora de expresarse, esconden detrás a una mujer que no piensa dos veces en dar lo único que tiene: «me escriben desde Lima, Argentina, Kenia y, al ver la situación de todas esas personas, me da tanta pena que les mando dinero para ayudarlos aunque sea un poco». Afirma que estamos dormidos en un mundo capitalista donde las modas cambian cada tres meses: «en África solo comen una vez al día. Se levantan, se toman un té y luego, a eso de las siete de la noche, comen un plato de carne o lo que encuentren, pero son tan felices con lo poco que tienen que te hace replantearte tu vida».
De momento la COVID-19 ha empeorado su situación como en muchas otras ONG: «llevo desde diciembre sin poder mandar nada». Y, además, comenta cómo ciertas instituciones se apoderan ahora del negocio de los medicamentos impidiéndole que envíe como antes, por priorizar la ayuda de medicinas en España, «este es el único país que pone trabas por todo!»-reclama-.
Las personas, por ahora, hacen donaciones de ropa y demás artefactos, por lo que muchas veces su propia casa se ha convertido en un depósito más. De toda esta recogida hace una selección de lo que envía, revisando que todo esté en buen estado y lo manda en un contenedor que paga ella misma y que recibe un contacto en África que se encarga de distribuir todo a los más necesitados. Ha ayudado a orfanatos y hogares de niños discapacitados, entre otros. Con su carrito de la compra va recogiendo medicinas y demás enseres, con la esperanza de algún día tener un furgón para hacer recolectas más grandes.
Sueña con que las barreras y las trabas se terminen por esfumar y que la labor de ayudar se les facilite a las organizaciones y personas dispuestas a hacerlo. En un futuro espera recibir el visto bueno para convertirse en una ONG nacional y expandir su ayuda hasta lograr su meta final, que es la creación de una escuela en Nigeria dispuesta a ayudar a mujeres y niños contra la opresión de los maridos en un país todavía muy tradicionalista. Espera que algún día las Asociaciones dejen de competir entre sí y velen por la humanidad que ahora se encuentra tan perdida.
