Indira Pérez Delgado es una joven bailarina de clásico y contemporáneo que, con 21 años, ha participado en numerosos eventos culturales. Desde muy pequeña comenzó en fiestas de pueblos siguiendo los pasos de su madre, que ejercía como profesora de danza. Ha participado en la Gala de la Reina del Carnaval, además de aparecer en anuncios televisivos mostrando su disciplina. En la actualidad forma parte del elenco de la Ópera de Tenerife. Complementa su pasión con sus estudios en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Administración y Dirección de Empresas.
Estuviste el primer año estudiando económicas en la Universidad de La Laguna, ¿qué te llevó a dejarlo? “Decidí estudiarlo a distancia porque la ULL no me permitía esa flexibilidad horaria para hacer lo que realmente me gusta, no iba a dejar de actuar en la Ópera, porque me encanta y creo que es una gran oportunidad. Primero está lo que es lo mío, la danza y el mundo del espectáculo. Evidentemente, quiero sacar una carrera, pero no quería dejar de lado el mundo del arte. Ahora hago lo que quiero. En mi tiempo libre estudio y no me limita los horarios”.
¿Cuál de las cosas en las que has participado destacarías? “Emocionalmente, una ópera que hice titulada El circo Hoffmann, que es una adaptación de la obra clásica los Cuentos de Hoffmann. El director, Raúl Vázquez, la transformó en una ópera infantil. Ese es el mejor espectáculo que he hecho en mi vida. Raúl es una persona que te hace sentir mucho y nos transmitió el amor por lo que hacía, eso se nota, porque cuando defendimos el espectáculo, era como si lo hubiéramos creado nosotros”.
Has participado bailando en eventos de carnavales, ¿cómo es? “Estuve con gente con la que he trabajado muchas veces, eso siempre te hace sentir más cómoda. He formado parte de la apertura del show. Además, este año trabajé por primera vez en una comparsa”.
“Trabajar en una comparsa es una experiencia que me llevo, pero no la repetiría”
¿Es muy diferente estar en una comparsa que a lo que tú estas acostumbrada? “Sí, no tiene nada que ver, porque al fin y al cabo son aficionados. No son tan estrictos con los horarios y yo estoy acostumbrada a trabajar de manera rápida en la que un director te guía. Llegar a una comparsa, en la que pasas tres horas en un ensayo y la coreógrafa no sabe qué hacer contigo es una dinámica totalmente diferente. Es una experiencia que me llevo, pero no la repetiría, porque hace falta mucho tiempo libre para poder estar en un grupo del carnaval”.
¿Tuviste algún ejemplo a seguir en este ámbito que te animara a empezar? “Sin duda mi madre. Ella en la isla no tenía posibilidad de formarse como una bailarina profesional, pero aun así fue una gran artista y mucha gente la conoce de verla en la televisión, actuaba en carnavales con la comparsa Carioca. No es que me inculcara que yo tuviera que hacer lo mismo que ella, fue voluntad propia, surgió de manera natural. Es lo que siempre había visto y me llamó la atención. Empecé a aprender con mi madre, pero sabía que si quería evolucionar tenía que aprender fuera también”.
¿Existe, además, alguna celebridad a la que admires? “Alicia Alonso siempre me gustó y tuve la oportunidad de hacer un curso en un estudio que tiene. Es una cubana que ha pasado por muchas dificultades debido a su nacionalidad. Además, se tenía que enfrentar a que los ballets famosos eran los rusos, en aquella época. Le intentaron cambiar incluso el apellido, pero ella luchó por sus sueños. Hoy en día está ciega porque tenía desprendimiento de retina. Estuvo un tiempo sin bailar por recomendaciones médicas, pero, después de eso, bailó hasta los cincuenta y pico. Esa mujer siempre me inspiró. Aunque la sociedad la intentó cambiar, ella no cedió ante nadie y fue alguien importante. Me encanta su historia”.
“No podía pretender que la gente sin conocerme me contratara”
Te llaman de muchos sitios para que hagas demostraciones. ¿Cómo te abriste paso en el mundo artístico? “Todo lleva un proceso. Lo primero es trabajar gratis, y yo lo hice durante mucho tiempo. Ya tenía conocimientos de ballet y contemporáneo, pero no podía pretender que la gente, sin conocerme, me contratara. Lo que hacía es que a donde me llamaran, iba, por ejemplo cosas relacionadas con el Teatro Victoria, figuración para lo que fuese gratis… ¿Qué pasa? Que uno se hace un nombre y vas conociendo a gente que sabe que trabajas bien: ahí está la evolución. Hay que empezar sin cobrar, incluso ahora me llaman para trabajar en la Ópera sin ser remunerado y voy, porque es lo que me gusta. Aquí funciona el boca a boca”.
¿En la industria de la danza es muy difícil triunfar? “Aquí no hay donde triunfar, ¿qué es lo máximo, el Auditorio?, ¿el Ballet de Tenerife? Habría que salir fuera de Tenerife para tener éxito. Yo actualmente no, pero cuando termine la carrera sí que tengo pensado buscar suerte en otro sitio”.
Entonces, ¿se puede llegar a vivir de ello? “Fuera, sí, por supuesto”.
¿Tienes pensado algún sitio en especial al que te gustaría ir? “Para empezar iría a Madrid y seguiría creando un nombre. Con lo que tengo, yo voy a Londres, por ejemplo, que he participado en muchas óperas, y me van a decir ‘sí, pero es la Ópera de Tenerife’. Por eso quiero que me conozcan primero dentro de España y, si me va bien, seguir”.
“Quiero hacer algo alternativo y no tan comercial”
¿Has pensado actuar en solitario? “Sí, pero ahora no. Tienes que haber trabajado mucho para hacer algo de calidad. Hay que recolectar información, así que más adelante, pero quiero hacer algo alternativo y no tan comercial”.
¿Emprenderías algún negocio relacionado? “No emprendería en nada porque es muy difícil. Una escuela de danza, por ejemplo, no lo haría nunca. Aunque pueda sonar egoísta, bailando, me dedicaría a mí, a seguir avanzando y aprendiendo yo”.
¿En el oficio te imponen una edad límite para seguir ejerciéndolo? “La vida de bailarín es muy corta. A los 36 años ya eres muy mayor para bailar. Por eso estudio la carrera, soy consciente que la vida profesional es efímera. Tendrías que ser el primer bailarín del ballet Ruso para que tu sueldo te dé después de esa edad y poder seguir viviendo”.
¿No te frustra saber que si llegas a esa edad y logras tener éxito puede que tengas que parar de hacer lo que te gusta? “Sí, pero creo que al final siempre acabas relacionado con ese mundo. Aunque no te dediques a ello, estarás en el entorno, y se puede trabajar de coreógrafo”.
“Para mí, lo que vemos por la tele no es danza”
Estamos acostumbrados a ver en los videoclips que los bailarines de concurso de televisión o de las películas sean chicos y chicas imponentes. ¿Es todo tan superficial como parece? “Es un error garrafal. El baile que se vende ahora es funky. Lo que aparece en la tele es un chico cachas con una chica con un cuerpazo espectacular, eso no es así. Existe una danza, la contemporánea, que es alternativa y puede participar cualquier tipo de persona haciendo hasta desnudos. La sociedad no acepta todavía ese tipo de actos artísticos, tienes que estar muy abierto. Ahora llegas al Auditorio y ves a alguien bailando desnudo y la gente se escandaliza. Esto propicia a que lo que se siga viendo sea lo comercial, con el chico y la chica guapos haciendo portés y el grupo de funky rompiéndose el cuello. Para mí, lo que vemos por la tele no es danza”.
¿Existe algún otro hobbie que te robe el corazón? “Siempre he tenido una espina con la escritura. Me gusta mucho la poesía. Tuve una profesora que me hizo amarla y es algo que, en cierto modo,Cua está relacionado con la danza porque se trata de expresar sentimientos y me producen el mismo placer. Antes escribía más, pero son cosas para mí”.
De aquí a siete años, ¿qué te ves haciendo? “Me veo trabajando en un musical. Es mi gran pasión. Aunque no sé en dónde, pero lucharía por poder tener esa experiencia. Además, me gustaría formarme un poco más como actriz y lo tengo como proyecto futuro. La idea es complementar lo que hago con la actuación. El canto también es mi asignatura pendiente”.