Las aulas vacías son síntoma de abandono escolar. Foto: PULL

Aulas vacías, salud mental y profesorado incompetente

Opinión

Formar parte del alumnado significa estar sometido a grandes tensiones como pueden ser querer conseguir la mejor de las notas o llegar a tiempo a la entrega de cientos de trabajos que se imponen en diversas asignaturas. Es por ello que toda la presión conlleva a que la salud mental del estudiante sea una de las grandes preocupaciones, concretamente del setenta y cinco por ciento del total. Así de claro lo deja la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE) en su informe 2020/2021 sobre educación y participación de la perspectiva de estudiantes.

Hay tres términos que describen a la perfección los problemas que se sufren: ansiedad, estrés y agobio. Todo esto empeora cuando encontramos docentes de colegios, institutos o universidad que machacan a diario hasta el punto de hacer mal, como si no se sirviese para estudiar. Rosalía García, joven estudiante de Ciencias Ambientales en la Universidad de Murcia (UMU), declara que «llegué a abandonar el Bachillerato porque creía ser tonta. El profesor llegaba a reírse de mí en mitad de un examen». Además, añade que le da pánico volver al centro educativo a por sus respectivos títulos de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato por la presencia aún del profesor.

El abandono escolar es uno de los grandes daños a reparar en nuestro país. Según el estudio realizado por Eurostat en 2020 un dieciséis por ciento de la juventud entre dieciocho y veinticuatro años dejó sus estudios. Así observamos como cada día las aulas están vacías y muchas veces por culpa del profesorado. Victoria López, publicista, tuvo problemas con una profesora en su primer año de Marketing y Relaciones Públicas de la UMU. Era de las que dejan la clase vacía, ya que afirma que «en repetidas ocasiones hizo que algunos estudiantes se tuviesen que ir en mitad de una clase llorando». Asimismo, «se vanagloriaba de que habían realizado diversas quejas al decanato y no habían hecho nada contra ella».

«Un mal docente influye en el rendimiento académico del alumnado»

Existe un término periodístico denominado posverdad que se estableció en la propaganda de Goebbles en el II Reich. Consistía en repetir tanto una mentira hasta el punto de que la población creyese que lo que se decía era cierto. Pues eso ocurre con el continuo machaque que se le da al alumnado cuando se le dice reiteradamente que es inútil, inservible, que algo no se le da bien. Estas palabras afectan psicológicamente hasta el punto de que se crean que no son buenos para aquello que en lo que se forman.

Cabe destacar un dato bastante importante: un mal docente influye un seis por ciento en el rendimiento académico. Así se dicta en el estudio realizado en 2017 por Jorge Calero y J. Oriol, economistas de la Universidad de Barcelona. Si tú piensas que eres bueno, ¿por qué una clase completa o casi completa fracasa? ¿Por qué el profesorado no hace autocrítica? Quizás así se deje de culpar al equivocado. Que sí, que algo de culpa será del alumnado, pero ¿toda?

Aunque, pensándolo bien, los centros educativos tienen algo de culpa, ¿no? A lo mejor, deberían pensarse mejor a qué equipo docente contratan. Podrían centrarse en la empatía, no solo en que enseñen bien. Creo que se necesita un cambio y los centros de estudios son los que deberán hacerlos. Un anuncio de «se busca docente que ame su profesión y que entienda al alumnado con problemas» podría servir de ayuda.

No olvidemos que durante toda la vida académica estamos sometidos a muchas presiones y estas pueden o no corresponderse con lo que necesitamos. Pero, por favor, prioricemos la salud mental del alumnado. Necesitamos una tregua y necesitamos que no nos desmoralicen. Lo mejor, como estudiantes y como futuros profesionales en cualquier ámbito de trabajo, es que se nos ayude y apoye. A veces necesitamos que alguien nos entienda. Quizás, cuando todo esto esté corregido el fracaso estudiantil deje de ser una lacra.

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