Banksy: el hombre en la sombra, el grafitero que transgrede

Opinión

Mencionar una serie de datos biográficos seguidos de alguna que otra curiosidad sobre el artista sería lo propio, pero, dado el anonimato de nuestro protagonista y en afán de no convertir un criterio en una avalancha de subjetividad informe, utilizaremos sus confecciones y su estilo como brújula, mapeando así, su obra en imágenes y centrándonos en una de ellas. Como hemos mencionado, poco se puede decir sobre este poeta del street art. Se sabe que nació en Bristol, al parecer, en 1974. No nos hace falta saber nada más. El resto nos lo dicen sus fantásticas obras. Conocerle sólo añadiría prejuicios a la hora de reflexionar sobre el mensaje que subyace detrás de sus sonoras pinceladas.

Considerado una de las figuras más influyentes del arte urbano del siglo XXI, oculta su identidad por las leyes que prohíben pintar en las paredes públicas, hermetismo que contribuye al morbo que rodea la incertidumbre sobre su anonimato, lo que ha contribuido a su vez a una cotización al alza de sus obras, lo que muchos consideran simplemente como una estrategia más de marketing del autor.

Toda su producción es una expresión contestataria hacia el mundo capitalista que nos rodea, la sociedad actual y la política. Detrás de ellas siempre hay un mensaje transgresor, rebelde, de denuncia, humor negro, que trata de despertar el odio, el incorformismo y la valentía de los ojos que las observan; despertar conciencias.

Parece que plasma extraordinariamente bien, sin pelos en la lengua, con esa técnica de esténcil sobre la pared, todo aquello que sabemos que ocurre pero que inmoralmente ni siquiera somos capaces de reconocer, de ver, de pararnos a asumir, a protestar, a denunciar, a sufrir, a no mirar hacia otro lado. Exacto: a no mirar hacia otro lado. Es lo que hace Banksy. Nos pone delante, en la calle, en nuestros lugares comunes, unas veces con ironía, otras con humor, todo aquello que preferimos no ver. Cosas que unas veces cuestan más y otras menos. Pero que preferimos obviar.

Diferenciar  si son meras pintadas o arte  aquello que de manera siempre sorpresiva aparece de la noche a la mañana en las calles de ciudades como Londres, Nueva York o sobre el muro de Cisjordania, podría no estar marcado por sus fines estéticos, sino en la intención del autor, en la visión del espectador. Y desde luego, ambos propósitos se encuentran en cualquiera de los murales de este artista.

Mobile Lovers


Una pareja de enamorados, abrazados,  están distraídos por sendos teléfonos móviles. Una manera perfecta de plasmar como la pantalla de estos dispositivos nos hacen estar ausentes hasta en los momentos más especiales e íntimos. Tanto que, de tanto mirar,  hemos olvidado  vernos.

Lejos del debate sobre la importancia de los nuevos avances tecnológicos, redes sociales y nuevas formas de comunicación, la realidad es que todo ha crecido muchísimo más aprisa que la propia conciencia de la sociedad ante como cada una de estas nuevas miras de desarrollo están condicionando un presente y de a seguro, el futuro.

La obra no quiere incidir sobre las nuevas plataformas digitales, no. Más bien, e irónicamente, a como introducimos ese brillo de la pantalla incluso en aquellos lugares, en aquellos momentos, donde tal vez, el destello de la mirada de quien tenemos frente a nosotros, somos capaces de robárselo y enterrarlo por no saber apreciar lo que es propenso a reaccionar cuando lo tocas; no, las pantallas táctiles no son las únicas que fueron únicamente creadas para este menester. Más bien, se nos olvida que prestar atención y respeto a alguien, empezando por uno mismo, implica saber cuándo el brillo frío de una pantalla debe quedar fuera de nuestro momento para convertirlo en un manantial de calor humano ajeno por completo al mundo. Un tú a tú donde sólo nosotros dos, invadimos con nuestra presencia mucho más allá que cualquier cosa tangible.

Con su ironía particular, Banksy plasma, en una sencillísima imagen, la realidad de una sociedad cada vez más dependiente, menos autocrítica y donde incluso el amor en una relación social, se ve intoxicado por un tercero que ni siquiera, tiene alma, piel, voz, sentimientos; uno más que simplemente sobra. Otra cosa distinta, es que imbuidos en ello, nos demos cuenta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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