Juan María Jáuregui era padre, esposo, político, pero, sobre todo, ser humano. Tras varios años siendo amenazado por el grupo terrorista ETA, el 29 de julio del 2000, mientras disfrutaba de una charla entre amigos, el Comando Buruntza, pistola en mano, acabó con su vida. Con esta escena comienza una película de casi dos horas de duración, dirigida por Icíar Bollaín y capitaneada por grandes figuras de la actuación como Blanca Portillo, Luis Tosar o Urko Olazabal. Un recorrido por la muerte, la desesperación y la tristeza, que permiten entender al público el verdadero significado de la palabra perdón.
La cinta, que puede llegar a recordar a Patria, serie producida por Alea Media y basada en el libro de Fernando Aramburu del mismo nombre, tiene un enfoque totalmente diferente, ya que, en este caso, hablamos de una reconciliación entre pasado y presente, entre las víctimas y sus victimarios.
Las catorce nominaciones a los Goya la hicieron partir como una de las grandes favoritas junto a El Buen Patrón, aunque, al final, solo se pudo llevar tres cabezones a casa: mejor actriz revelación, María Cerezuela, mejor actor de reparto, Olazabal, y mejor actriz protagonista,Portillo, que no es poco, ya que otras no corrieron con la misma suerte.
La historia se cocina a fuego lento, quizás puede pecar de eso en algunos momentos, pero es muy necesario hacerlo en otros. Nos relata como dos mundos totalmente opuestos, convergen en un mismo camino que deben de recorrer juntos a partir de ahora. La cinta trata del entendimiento, de dejar los prejuicios a un lado y saber perdonar, pero, ¿cómo hacerlo cuándo te lo arrebatan todo? Maixabel Lasa, en quien se basa el guion y viuda de Juan María Jáuregui, nos da una clase magistral de esto.
Los silencios, las miradas, las manos temblorosas y los murmullos son aspectos y detalles muy importantes durante el tiempo de metraje; eso sí, aunque no cae en un sentimentalismo barato, si que no puede evitar momentos que se hacen largos y algo manidos, pero que son salvados por escenas con una contención admirable por parte de algunos personajes.
La propuesta con la que nos encontramos tiene un objetivo claro: hacer entender los encuentros entre aquellos que arrebataron vidas inocentes y quiénes sufrieron al perderlas; pero, visto desde una perspectiva escéptica, el optimismo que hay detrás de esas escenas puede llegar a ser abrumador, con ciertos toques fantasiosos y algo ilógicos.
Maixabel es un drama donde se refleja, puede que no del todo bien, lo que era estar dentro de la organización terrorista, sus métodos para captar a todos sus componentes y el miedo que sus tácticas hacían sentir no solo a las personas que tenían en su espalda una diana, sino a las familias de quiénes formaban parte de los diversos comandos.
El guion, coescrito por la cineasta Isa Campo, aunque espléndido en varios momentos, adentrándonos en cada uno de los personajes y todos los matices que ello conlleva, no termina de convencer o reflejar del todo lo que realmente pudo llegar a ser el reencuentro entre estos dos bandos totalmente opuestos. Aunque la cinta avanza de una forma sencilla y sin grandes pretensiones, provoca una huella emocional entre las personas que lo vivieron, y una nueva realidad para las que no.