Dentro de pocos días será 11 de septiembre y estaría bien hablar un poco sobre la historia de mi país, Chile, de la democracia y de aquellos que van de héroes de la democracia. Y lo hago ahora porque, probablemente, ese día se hablará de las torres gemelas y nadie, o muy pocos, recordarán el golpe de Estado de 1973, que acabó con el gobierno de la Unidad Popular con Salvador Allende al frente. Y lo hago también porque las cosas no parecen haber cambiado mucho y la historia podría volver a repetirse en otros rincones del pueblo latinoamericano.
El día 4 de noviembre de 1970 dio comienzo el gobierno del doctor Salvador Allende Gossens en un Chile que pasaría a la historia al convertirse en el primer país con un presidente de claro corte marxista sin pasar por ningún tipo de revolución o levantamiento. Así es, Allende fue el primer presidente socialista en el mundo que llegó al poder mediante elecciones generales. A partir de ese momento, el gobierno de la Unidad Popular se centraría en dar un giro radical al país con políticas destinadas a combatir la hiperinflación heredada, el desempleo y a romper las estructuras de dependencia con el exterior a través de la estatización de empresas de sectores estratégicos como la gran minería del cobre.
Entre los logros más importantes del gobierno de Allende podemos nombrar: la reforma agraria, que supuso el fin del latifundismo en el país; la reducción de la inflación, que pasó de un 34’9 % en 1970 a un 22’1 % en 1971; y un aumento del PIB en un 8’6 %, de la mano de una importante reducción del paro, conseguida gracias a las mejoras en la actividad de construcción de viviendas en 1971. Sin embargo, el manejo de las industrias estatizadas no tuvo el éxito deseado y la falta de unidad de los partidos del Gobierno para afrontar la coyuntura que amenazaba la estabilidad del régimen se hizo manifiesta. La crisis comenzaría con la escasez de artículos de primera necesidad (azúcar, aceite, harina…) y la situación empeoraría con un virtual bloqueo económico, al cerrarse vitales fuentes de crédito externo, y con una sensible baja de las reservas del Banco Central, que harían de la inflación un problema insostenible. Por otra parte, las medidas del gobierno de Allende no serían del agrado de los Estados Unidos (en plena guerra fría), lo que llevaría al entonces presidente norteamericano, Richard Nixon, a influir en los grupos opositores para preparar un golpe de Estado.
El pago de indemnizaciones a las empresas expropiadas que explotaban la principal materia prima del país (el cobre), como The Anaconda Company o Kennecott Copper Corporation, por ejemplo, generó una seria controversia que alteró las relaciones entre Chile y Estados Unidos. Y así, después del asesinato de general Schneider y una sublevación militar conocida como «El Tanquetazo», todo orquestado por Nixon y su secretario de Estado (Henry Kissinger), llegaría el 11 de septiembre de 1973 el golpe definitivo que pondría fin al gobierno de la Unidad Popular y que daría lugar a una sangrienta dictadura militar, con Augusto Pinochet al frente, que duraría 17 años.
«Hoy en día, así como hay franquistas en España, existen pinochetistas en Chile…»
La dictadura de Pinochet se caracterizó, principalmente, por la supresión de derechos fundamentales, la censura, el toque de queda, la prohibición de toda manifestación opositora, el exilio, la tortura y las desapariciones. En cuanto a sus políticas, podríamos resumir su gestión en la entrega de las riendas del país a los «Chicago Boys», un grupo de economistas de la Universidad Católica de Chile con posgrado en la Universidad de Chicago que decidieron aplicar medidas de carácter neoliberal, echando al olvido todas las iniciativas socialistas del mandato de Allende.
Hoy en día, así como hay franquistas en España, existen pinochetistas en Chile… y en otros rincones de Latinoamérica, como Venezuela, donde una importante parte de la población (en la que encontramos a la actual oposición) ve al dictador como a un héroe. Y podría crearse un debate de las cosas que pudo o no hacer bien Pinochet para revertir la crítica situación que asolaba al país, pero lo cierto es que el golpe de Estado y la dictadura conforman la más oscura y sangrienta etapa de la historia moderna del país. Miles de desaparecidos y exiliados, el cadáver de Victor Jara con sus dedos machacados tras ser torturado, y la desgarradora voz de Allende en Radio Magallanes justo antes de suicidarse al verse acorralado en el bombardeo del Palacio de La Moneda, así lo prueban: Pinochet no fue ningún héroe.
Conviene reflexionar sobre la historia de Chile, y la de Latinoamérica en general, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, para asimilar mejor los acontecimientos del continente en la actualidad. Porque por muy desesperada y dramática que sea la situación actual, decir o pensar que un tirano como Augusto Pinochet pudo ser un héroe o un salvador podría llevar a nuestros pueblos a revivir la peor parte de nuestra historia. Y puede que haya quien piense que todo se reduce a elegir el mal menor porque, sí, sabemos que son tiempos difíciles para muchos pueblos. Por eso vendría bien saber que la dictadura en Chile supuso algo más que la erradicación del comunismo y una transición al neoliberalismo y al capitalismo. Porque durante su mandato, el dictador, también corrupto, se ocupó de pervertir lo que sería más tarde la República de Chile, entregándole la auténtica soberanía a un selecto grupo de familias; de oligarcas y también de parientes muy cercanos del tirano.
«Lo de hoy no es democracia; es una plutocracia, o sea, el gobierno de los ricos»
Y digo que se encargó de pervertir una República porque lo de hoy no es democracia; es una plutocracia, o sea, el gobierno de los ricos o gobierno muy influido por ellos. Vendría bien saber que ese pequeño grupo de apellidos (todos extranjeros) son los verdaderos dueños del país y que cualquier gobierno, de centroizquierda o de derecha, tendrá que responder a sus intereses…
Por vivir gobernados por una oligarquía déspota, que poco o nada tiene que ver con los rasgos, costumbres o forma de vivir del pueblo chileno, a día de hoy Chile, considerado como una de los países más prósperos del sur de América, no ofrece a la ciudadanía una educación y una atención médica gratuita y de calidad. Convendría saber que fue Pinochet quien introdujo en el país un sistema de pensiones que tiene a millones de jubilados sin una pensión digna, obligándoles a trabajar con más de 70 años (la estafa de las AFPs). Y hay más.
En definitiva, conviene recordar o conocer algunos acontecimientos porque las cosas no han cambiado mucho. Y, sobre todo, porque los que van por el mundo auspiciando matanzas y colocando dictadores en el nombre de la libertad, la justicia y la democracia, hoy tienen como presidente a un tipo que hará parecer a Nixon un firme candidato al Nobel de la paz. Porque las balas de Washington, como diría Joe Strummer, siguen apuntando al pueblo latinoamericano. Y habrá que mantenerse firmes, salir a las calles, hacerse notar, protagonizar realmente el cambio de nuestros pueblos y tomar las riendas de nuestro destino. Porque, como dijo Salvador Allende en sus últimas horas de vida, «sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor». Al fin y al cabo, «la historia es nuestra y la hacen los pueblos».