Alexis Alonso lleva toda una vida dedicada al mundo de la música. Gracias a su familia, desde su niñez le acompaña. El rock y el jazz han marcado su carrera, pero también el mundo de las bandas sonoras. En 2015, fue nominado a Mejor Banda Sonora de Cortometraje en el Festival de Música de Cine de Tenerife, con su trabajo Nocturno, y ya cuenta con diversos trabajos discográficos en el mercado, como El Paisaje (2014) o The Birth of Times (2016), entre otros. Además, el próximo 11 de mayo presentará junto a su grupo, Alexis Alonso Quartet, su apuesta In. El estreno tendrá lugar en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna a las 20.30 horas.
¿Quién le inculcó la pasión por la música? «Realmente ha sido mi familia, sobre todo mi padre, que es músico. En casa este tema siempre ha sido algo recurrente. Tengo fotos con cuatro años tocando todos los instrumentos y, cuando fui creciendo, empezaron a gustarme más bandas y estilos. Yo tenía un teclado en casa e iba aprendiendo los acordes desde pequeño, al igual que con la guitarra. Cuando eres adolescente empiezas a entrar en bandas y evolucionas, convirtiéndolo en un objetivo más profesional. Al igual que hay gente que su mejor forma de expresarse es pintar o escribir, la mía es sobre un escenario. Me expreso mejor así».
¿Qué le hizo dar el paso de dedicarte a esto de manera profesional? «La sensación de comunicación no verbal con el público. Esa adrenalina, sentir que estás expresando, el feedback con la gente. En ningún sitio estoy tan cómodo como ahí, es mi hábitat natural».
Eso será visible sobre las tablas… «Así es. En cada concierto intento transmitir honestidad, emoción y dar el 100 %. Quiero darlo todo y disfrutar, ser sincero y que eso llegue al público. No quiero ir en plan: ‘Voy a ver si acabo, cobro y ya está’. Estoy dando una parte de mi vida en cada actuación. Todo lo que presentas de cara al público es muy personal y hay muchas horas de trabajo detrás. Entonces, no lo puedes maltratar ni castigar; lo defiendes con uñas y dientes. Digamos que compartir este viaje con la gente es clave, porque cuando se produce esa conexión es lo mejor».
Hablando de su estilo, ¿por qué el jazz? «A nivel de armonías es más complejo, te esfuerzas más, tienes que estudiar. Todo esto supone un reto, lo que te motiva. De repente, el abecedario es más grande, y yo estaba buscando ampliar la gama. He hecho discos a piano donde los temas poseen una estructura de jazz porque tienen parte de improvisación, pero quizás se enmarcan dentro de un ámbito más contemporáneo, que es más amplio».
La creación musical: una forma de viajar
¿Qué es para usted componer? «Liberación, emoción… Soy muy emocional para todo, pero para la música mucho más. Lo que busco con ella es emocionarme: busco un tema y quiero que me erice la piel. Hay ciertas cosas que no se pueden emular. Estar en escena tú solo o con tus compañeros creando algo que solo lo vas a reproducir en ese momento, porque a lo mejor estás improvisando, es una pasada».
¿En qué se inspira? «Casi nunca pienso en nada, me dejo llevar. Es como un viaje. Si la creación no tiene letra, le pones un título que más o menos te lleve a lo que estás visualizando cuando compones, para que tenga coherencia.
¿Cómo llegó al mundo de las bandas sonoras? «Fue por accidente. Al estar trabajando en un estudio, el director llega y te pide si puedes componer obras; llegas a un acuerdo… Y al final me gustó. No hay mucho mercado aquí, sinceramente. Una cosa es que vengan a las Islas a grabar porque les sale más barato y otra muy diferente es que directores canarios puedan hacer el trabajo aquí. El cine es muy caro. Ahora mismo, si alguien me pide algo y yo puedo hacerlo, pues adelante, pero es algo secundario, no es donde tengo focalizado mi trabajo».
Bajo su punto de vista, ¿qué tiene que tener una buena composición para películas? «En primer lugar, que sea coherente con lo que se ve en la imagen. A una película de risa no le puedes poner canciones súper emocionales, porque no pega. También, desde mi visión, uno de los objetivos es que salgas de la película y tengas una melodía en la cabeza. Eso es muy importante. Si encima es una banda sonora original, se convierte en un valor añadido que le das al producto. Eso enriquece tu trabajo. Lo lógico, además, es que se haga con gusto y que vaya bien».
«La música abre la mente»
Sobre sus últimos trabajos, ¿por qué decidió hacer un disco únicamente con piano? «Siempre había querido hacerlo, pero no había hallado el momento. De hecho, tuve una desgracia personal porque mi hijo falleció por un tema de una negligencia médica. Al instante, se me encendió la chispa. Me dije: ponte a hacer esto. Me sirvió muchísimo como terapia. Toda mi energía se canalizó a través del disco, que al final gustó un montón y ha hecho que siga dedicado a esto a día de hoy».
¿Qué encontró con en el piano? «El piano siempre me ha encantado. Estuve muchos años tocando la batería como instrumento principal, pero, cuando me metí en el mundo del jazz, con el piano me podía expresar a nivel armónico y no solo rítmico. También me convenció la textura del sonido. Yo veía que podía expresarme mejor con él, a parte de que era un instrumento que dominaba bastante. Empecé a dedicarle muchas horas y a hacerme profesional. Tuve algunos profesores que me ayudaron, pero todo es la práctica y el estudio personal. Yo no soy el típico músico de conservatorio: vengo del rock. Al final, el trabajo lo tienes que hacer tú. Eso te ayuda porque te abre la mente: escuchas cosas distintas, diferentes estilos».
¿Cuáles cree que han sido sus influencias musicales? «Por decir algunos ejemplos, si hablamos de rock, The Police o U2. En el mundo del jazz, John Coltrane y Esbjörn Svensson, entre muchísima gente más. Y en el mundo de las bandas sonoras, Michael Nyman. Estoy muy influido por el minimalismo orquestal».
«No puedo tener más suerte con los músicos que tengo»
Actualmente da algunos conciertos con su grupo Alexis Alonso Quartet, ¿cómo surgió la idea de crearlo? «Mi representante siempre me había dicho que tenía que hacer una banda. Entonces, empecé a darle vueltas, tenía muchos temas compuestos y guardados y muchos tenían violonchelo. Entonces me acordé de Ciro Hernández, uno de los mejores violonchelistas, que ya había grabado para algunas de mis bandas sonoras, así que decidí contar con él. También Roberto Amor le había comentado a mi representante que quería tocar conmigo. Como batería, es de los mejores. Así, se fue creando el germen. Por otro lado, quise contar con Agustín Buenafuente (contrabajista). Funcionamos desde el día uno: no solo les gustaron mis temas, sino que a nivel humano y escenario son brutales, no puedo tener más suerte con los músicos que tengo. Son profesionales top, de lo mejor que hay».
¿Cuál ha sido la acogida por parte del público de este proyecto? «La experiencia que hemos tenido en otros festivales ha sido bastante satisfactoria. La respuesta de la gente siempre ha sido positiva. Al principio siempre nos dio vértigo, como nunca se sabe si se va a producir una conexión… Al final, ves que en cada concierto se produce y es una rutina que gusta mucho. Por eso este proyecto se toma tan en serio y con unas perspectivas de hacer una gira duradera, que visite diferentes países… Creemos que vale la pena y que tenemos algo que decir; algo muy importante».