«Detrás del aprendizaje-servicio hay una manera de entender el mundo, el desarrollo sostenible, la justicia social y la educación, por eso, ahora mismo, es la herramienta más poderosa», pedagógicamente hablando, en el ámbito educativo. Así de rotunda se ha mostró hace unos días la profesora y directora del Departamento de Didáctica y Teoría de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Pilar Aramburu Zabala, en la ponencia inaugural de la jornada La educación con compromiso, que se desarrolló en la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna.
En su intervención, la presidenta de la Asociación Red Universitaria de Aprendizaje-Servicio y directora del Observatorio Europeo de Aprendizaje- Servicio en Educación Superior, habló de la necesidad de dar un «giro radical» a la universidad para que trascienda mucho más allá de ser un «espacio donde nos formamos para ejercer una profesión». Lo que plantea el aprendizaje-servicio (ApS) es «toda una revolución y transformación» del concepto de universidad, acorde con los objetivos de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible trazados por la ONU. «Tendremos que plantearnos qué se está haciendo para que esto llegue al aula y que los estudiantes lo vivan y lo ejerzan. Ese es el reto», sentenció Aramburu.
Y la manera de enfrentar ese reto en la universidad, donde se tiene tendencia «a incorporar los conceptos en los temarios para estudiar de cara al examen», es tener claro que no se trata solo de cuestiones académicas sino que es «una cuestión de compromiso social a la que no estamos tan acostumbrados», aclaró.
En su ponencia Aprendizaje servicio: ¿puede una metodología didáctica contribuir al desarrollo sostenible?, la experta explicó que el ApS es una metodología simple con la que se aprende mientras se presta servicio a la comunidad (siempre con el objetivo de justicia social) a la vez que ayuda a «formar ciudadanos competentes capaces de transformar la sociedad y contribuir a mejorar el entorno». Por ello no debe confundirse con el voluntariado ni con las prácticas, ya que en el ApS la reciprocidad es fundamental: «Damos lo que tenemos, los conocimientos, pero la comunidad nos está dando oportunidades, porque los problemas reales son interdisciplinares y están fuera de las aulas».
Asignación y reconocimiento en créditos
Aunque Europa ha sido uno de los últimos continentes en incluir esta herramienta, nacida hace años en los Estados Unidos, el ApS es una metodología más y «los proyectos tienen que tener asignación y reconocimiento en créditos en la universidad, porque esto no es un extra ni un complemento, sino una parte integral de la formación», explicó Aramburuzabala. Eso sí, siempre que la evaluación realizada sea coherente con la naturaleza de la metodología, bastante alejada del método de evaluación clásico.
La trascendencia que la Universidad de La Laguna da a esta metodología educativa, incorporada desde hace varios años en proyectos del centro académico, quedó también patente en las palabras pronunciadas en la inauguración de la jornada por la rectora de la ULL, Rosa Aguilar, quien defendió la idea de «hacer del aprendizaje-servicio una forma de relacionarse con los demás» porque «hoy más que nunca los educadores no puedan quedarse fuera de esta emergencia y llamamiento global».
Algo en lo que coincidieron el decano de la Facultad de Educación, Plácido Bazo, y Francisco Amador, codirector de la jornada y miembro de la Cátedra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible ULL-Cabildo de Tenerife, quien apuntó que «es el momento de empezar a pensar en la educación en otros términos y formar personas, no para acoplarse a los lugares, sino para transformarlos».
En la Jornada colaboraron la Red Española de Aprendizaje Servicio y la Asociación Canaria de Aprendizaje-Servicio.