Con las elecciones autonómicas y generales a la vuelta de la esquina, cada vez más se acerca la fecha para que jóvenes como yo votemos por primera vez. Habrá quienes se emocionen por este hito y también habrá quienes pasen por el 28 de mayo como un día cualquiera, pero personalmente no para de darme vueltas en la cabeza, el gran privilegio que significa el simple hecho de elegir.
El origen de la democracia se remonta a la antigua Grecia y aunque existe el debate sobre si este sistema ya existía en otras agrupaciones sociales más antiguas, nuestra concepción del término se remonta al demos (pueblo) y kratos (poder) que conocemos desde el instituto. Sin embargo, teniendo en cuenta que solo los hombres ciudadanos de Atenas tenían acceso al voto, tampoco creo que Grecia sea el mejor ejemplo de democracia.
Pero, indudablemente, sí representa un buen punto de partida para un proceso a través del cual se han logrado grandes avances en la sociedad. La misma inclusión de la mujer en el sufragio no se hubiese podido dar sin la idea de democracia que hemos cultivado por siglos. Una concepción que nos ha enseñado que como participantes de nuestra sociedad, tenemos derecho a elegir quienes la dirigen.
El voto universal, libre y periódico es lo que diferencia a un Estado democrático de los sistemas autoritarios, y muchas veces opresores, que todavía existen. Por tanto, lo que pareciera ser un simple acto ciudadano que puede volverse, incluso, algo común, otorga a quienes tienen acceso al sufragio, una posición de privilegio frente a las personas que no conocen esa realidad.
«Solo la mitad de la población vive en democracia»
Según el Índice de Democracia 2021 de The Economist Intelligence Unit, solo la mitad de la población mundial vive en algún tipo de democracia, lo que no significa que esta sea plena. Países como Corea del Norte, La República Democrática del Congo o Venezuela, del cual hablo por experiencia, destacan por un sistema autoritario donde la presencia de la población en la toma de decisiones, se convierte en nula.
Personalmente, votar por primera vez es tan importante porque me crié viendo a los adultos de mi familia ir a elección tras elección en un país donde la voz del pueblo era y sigue siendo ignorada, donde el día de las elecciones era un show que como un martillo rompía cualquier esperanza de que en algún momento podríamos elegir, y donde aprendes desde la infancia el poco valor que tiene realmente el voto, pues desde las manos del poder puede ser multiplicado o reducido por conveniencia.
Por esa razón, independientemente de si no sabes por quién votar, si lo tienes muy claro o si consideras que no es algo relevante, recuerda estas próximas elecciones que el simple hecho de que tu voto marque una diferencia, es un privilegio. Muchas veces nos contagiamos del discurso de que «no vale la pena» o «es que no sirve para nada» pero, desde la perspectiva de una persona que pensó que su voz no sería escuchada hasta que tuvo la oportunidad de emigrar, es importante que nos aferremos a este privilegio y tomemos la decisión que consideremos correcta para nuestro futuro.
De esta manera, debemos educarnos y tener una mínima conciencia del contexto político del país, para así cumplir con nuestro deber como parte de la ciudadanía y, a su vez, ejercer un derecho que no es común y cuyo impacto es más grande de lo que pensamos. Así, este 28 de mayo y próximamente en diciembre elijamos por quienes no pueden y honremos el esfuerzo de quienes lucharon porque hoy, nuestra voz pueda ser escuchada.