La música es esencial para muchísimas personas, no obstante, en esta entrevista no solo se habla sobre ella sino también sobre la tradición y la fusión de culturas. El punto cubano es un género que tiene raíz en las Islas Canarias y Andalucía, y que además logró consolidarse en Cuba en el siglo XVIII ocupando un poderoso lugar dentro de la cultura de ambos países. En el archipiélago, una de las figuras clave del punto guajiro o cubano es Yeray Rodríguez Quintana, poeta, repentista, doctor y profesor de Filología Española, Clásica y Árabe por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Rodríguez es, además, Premio de Investigación Viera y Clavijo y especialista en literatura canaria.
¿Cómo definiría el punto cubano? “Es un género musical en el que se cantan generalmente décimas y en el que predomina abundantemente la improvisación. Esa podría ser una definición más o menos técnica y sencilla a la vez, pero si me permites una más personal, es algo sin lo que me costaría entender mi vida por lo que para mí representa y por las hermosas posibilidades que me ha dado y me sigue dando”.
¿Qué significa ser repentista? “Significa no esconder el proceso creativo y acercar extraordinariamente un verso recién nacido a un auditorio expectante con la responsabilidad y el riesgo que ello conlleva. Significa además, o al menos debería significar, un compromiso ético con la palabra, la tradición y la comunidad”.
¿Podría contextualizar la relación entre Canarias y Cuba a través del punto cubano? “Es, sin duda, uno de los elementos capitales de ese patrimonio cultural compartido. El punto cubano se desarrolló en los campos cubanos, abundantemente poblados por canarios y de ahí surgió un afecto común con el que no han podido ni la distancia ni el tiempo”.
«Para muchos sigue siendo un género o una actividad desconocida»
¿Considera que se han nutrido mutuamente, de qué forma? “El punto cubano posibilitó a nuestros indianos una forma de expresión que resultó más que apropiada para narrar sus generalmente difíciles y sacrificadas vidas. Creo que también el campesinado canario aportó al género su visión original y la influencia de otros géneros líricos o narrativos que se cantan en Canarias en los que los cantos de relación resultan nucleares. En los últimos tiempos creo que se han nutrido mutuamente de ese afecto compartido que ha posibilitado el encuentro de verseadores de una y otra orilla que cantan juntos como si lo hubieran hecho toda la vida y es que lo han hecho toda la vida con el mar por medio”.
¿Qué aspecto se desconoce generalmente sobre esta actividad? “Más que aspectos concretos, yo destacaría que para muchos sigue siendo un género o una actividad desconocida. Se producen entonces ciertos prejuicios sobre ella que solo se matizan cuando uno asiste en vivo a una sesión de repentismo. Ciertos tópicos creo que han desenfocado históricamente la visión que sobre este género se tiene. Afortunadamente hay un público que lo conoce, lo siente y lo sigue y, para nuestra alegría, ese público es cada vez mayor”.
¿Cuál es la gran diferencia entre su trabajo y la poesía? “Siempre he pensado que lo que hacemos, lo digo con toda la modestia, es el reflejo contemporáneo de la poesía en su estado primario. Cantamos un texto que nace mientras se va desgranando y que pretende palabrear el instante que comparten poeta y oyentes. Es la poesía en su estadio más comunicativo, en su naturaleza oral y dialógica. Para muchos de mis paisanos, un poeta sigue siendo el que lleva los versos con él y no tiene que leerlos en ningún papel”.
¿Qué valor artístico y literario considera que el punto cubano y las décimas aportan a la sociedad? ”Siempre he pensado que el verseador no dice lo que el pueblo quiere oír sino lo que quiere decir. Aspira, con humildad, a convertirse en vocero de esa colectividad y canta cómo es la vida de los suyos y eso implicar celebrar las alegrías comunes y llorar las tragedias de todos. Ahí creo que radica su importancia. Y eso, lo he dicho muchas veces, más que privilegio es responsabilidad”.
El punto cubano es un arte secular, en algunas culturas milenario, y apenas tiene tres décadas de estudios. Sin duda, una tradición que perdura gracias a figuras como la de Rodríguez Quintana.