La Asociación Canaria de Amistad con el Pueblo Saharaui (ACAPS) realiza labores de denuncia sobre las acciones españolas, marroquíes y europeas en el Sáhara Occidental. España, al no completar su descolonización, sigue explotando sus recursos naturales como la pesca, la arena o los fosfatos. En 2020, Yecasa expolió 174 mil toneladas de arena para la construcción en Canarias. La asociación también lleva a cabo actividades de sensibilización y aplicación de los derechos humanos, entre los que se encuentra el proyecto Vacaciones en paz durante el verano o Madrasa, escuela en árabe.
ACAPS se agrupa dentro de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS), en la que hay unas 300 organizaciones en todo el Estado español. La asociación canaria fue pionera en el país debido a la cercanía entre ambos pueblos, sobre todo a raíz de los barcos pesqueros canarios en las costas africanas. Se fundó en 1976, un año después de que España interrumpiera el proceso de descolonización del Sáhara Occidental, permitiendo la invasión de Marruecos.
Inicialmente, consistió en la ocupación desarmada del territorio por parte de civiles marroquíes, guiados por el rey Hassan II, conocida como la Marcha Verde, y tuvo una gran cobertura periodística. No obstante, kilómetros más al este, se producía la llamada Marcha Negra, en la que sí penetraron las fuerzas armadas marroquíes con violencia y asesinatos. Gran parte de la población se vio forzada a vivir en el desierto, cercada por el ejército.
«España no asume responsabilidades, y quiere que la causa saharaui caiga en el olvido»
Anselmo Fariña, miembro de la ACAPS, explica que la asociación se centra sobre todo en hacer seguimiento y denuncia de la expropiación de recursos y vulneración de derechos humanos. Según afirma, esto es lo que más necesita la población saharaui, puesto que «está dispuesta a luchar por su independencia, y la acabará consiguiendo». Además, comenta que pese a ser la comunidad más cercana, enviar ayuda directa (comida, material escolar, asistencia sanitaria, etc.) es más complicado que para otras zonas del Estado debido a los altos costes y las enrevesadas rutas por mar y aire, que deben evitar zonas conflictivas.
La ayuda humanitaria, por otra parte, se enmarca en proyectos, de entre los que destaca Vacaciones en paz, en el cual familias canarias acogen durante el verano a menores saharauis para pasar varios meses al margen de la guerra, se alimenten bien y tengan acceso a revisiones médicas. En 2019 cumplió 40 años de funcionamiento, pero no pudo llevarse a cabo en 2020 debido a la Covid-19. «En momentos de crisis, cuando hay que recortar, siempre se quita a quien más necesita», apunta Fariña. Otro proyecto por los derechos de la infancia es Madrasa, en el cual familias canarias acogen a menores durante todo el año, salvo en vacaciones, para que estudien en las Islas.
Fariña destaca la importancia de las más de cien charlas y talleres que se realizan cada año en colegios del Archipiélago para la sensibilización y comprensión del conflicto. «Mi generación está muy concienciada porque lo vivió muy de cerca, pero a las nuevas les queda lejos. España no asume responsabilidades, y quiere que la causa saharaui caiga en el olvido porque es una molestia», recalca. No obstante, confía en que la historia se recuerde y transmita para que la juventud se contagie de solidaridad.
Además de las organizaciones estatales, también existen otras iniciativas, de entre las que destaca el festival internacional de cine FiSahara («en el Sáhara» en árabe), que colabora con la ACAPS. Se celebra, desde 2003, en el desierto, donde se hacen proyecciones de películas, talleres y actividades específicas para la infancia en colaboración con otras asociaciones como Pallasos en rebeldía. Nació fruto de la iniciativa del pueblo saharaui y la sociedad española. El documental Hijos de las nubes, de Javier Bardem, obtuvo en 2012 el primer premio Camella Blanca del festival, el cual aborda en profundidad los orígenes y la actualidad del conflicto.
Una pugna por la riqueza
El Sáhara Occidental fue colonia española desde 1885, cuando los países europeos se repartieron el continente africano, a partir de fronteras artificiales, en la Conferencia de Berlín. El pueblo saharaui era nómada, pero con esta división se le llegó a dar documentación española, ya que, en parte, se gestionó como una provincia. Al ser unas tierras muy ricas en recursos naturales, de entre los que destaca el pescado, la arena y los fosfatos, el Estado los explotó. Mientras, Marruecos y Mauritania, países recién declarados independientes, pretendían y reclamaban la zona.
En los años sesenta y setenta surge un movimiento nacionalista en África que culmina con la descolonización e independencia de muchos países. España emprende la negociación, pero Hassan II reclamó los territorios e instó a la población a ocupar el Sáhara Occidental. Al principio, la armada española afirmó la defensa sobre el territorio, pero se retiró para no generar un conflicto con Marruecos, país con el que todavía hoy guarda amistad. Así, comenzó la guerra entre el Frente Polisario para la liberación saharaui y las fuerzas armadas marroquíes.
Desde 1981, el Sáhara Occidental quedó dividido por un muro defensivo levantado por Marruecos, que separa la parte libre y la invadida. Diez años más tarde, se firmó un plan para la paz que establece la celebración de un referéndum para la autodeterminación del pueblo saharaui, que aún no se ha celebrado, debido a la influencia y presión marroquí en la ONU respecto a sus aliados: Francia y Estados Unidos. Mientras, la mitad de la población se halla en campos para personas refugiadas en Argelia, y la otra vive en el desierto o bajo ocupación marroquí.