Estimada señora Cifuentes

Opinión

Después de dieciséis días, le escribo como alumna de la comunidad universitaria española, una de esas que pagan sus tasas. Una de esas a las que se les pone una fecha límite de inscripción. Una a la que le vigilan en cada prueba que realiza. Es decir, una más del montón. He pensado en usted desde que el pasado 21 de marzo estallara lo que, a todas luces, parece ser el escándalo del año. Me he cuestionado en diversas ocasiones sobre su persona, actitud y declaraciones, y me pregunto: ¿por qué no aclara la controversia sobre su máster? ¿Por qué insiste en seguir muda ante lo inevitable? ¿Por qué grita, acorralada, ante un micrófono en el que se ahoga su voz?

El 4 de abril, en la Asamblea de la Comunidad de Madrid y ante los ojos expectantes de la población, usted demostró, una vez más, que permanece enrocada y asustada en su cargo de presidenta. Ante los parlamentarios enseñó unos documentos en los que se encuentran unas firmas falsificadas, adujo a unos correos traspapelados y siguió escondiendo un trabajo de fin de máster cuyo tema ni siquiera conocemos, ¿se trata acaso de una huida hacia delante? ¿De un teléfono que, sin línea, pide socorro en medio del caos?

Descanse, tome aire y diga los hechos tal y como sucedieron. Si bien todos parecemos conocerlos, necesitamos oír esos testimonios de sus propios labios. Sabrá que la Fiscalía ya ha abierto diligencias, la Universidad Rey Juan Carlos ha puesto en marcha una investigación interna, el PSOE ha presentado una moción de censura y, ni siquiera, el Partido Popular la respalda, entonces, ¿a qué espera?

La credibilidad y rigurosidad de la universidad española


Estimada señora Cifuentes, ¿se da cuenta del daño que ha hecho? Sus acciones cuestionan la credibilidad y la rigurosidad de nuestra comunidad universitaria. Sí, la que paga con su dinero la escolarización, el graduado, el máster y el doctorado, que demuestra que las instituciones públicas han de ser respetables rascándose los bolsillos y persiguiendo en las horas de sueño perdido la meta, alcanzable, de un título formativo. Me refiero a esa inmensa mayoría que decide ser honesta. Aquella que construye el futuro de esta sociedad y cuyos brazos se caen, de impotencia, al recibir noticias como esta.

Si de algo podríamos enorgullecernos es de la capacidad de este sistema de asegurar las mismas oportunidades a cualquier individuo, sin distinciones, como dicta la Constitución. Sin embargo, de manera idílica, solo podemos afirmar que no premia ni le da trato de favor a nadie. Queríamos creer lo contrario, pero usted ha dejado entrever, oficialmente, que la corrupción alarga sus ásperas y huesudas manos hasta los que representan la cúpula intelectual del país, la única a la que, inocentemente, creíamos salvada.

Piense, señora Cifuentes, que usted ennoblecerá el gesto político, que con usted por fin conseguiremos la sinceridad que tanto demandamos de nuestros dirigentes, que será usted la primera que, en vez de tirar completamente de la manta, se alzará con el respeto de sus votantes. Necesitamos unas disculpas. Un sincero perdón. O una dimisión. Estamos hartos de la arrogancia de sus compañeros porque usted, con su actitud despótica, con esta prórroga interminable en la que no hay más que decir, ha desprestigiado el noble ejercicio periodístico.

La querella disuasoria


Como lo lee, usted, con su querella y sus amenazas disuasorias, ha puesto en entredicho la libertad informativa que constituye el pilar básico de un estado democrático. No ha sido El País, ni El Mundo, ni el ABC, sino eldiario.es quien ha tomado cartas en el asunto, demostrando así que quedan periodistas feroces y veraces. Aquellos que cumplen con la voluntad periodística de ejercer un papel de control y crítica al poder, y siguen la regla de oro consistente en que «la primera obligación del periodismo es la verdad» así como la máxima del «deber de lealtad al ciudadano».

Ellos son los verdaderos héroes de esta historia, mientras usted se desvanece entre las alarmas que auguran su caída en las encuestas. Su carrera era prometedora, no se lo voy a negar, señora Cifuentes, y una retirada de la vida política en un sillón como doctora era más que reconfortante. Sabe quién ha podido filtrar toda esta información, quién le quiere mal, pero parece ser que sus procedimientos no han sido los adecuados y, como dice mi madre, «el tiempo pone a cada uno en su sitio»… Ojalá estemos todos equivocados.

Un último apunte en el que me remito al pasado. Recuerde lo acaecido con su compañero de partido José Manuel Soria, fue el mismo medio quien demostró su implicación en los entramados de los Papeles de Panamá. No obstante, cometió su error y denunció a este periódico, saliendo finalmente por la puerta de atrás de un Gobierno que ni le respaldó ni le despidió con honores.

Estimada señora Cifuentes, no pierda el tiempo, y respóndanos: ¿cuándo dirá la verdad?

  • Foto: eldiario.es (archivo).

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