Fahrenheit 451 es una distopía de una sociedad futura en la que los libros están prohibidos y los lectores son delincuentes. Los encargados de su destrucción son un cuerpo de bomberos que tienen como símbolo una salamandra y dejan atrás su función de apagafuegos para ser ellos los causantes de las llamas. El protagonista, Guy Montang, pertenece a este grupo de pirómanos que ven en el fuego una forma de limpieza y pulcritud. Aunque, tras varios sucesos, comienza a tener curiosidad por los ejemplares que de forma rutinaria elimina. La introspección de este personaje es exquisita. En sus monólogos se deja ver la confrontación entre aceptar el discurso hegemónico o ir más allá para descubrir que, a veces, todo nuestro mundo está estructurado en mentiras.
Fue decisión de todos
La sociedad que nos presenta Bradbury es desazonante y transporta muchos problemas de la actualidad representándolos en un posible futuro que se vuelve cierto para el lector. Los ciudadanos, con el paso del tiempo, dejan de leer y prestan más atención a las televisiones con programas totalmente amarillistas: las noticias o se manipulan o se convierten en un espectáculo.
Así es como toda una sociedad es testigo y está conforme en dejar atrás los problemas y sumergirse en el narcisismo y la vida ligera sin preocupaciones. Ningún gobierno o golpe militar tuvo que intervenir para ello, ya que la eliminación de cualquier manifiesto cultural fue decisión de todos.
El estilo del autor es embriagador. Cada frase es una reflexión nueva que elabora de una manera calmada, casi como un compás, tratándose por tanto de una estructura simple, pero contundente. Para los amantes del cine cabe destacar que la plataforma HBO estrenó un película inspirada, la cual plasmó a la perfección el ambiente, aunque no supo trasladar toda la complejidad y mensaje de la obra.
El fuego es brillante, el fuego es limpio (Bradbury, 1953, página 73).