Tras ocho días de protestas por las políticas migratorias y las muertes en la Ruta Canaria, tanto en Gran Canaria como en Tenerife, la sexta edición de la Caravana Abriendo Fronteras dio paso a su acto de clausura ayer sábado, 24 de julio. A lo largo de la tarde, en la Plaza del Cristo, las personas que formaron parte de ella llevaron a cabo una asamblea de reflexión, autocrítica y futuros planteamientos. Para concluir, varios grupos de artistas interpretaron un repertorio de canciones de diversos estilos, durante dos horas, que hicieron bailar y aplaudir a toda la asistencia con un entusiasmo digno de festival de verano.
Es necesario seguir trabajando en la deconstrucción, aunque se parta de un ideario antirracista. Así lo explicó en la asamblea una de las organizadoras de la Caravana, y es que, según comentó un grupo de activistas en el mismo acto, varias personas migrantes presenciaron actitudes racistas y paternalistas en los días que duraron las acciones. Además, comentó que, a menudo, a las personas blancas les cuesta admitir que hayan podido tener tales comportamientos.
Así lo confirmó más tarde Aboubakar Aminou, un andaluz que emigró desde Camerún y que lleva años implicado en la plataforma. Un claro ejemplo que ofreció de la necesidad de continuar deconstruyéndose tiene que ver con fotografiar y grabar a migrantes sin su consentimiento. Más aún cuando es para compartirlo en redes sociales y se muestran condiciones claramente degradantes. Quiso, además, recalcar el caso de menores de edad, a quienes, en ocasiones, se les priva de su derecho a la propia imagen.
Esta vulneración de derechos, como bien manifestó Aminou, puede tener consecuencias negativas cuando se les puede identificar en las imágenes, sobre todo para quienes viven en centros de menores. Cerró la argumentación alegando que es una práctica impensable con la infancia blanca o española y que, de hecho, no querríamos que nadie lo hiciera. Por ello, tampoco debería hacerse con niñas y niños negros o provenientes de África. También, varias activistas incidieron en que faltó una perspectiva feminista y una mayor presencia de mujeres inmigrantes durante los días de protestas.
«No venimos a consumir, sino a construir»
No obstante, también hubo un intercambio de impresiones positivas que recalcaron la importancia de establecer espacios y redes de apoyo. Es decir, que los valores y la lucha que se transmiten en cada edición perduren y no se queden en una mera semana de acciones. Precisamente por ese motivo se insistió en que la Caravana es «un acto político, no un acto de beneficencia», en el que también se denunció la criminalización de los barcos de rescate y de las prácticas de cuidados mutuos, así como la militarización de las fronteras.
En la intervención de personas canarias, se hizo hincapié en que, en este tipo de reivindicaciones, también es importante cuidar el territorio y a la gente que vive en él: «No venimos a consumir, sino a construir», reflexionaron. Finalmente, para destacar una vez más la empatía y la hermandad, justo antes de comenzar con las actuaciones, se concluyó con que «la humanidad se pierde toda o se salva toda».
Sin más dilación, la música se apoderó de la plaza. Voces, tambores y guitarras, entre otros instrumentos, hicieron que poco a poco el público se fuera animando hasta que todo el mundo estuvo en pie bailando. En la actuación de cada grupo y solista, un timbre y una sensibilidad únicos, no exentos de alegría y energía, retumbaron en todos los rincones del lugar a lo largo de dos horas.
El talento y el arte, en sus múltiples vertientes, pudieron saborearse mezclados con el aire. Canciones que reivindicaron el activismo canario, denunciaron el racismo en sus distintas variantes o ensalzaron la cultura africana llenaron el lugar y reprodujeron un espíritu de lucha y hermandad.
Aunque con géneros musicales muy diversos, cada artista coincidió, y así lo expresaron, en que la música es la herramienta que usan con el fin de transmitir un mismo mensaje de solidaridad y de «que siga la lucha». Con un final por todo lo alto, que se prolongó varias veces al grito de «otra», el último grupo, que interpretó canciones de percusión, cerró la velada con un regusto a retumbar de tambores en el pecho y, quizás, dolor en los pies de puro bailar.