El médico escocés Andrew Ure hace un experimento de excitación nerviosa sobre un cadáver en 1818, año de edición de Frankenstein. Foto: Science Photo Library / Age fotostock

‘Frankenstein’, la criatura de Mary Shelley cumple 200 años

Literatura

“Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo”. Hace 200 años Mary Shelley escribió las primeras palabras que dotaban de vida al moderno Prometeo, a su ya hijo, mito y monstruo Frankenstein. Esta obra supuso el encumbramiento de la autora inglesa, que pasó a ser una de las máximas exponentes del género de ciencia ficción. Por primera vez, el miedo ya no residía fuera, en los quejumbrosos fantasmas y espectros del Romanticismo, sino en la capacidad del ser humano de crear.

En 1818, la hija de la filósofa feminista Mary Wollstonecraft y el filósofo político William Godwin, abría una discusión moral y ética acerca de las implicaciones tecnológicas y científicas que comenzaban a desarrollarse en la época, o de supuestos como el galvanismo. Este debate seguramente no les suene como algo lejano: la criogenización, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la robótica… ¿Tan desandada iba Shelley? Sus preguntas, aquellas que dejaron impregnadas las páginas de su libro quedan volátiles sobre nuestras cabezas: ¿qué queda del alma del ser humano? ¿Qué preguntas se debe hacer a sí mismo y al resto de la sociedad? ¿Cuál es, en definitiva, su responsabilidad?

El protagonista de la obra, el doctor Víctor Frankenstein, confiesa sus secretos al capitán del barco que lo rescata de las heladas aguas del Ártico. Este transcribe su relato en las páginas de un diario que podría haber quemado, pero el horror y la angustia de las palabras del enfermo hacen que crea en él. En esas horas de delirio, el científico rememora las consecuencias de su creación e interpela al destino ante las desgracias que le han sucedido. Frankenstein, la criatura, su bastardo, es repudiado nada más abrir sus amarillentos y putrefactos ojos, provocando que su huida y soledad sean las semillas de las desgracias que acaecerán.

Texto sencillo y cautivador


La escritora compuso una obra de un calado dramático desgarrador que de una manera sencilla, sin aspavientos y de lenguaje directo, expresa la visión interior del protagonista sin juzgarlo. Muestra a un ser desnudo que, preso de su ego, vanidad e incluso ingenuidad, rehúye de los compromisos que adquiere como creador. Tomándonos sin percatarnos de la mano, hace que acompañemos a Víctor con el uso de una línea temporal lineal, que muestra la evolución de ambos protagonistas sutilmente. Las aristas de sus personalidades, las contradicciones, pasiones y sufrimientos que los corroen se muestran a partir de las acciones que acometen. Así, Shelley deja que el lector saque sus propias conclusiones, al fin y al cabo, ella solo es testigo de algo que le contaron.

Frankenstein, o el moderno Prometeo es una obra moderna que ha sido objeto de culto. Su mensaje ha rebasado los límites de su tiempo y llega a nosotros a través de las adaptaciones que se han hecho en incontables ocasiones en el teatro, cine, series, libros, cómic, reinventándose una y otra vez. Plantea, incansablemente, a los lectores los grandes debates filosóficos, religiosos, morales y científicos que permanecen agazapados en las estructuras en las que empieza a erigirse nuestra sociedad.

Una lectura necesaria, y más en los tiempos que corren.

  • Mary Shelley; Anaya, Madrid, 2010, 168 páginas, 10’95 euros.

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