Geoffrey Cox en un mitin para el Partido Conservador en 2018. Foto: PULL

Geoffrey Cox, entre la literatura y la política en el Parlamento británico

Opinión

Es curioso cómo la política y la literatura se complementaban hace siglos, ya que los mismos escritores eran los que tomaban las decisiones sociales debido al bajo nivel de escolarización del pueblo, pero desde hace un tiempo se han ido separando casi inevitablemente. La literatura siempre será un acto político, en cambio, esta última, rara vez contendrá divinas palabras que nos ensueñen en la sinfonía de un discurso, algunos hasta dirían que dejaría de ser política entonces.

Estamos acostumbrados a que muchas sesiones parlamentarias comiencen y acaben con gritos, insultos y mucho sensacionalismo (o rufianismo, como queramos llamarlo) que nos hacen dudar de la educación de nuestros máximos representantes. Hace mucho que dejamos atrás a personajes aunque fueran vagamente instruidos y cultos (en su mayoría he de aclarar) para encontrarnos con nuestro putrefacto estado político actual, en el que la vulgaridad es la dueña de la mayoría de discursos. El problema como en casi la mayoría de situaciones es la apelación a las emociones que estamos viviendo en la actualidad, lo que ha llevado a políticos  -alejándonos del contenido ideológico de sus palabras- a hablar literalmente de basura.

El equilibrio perfecto


En la antigua Grecia se crearon las bases de la retórica, es decir, el arte de persuadir al público con palabras. También se fundamentaron dos conceptos muy relevantes: pathos y logos, cada uno con una función que interviene en el discurso. El primero son los sentimientos y el segundo la lógica. Para hacer un buen texto hay que cumplimentar ambos, pero, en la actualidad, el pathos reina y se habla de insinuaciones, bulos y exageraciones.

Tal vez es un poco arriesgado insinuar que la literatura puede cambiar el triste panorama que nos lleva dictando el congreso y los mítines y, aún más, en este período de elecciones en el que la lucha por el poder está servida. Los británicos tienen que enfrentarse al complejo problema sobre la frontera irlandesa que parecía no tener una solución concreta o al menos nadie que pudiera plantear algo parecido.

Finalmente, para atisbar un remedio al conflicto, no apareció ningún economista o político al uso sino un poeta frustrado, que con su voz de barítono ya se comenta que puede ser el salvador de un Brexit con acuerdo. Geoffrey Cox, un prestigioso abogado es la nueva aparición del Parlamento británico que ha asombrado a todos por su cultura, modales y presencia. Es posible que la literatura no sea el elixir único para una política mejor, pero sí es una fuerte herramienta que mueve mentes y, por tanto, sociedades y un poco de ella no vendría mal para algunos de nuestros congresistas (y para esto no hace falta máster, recuerdo).

La lectura es mi pasión, en las palabras siempre se puede encontrar lo que uno necesite. Y muchos necesitamos algo de luz en esta sociedad oscura. Por eso escribo, por eso leo.

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