Plaguicidas, hormonas, migrantes provenientes de los envases plásticos, ftalatos e incluso antibióticos. Estos son algunos de los elementos encontrados en los alimentos que consumimos de manera habitual. A pesar de ser muy perjudiciales para la salud, y en especial para el sistema endocrino. Algunas de sus consecuencias más graves son el cáncer, la esterilidad, los cambios en la primera menstruación de la mujer y el desarrollo temprano o tardío de los adolescentes.
Miguel Ángel Rodríguez, coordinador del Grupo de Investigación Análisis químico aplicado a la Industria, Medioambiente y Productos Agroalimentarios, trabaja en el ámbito de la seguridad alimentaria. Su trabajo consiste en asegurar que los alimentos que consumen los canarios estén exentos, o en su defecto, contengan cantidades muy bajas de estos elementos, de manera que se garantice el cumplimiento de la legislación europea.
Una de sus funciones principales es la de analizar la presencia de pesticidas en lo que comemos, una serie de productos químicos utilizados en la agricultura para proteger los cultivos de las plagas que los amenazan. Aunque para los agricultores es una gran herramienta, son tóxicos para el consumo humano. Así lo apunta Rodríguez, quien afirma que en la zona de la Aldea de San Nicolás de Tolentino, en Gran Canaria, el uso excesivo de los plaguicidas en los invernaderos puede ocasionar un mayor riesgo de cáncer.
La presencia de estas sustancias químicas es tan habitual que incluso se llegan a hallar en la leche materna, pues las sustancias más lipofílicas se pegan a las grasas y, dado que el pecho es la zona en la que más se concentra, si la madre los ha consumido se acaban transmitiendo al bebé. El investigador manifiesta que lo mismo ocurre con las personas con tejidos grasos altos, ya que «tienen mayor predisposición a que las sustancias de carácter lipofílico se adhieran y por tanto sus probabilidades de tener cáncer aumentan».
Consejos para evitarlos
Aunque el coordinador apunta que lo más importante es hacer un seguimiento continuado de lo que consumimos y contar con una regulación más estricta, recomienda seguir una serie de pautas. «Consumir productos ecológicos es lo más recomendable, así como lavar bien la fruta», afirma.
En el caso del plátano y otras frutas con piel, aconseja también enjuagarlas porque «con el simple contacto con la mano, el pesticida queda adherido y se acaba ingiriendo». Tampoco aconseja comer la piel de los quesos ahumados ni chuletas demasiado quemadas.
¿Leche de soja o leche de vaca?
Aunque la leche de vaca tiene una gran ventaja, que es que contiene proteína de origen animal, en ella se pueden encontrar desde plaguicidas que estas ingieren a través de los piensos hasta hormonas como los estrógenos e incluso antibióticos.
Aunque los estrógenos se encuentran en la leche de manera natural, el investigador apunta que está demostrado cienfícamente que puede afectar a nuestro sistema disruptor endocrino. En el caso de los antibióticos, el docente afirma que «proceden de los tratamientos veterinarios a los que se somete a estos animales cuando tienen problemas de salud, que pasan al torrente sanguíneo, y por tanto a la leche y a quien la consume». Esto puede afectar a la salud de los individuos dado que crea una resistencia al medicamento, por lo que recomienda no abusar del consumo de leche de vaca.
Los migrantes plásticos
Giovanni D’Orazio, miembro del Consejo Nacional de Investigación italiano, estudia en uno de los laboratorios de la Universidad de La Laguna sobre los migrantes plásticos durante su estancia en Tenerife a través del Campus Atlántico Tricontinental.
El científico explica que su investigación se centra en los ftalatos, un grupo de compuestos químicos añadidos a los plásticos para aportarles características que no poseen como la flexibilidad y que, en determinadas condiciones, migran a los alimentos desde los envases plásticos. «Son moléculas que se ponen en lugar de la hormona natural y altera nuestras características, por eso nuestra sociedad ha cambiado incluso físicamente, ya que ha afecta al desarrollo de los adolescentes, en algunos casos temprano y en otros tardío», manifiesta.
D’Orazio subraya, además, que los ftalatos, junto con otras moléculas que son contaminantes y el sistema multifactorial al que estamos sometidos en el ámbito alimentario y medioambiental «hacen que se produzca una sinergia y en un momento determinado pueda aparecer cáncer».