Otro día más. Abro el móvil y lo único que veo en Instagram son miles de fotos y vídeos de torsos curtidos y fibrados. En el buscador solo aparecen recomendaciones de platos saludables acompañados de llamativos polvos y batidos de colores, que aseguran que me harán tener el cuerpo soñado en el menor tiempo posible. Levanto mi camisa y me miro en el espejo. Me giro y me retuerzo buscando la pose perfecta, pero no me hallo. Con cada suave desliz con el que mido mi cintura con la palma de mi mano, de un lado a otro, la ansiedad, los miedos y las dudas inundan mi cabeza: ¿estoy demasiado gorda? ¿Y si dejo de comer?
El frenesí del culto al cuerpo y de encajar en los cánones de belleza a cualquier precio es un fenómeno que cada día nos abruma más y más en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana: lo encontramos en grandes vallas publicitarias y anuncios en todos los formatos y rincones de la ciudad, en las enormes vitrinas de los supermercados llenos de productos para perfeccionar la figura, en algún que otro comentario de nuestra pareja o familiar, en las redes sociales… El deseo incontrolable por saciar nuestras necesidades al instante bajo la ley del mínimo esfuerzo o la búsqueda de la aceptación social nos lleva a consumir productos perjudiciales para la salud.
Esta dosis de hachazo para la autoestima que recibimos continuamente es el punto flaco con el que nos bombardean innumerables perfiles de desconocidos, con mensajes que ofrecen productos milagrosos. Y ya no solo eso: también nos venden un supuesto modelo de negocio basado en el marketing multinivel con el que ganaríamos cifras millonarias.
Es inevitable pensar en marcas como Herbalife: una compañía que tiene como fuente de ingresos la captación de potenciales consumidores y del porcentaje de las personas que se encargan de la venta de sus productos puerta por puerta, a la antigua usanza. Pero lo más importante es que se compren sus complementos nutricionales incluso por parte de los propios trabajadores, quienes tienen que pagar un pack de 50 euros o más, pues es un requisito indispensable para entrar en la plantilla.
Asimismo, dicho modelo empresarial se ha adaptado a las nuevas tecnologías y las redes sociales, herramienta que utilizan para hacer publicidad a través de vídeos en los que ellos mismos consumen los batidos dietéticos y dan consejos sobre cómo tomarlos o qué ejercicios hacer.
Herbalife: empleados sin formación
“Es realmente sencillo empezar y no necesitarás ningún tipo de experiencia o formación previa”, así lo especifican en su página web. Es decir, miles de trabajadores de Herbalife en más de 90 países están tratando nutricionalmente, sin ningún tipo de currículum académico en alimentación ni en salud, y se presentan como profesionales capacitados para realizar un estudio dietético o una tabla de alimentación. Es un claro intrusismo en la sanidad y un riesgo enorme para la salud del que ya advierte el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social del Gobierno de España: “No es necesario, salvo en casos muy concretos, tomar ningún tipo de suplemento si se toma una alimentación sana, variada y equilibrada […] El consumo de suplementos nunca debe sustituir una dieta equilibrada y variada”.
Además, Miguel Perlado, psiquiatra especialista en sectas y coordinador de la Asociación Iberoamericana de Investigación de Abuso Psicológico (AIIAP), apuntó en una entrevista con ABC en 2016 que la mecánica interna de Herbalife, y otro tipo de empresas similares, se caracterizan por “un sistema de atracción de personas constante y persistente, una presión enorme a continuar dentro de la compañía, un alto tono emocional, así como un sentimiento de grupo que puede llegar a ser endogámico”.
La gravedad del asunto se acentúa, aún más si cabe, cuando ya no solo cuando juegan con la salud en general, sino también con la captación de menores, cuando apuntan sin piedad a los puntos débiles de individuos en una situación crítica (económica o emocionalmente) o convencen a personas con una salud frágil o con alguna enfermedad de que sustituyan su medicación por sus productos milagrosos.
Somos totalmente vulnerables
Somos totalmente vulnerables ante este peligro y ni los juicios ni las multas de cifras monstruosas de millones por parte de la Comisión Federal del Comercio de Estados Unidos (FTC) desde 2016 o de las organizaciones españolas FACUA y OCU desde 1994 han cesado la actividad de esta empresa, ni la de muchas otras que pasean tranquilas en España entre las sombras. Asimismo, a pesar de la existencia de la Ley 34/1988 General de Publicidad , se sigue notando la ausencia de una dura regulación respecto a los anuncios fraudulentos.
Parece que la justicia española ha desistido en la cacería de estas mafias, que se han instalado en la sociedad como algo banal y no lo es. Nos roban el dinero, el tiempo, la salud y, en muchos casos, nuestra vida y forma de ser. Alimentan la inseguridad e inestabilidad y, en realidad, no consumimos sus productos: somos nosotros los consumidos.