«No vamos a dejar a nadie atrás». Esto fue lo que dijo el presidente del Gobierno nada más decretar el Estado de Alarma y su estricto confinamiento posterior, que se extendió por casi tres meses. Tres meses en los que, desde el Ejecutivo, los representantes al mando del País lanzaban mensajes de ánimo, fuerza, unidad y esperanza ante el miedo y la incertidumbre de la población. Llamaban a la tranquilidad y confianza para lidiar con el virus, solo que, con el paso de los meses, parece que se les ha olvidado.
El Gobierno PSOE-Podemos se ha empeñado en convertir a España en referente mundial contra el cambio climático, aplicando todo tipo de restricciones sobre las emisiones de CO2 y apostando firmemente por las energías verdes. El resultado, como no podía ser de otra manera, ha sido satisfactorio si lo que pretendían era que la ciudadanía pagase la luz a precio de oro.
La luz ha aumentado gradualmente desde hace 15 años. Sin embargo, desde el pasado 1 de junio, el precio ha logrado alcanzar un máximo histórico llegando a costar el kilovatio de luz un 41 % más que el día anterior, cuando todavía no había entrado en vigor esta medida. Es ahora cuando debemos poner en una balanza y reflexionar si de verdad vale la pena ser abanderado del ecologismo mientras la población sufre las consecuencias directamente en sus bolsillos, en medio de una crisis sin precedentes.
«El verdadero temazo es quien plancha y pone la lavadora»
La realidad es que ni los propios ministros saben justificar esta medida. Ejemplo de ello es la comparecencia del pasado 2 de junio, donde la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, afirmaba que «el verdadero temazo no es cuándo planchar y poner la lavadora, sino quién plancha y pone la lavadora». Toda una cortina de humo que, utilizando un argumento feminista que en otro contexto sería perfectamente aceptable, intenta desviar la atención de la raíz y la importancia del asunto.
Para que el impacto de esta medida fuera menor, nos han intentado vender que la coalición PSOE-Podemos ha sacado adelante un plan para abaratar el precio de las facturas. Se trata de los ya, imagino, conocidísimos tramos horarios. Y es que, en las horas punta, el precio se dispara, mientras que, a ciertas horas, donde claramente el consumo de electricidad es menor, se hace más barato lavar. Bueno, lavar, planchar, cocinar, ver la televisión y, en definitiva, vivir. Espero no ser la única que ve un problema real en que la luz se establezca como una especie de mecanismo de control sobre nuestras rutinas y que, además, constituya un ataque a nuestra libertad individual.
El autollamado «Gobierno del pueblo» está fallando precisamente a ese pueblo que dice defender. ¿Quién va a explicarle a quienes viven en Madrid con 35 grados en pleno verano que no pueden poner el aire acondicionado a las tres de la tarde porque se arruinan? Al final, esta medida se reduce a un privilegio entre clases, y lo triste es que la mayoría de la población española no puede permitirse derrochar ni un céntimo de más. Me imagino el disgusto de millones de familias temblando a fin de mes por la llegada de la factura de la luz.
Que Sánchez y su equipo no nos engañen. De aquí al año 2030, siguiendo estas medidas solo se habrá logrado reducir las emisiones globales en un 0,2 %. Nos han hecho creer que este compromiso de España con el calentamiento global es absolutamente imprescindible para cumplir con la Agenda 2050. Un plan aprobado para conseguir la descarbonización e impacto en la capa de ozono de aquí a treinta años, cuando lo que la gente necesita es una respuesta del Ejecutivo a sus necesidades, a la grave crisis que estamos atravesando.
«El 75 % de la factura de la luz son impuestos, subvenciones y costes regulados por el Estado»
Hay otro virus que es mucho peor que la Covid-19 y se llama clase política. El Gobierno que pretendía trabajar por y para la ciudadanía no ha estado a la altura durante este año de pandemia. Cada vez ahogan más subiendo los impuestos o creando nuevos. De hecho, se acaba de anunciar una subida de impuestos en Sucesiones, ITP y Patrimonio. Han anunciado ayudas que no llegan, subido la cuota de autónomo y negando a este colectivo cualquier tipo de subvención. Y, como es lógico, esto le va a salir muy caro a la izquierda. Los sondeos muestran una victoria de la derecha donde Partido Popular y Vox podrían formar una mayoría absoluta en el Congreso.
Si todavía queda alguien que justifique las decisiones tomadas, permíteme decirle que el abultado precio de la luz no es culpa de las compañías eléctricas. El 75 % de la factura son impuestos, subvenciones y costes regulados por el Estado, mientras que el otro 25 % es lo que cuesta realmente producir energía, según datos del economista y profesor Juan Ramón Rallo. Mientras que el precio de la luz en el mercado mayorista se ha mantenido más o menos estable en los últimos años, los costes políticos se han disparado. Así que, de buscar culpables atribuyámosle el mérito al Gobierno del pueblo, ese que está dejando atrás a toda España.