Noemí Peña y Rosa Cubillo, docentes en la Facultad de Bellas Artes, forman al alumnado en mediación artística. Foto: NBDV

El arte y la mediación artística como herramientas de empoderamiento

ULL

La mediación artística, lejos de pretender la obtención de una obra, busca empoderar y dar herramientas para que las personas que la reciben puedan desenvolverse en sus contextos particulares. Así la describen Rosa Cubillo López y Noemí Peña Sánchez, profesoras en el Grado en Bellas Artes de la Universidad de La Laguna. Comparten la asignatura de Teorías y contextos de la educación artística, en la que no solo enseñan qué es la mediación y distintas formas de realizarla; también, a través de la metodología de Aprendizaje-Servicio, desarrollan varios proyectos en los que el alumnado ejerce de mediador con colectivos sociales vulnerables.

La mediación «se nutre de la educación artística, la Arteterapia y la educación social», explica Cubillo, para añadir que «nuestros proyectos siempre están orientados a población que, por una razón u otra, está en riesgo de exclusión». Peña recalca que no se trata de crear cuadros, esculturas o fotografías, puesto que «no hay ningún tipo de limitación disciplinar. El resultado es algo que no recae en el “yo”, sino en lo que el proceso creativo que vives puede ofrecer».

Para cumplir este objetivo, el trabajo se construye a partir de metáforas, de modo que lo que sucede durante la creación de una pieza se puede trasladar a la vida. Por tanto, la transformación personal de cada individuo no depende de conseguir «un objeto más o menos artístico, sino del trabajo que se hace en el proceso», aclara Cubillo.

Un compromiso desde 2006


Sus proyectos de mediación artística con personas en situación de vulnerabilidad tienen una larga trayectoria. Todo comenzó en 2006 con los talleres de Arteterapia de Rosa Cubillo, que estuvieron en funcionamiento durante más de una década. En ellos, grupos de aproximadamente ocho estudiantes ejercían de arteterapeutas bajo la supervisión de la profesora. Aunque la pandemia les ha puesto el freno, su proyección se ha trasladado hasta la actualidad en distintas formas.

Por un lado, Noemí Peña, tras incorporarse al equipo docente de la ULL en 2018, abrió una nueva vía al estudiantado para que participase voluntariamente en CONvive, enmarcado en el proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (ICI) de Taco. Esta iniciativa de «arte comunitario o arte comprometido no es mediación artística, pero está comprometida con ella», recalca la docente. Consiste en involucrar a la población del barrio y al alumnado para generar una convivencia positiva, que se materializa en creaciones artísticas en lugares públicos.

Por otro lado, también cuentan, desde hace años, con unos proyectos paralelos que el estudiantado de la asignatura debe realizar. Consisten en identificar un grupo social en situación de vulnerabilidad con el que deseen trabajar y buscar las vías para hacerlo entre asociaciones que se dediquen a ello. A partir de entonces, deben diseñar un taller y ponerlo en práctica, mientras ambas profesoras realizan un seguimiento semanal. No obstante, es el alumnado el que tiene las riendas de la iniciativa.

Trabajar con personas concretas


Como explica Peña, esta labor requiere no solo de documentación previa sobre la realidad que vive el colectivo, sino, también, de una toma de consciencia sobre «las subjetividades de las situaciones». Tanto ella como Cubillo recalcan que «trabajamos con personas concretas, no pensamos en un grupo abstracto», por lo que cada una tiene unas necesidades específicas.

Lo ejemplifican con un posible taller impartido a un grupo de mujeres migrantes: «Cómo se desarrolla un taller de mediación con una sería diferente a cómo se desarrolla con otra», a pesar de compartir una misma realidad, porque la viven de forma diferente. «Podemos ver cuáles son las características generales, pero hasta que no pongas el pie en ese contexto, no vas a saber cómo son las personas, qué les preocupa o cómo te puedes relacionar con ellas», concluye Peña.

Los colectivos con los que han trabajado van desde jóvenes para la prevención de trastornos alimenticios hasta personas mayores, pasando por migrantes. Las intervenciones, además, dependen de los contextos concretos en los que se encuentra cada grupo. Por ejemplo, en el caso de la tercera edad, variará en función de si se encuentran en una residencia, en situación de dependencia o si acuden a un centro de día.

El proceso creativo durante un taller para prevenir trastornos de la conducta alimentaria en jóvenes. Foto: PULL

Al tratarse de «personas que no se consideran artistas y no se están formando para ser profesionales de las artes», Cubillo apunta que recibir este tipo de talleres puede ser beneficioso en múltiples facetas. Sobre todo, teniendo en cuenta que «es probable que el sistema educativo les haya descartado, de una u otra forma, o no haya potenciado realmente sus capacidades. En estos contextos, redescubren sus aptitudes». Así, al mismo tiempo, se empoderan y ganan confianza, autoestima o autonomía, entre otras cualidades.

Potencial transformador, también en el alumnado


Este tipo de iniciativas «son interesantes dentro del contexto de una Facultad de Bellas Artes», según destaca Peña, puesto que «esta es la única materia, dentro de la formación artística, que está estrechamente vinculada con una vía profesional, a parte de la de artista». Por tanto, pueden conocer «la practicidad y utilidad social» que tienen las artes, no tanto en su resultado, sino en su proceso creativo.

Para desarrollar este tipo de sesiones, la figura de la persona mediadora es clave, ya que que el alumnado «se da cuenta de las posibilidades de transformación social que tienen las artes, de las que, quizás, no eran conscientes antes de entrar». De hecho, ambas recalcan que esta disciplina tiene mucho poder para incentivar el cambio social, ya no solo por el impacto que puede generar una obra terminada, sino el propio proceso de creación artística.

Normalmente, el estudiantado, cuando comienza a cursar la asignatura, cree que su labor va a consistir en enseñar técnicas de arte, puesto que la mediación artística es bastante novedosa y, por tanto, desconocida. No obstante, cuando la descubren y se familiarizan con ella, «experimentan una transformación. Quieren continuar trabajando en ello porque ven que concuerda con lo que están estudiando y les satisface. Les hace sensibles a los problemas sociales», resume Cubillo.

Pero su potencial transformador también va, desde la percepción de Peña, por el camino de ganar madurez y autonomía, ya que «tienen que hacer la búsqueda, la gestión y, sobre todo, estar en un grupo en el que asumir una responsabilidad y un compromiso». Por tanto, considera, el empoderamiento va en dos direcciones. Por un lado, para el grupo que recibe el taller de mediación. Por otro lado, para el estudiantado que se forma en mediación artística, mientras aporta un servicio a la comunidad, y adquiere consciencia social sobre un colectivo vulnerable.

«He aprendido a valorar y ver las cosas de otra manera»


Algunas de las asociaciones con las que el alumnado ha colaborado son Apedeca, para personas dependientes; Con P de Párkinson, exclusivamente para mujeres; el Centro de Día de San Lázaro, o la Asociación Club de Mayores Pensionistas de Ravelo. En esta última impartieron talleres, a lo largo del cuatrimestre pasado, el grupo de estudiantes de Dámaris Pérez Fernández, Anabel Hernández Rodríguez y Marcelino Padrino Acosta.

Entre noviembre y enero, su labor se enfocó en trabajar el amor propio, ya que, en palabras de Marcelino, «cuando hicimos las primeras sesiones, analizamos que lo que más necesitaban estas personas era reforzar su autoestima, que estaba bastante dañada». Así, pusieron en marcha una serie de actividades con las mujeres que decidieron participar. Una de ellas consistió en mostrar cuánto daño puede hacer el lenguaje y de qué manera hiere a las personas, incluso dirigiéndose a una misma.

Para ello, dieron a cada participante un espejo que tenían que manchar con pintura cada vez que escuchasen un comentario dañino. «Pronunciamos afirmaciones negativas que les habíamos escuchado anteriormente, en otras sesiones», explica Marcelino. Al final, resume, «les dijimos que volvieran a mirar el espejo para que vieran cómo la pintura no las dejaba verse en su totalidad. Intentamos que entendieran que estos comentarios crean manchas en las personas y no nos dejan ser cómo somos de verdad. Crean miedos que no nos permiten mostrarnos».

Las usuarias del taller hacían una mancha por cada comentario que considerasen negativo o hiriente. Foto: PULL

En la siguiente sesión, invirtieron la actividad. Las usuarias tuvieron que limpiar sus espejos cada vez que escucharan una afirmación que considerasen positiva. El objetivo, en este caso, era hacerles ver lo complicado que puede ser eliminar esas manchas para poder verse a sí mismas. «Nos sorprendió que estas personas vean tan pocas cosas positivas, excusándose en la edad», reflexiona el alumno.

En otra sesión, quisieron darles libertad de creación y soltura, a través de un mural abstracto, aunque «al principio estaban bastante negativas. No entendían qué hacíamos manchando una tela sin que saliera una imagen clara». No obstante, al terminar, Marcelino recuerda que se sentían tan orgullosas que querían mostrar su obra a otras personas.

Las participantes pintan un mural colectivo. Foto: PULL

Marcelino asegura llevarse muchos aprendizajes, no solo a nivel educativo, sino también personal: «Estas actividades me removieron muchas cosas que no sabía que tenía. Te enseñan a valorar y ver las cosas de otra manera». Entre otros aspectos, asegura haberse dado cuenta de la carga emocional que lleva la gente, pensando que es algo normal, sin ser conscientes del daño que hace. También, considera que la sociedad debe dedicarles más tiempo a las personas mayores, que «todavía tienen su espacio y sus ganas. Es importante escucharlas, no solo para aprender de su experiencia, sino para que se sientan escuchadas. El sentimiento de soledad que tienen es muy fuerte».

Nuevas oportunidades de la mano de ApS-ULL


La asignatura de Teorías y contextos de la educación artística, en la que se enmarcan los proyectos de Cubillo y Peña, es actualmente optativa. Sin embargo, para el próximo curso académico 2022-2023, con la modificación del Grado en Bellas Artes, pasará a ser obligatoria. Por tanto, a partir de entonces, contarán con, aproximadamente, entre 90 y 100 estudiantes por año.

Si bien las docentes aseguran que en los últimos cursos han aumentado las matrículas en su materia, el próximo año habrá un incremento mucho más marcado. Por ello, pretenden beneficiarse del programa ApS-ULL, creado en septiembre de 2021, para establecer y afianzar relaciones con entidades que quieran colaborar en el desarrollo de sus proyectos de mediación artística.

Con ese compromiso por parte de otras organizaciones, y de ellas mismas, consideran que podrán impulsar y estabilizar sus iniciativas. Además, ya han obtenido formación en Aprendizaje-Servicio, de la mano de ApS-ULL, que les ha servido para sistematizar e introducir mejoras en sus propuestas educativas.

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