Dos Grupos de investigación de la Universidad de La Laguna y del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) licenciaron recientemente a una empresa del sector agrícola la patente de un producto que permite en condiciones de campo el crecimiento y desarrollo de especies agrícolas con un 30 % menos de agua de riego. En este proyecto participaron, por parte del IPNA-CSIC, David Jiménez-Arias, Alicia Boto Castro y Andrés Borges, mientras por parte de la ULL, lo han hecho Francisco Valdés y Juan Cristo Luis Jorge, del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal, y el José Antonio Pérez, de Bioquímica, Microbiología, Biología Celular y Genética.
Jiménez-Arias explica que el tratamiento patentado permite reducir el líquido empleado durante el cultivo sin que por ello se vea mermada la productividad. Este está basado en el empleo de aminoácidos cíclicos no prolínicos, los cuales fueron estudiados en condiciones laboratorio, sometiendo a plantas previamente tratadas con este tipo de moléculas a un estrés hídrico.
En esta fase, se descubrió que aumentaba su tolerancia en estas condiciones adversas. De hecho, los resultados de los ensayos fueron lo suficientemente concluyentes como para solicitar y obtener una patente en España. En el siguiente paso se analizó la aplicación de estas sustancias en el crecimiento, desarrollo y, sobre todo, su aprovechamiento obteniendo notables conclusiones.
«Lo interesante es que se trata de una estructura base que podemos seguir modificando químicamente y buscando moléculas que mejoren los efectos»
“Lo interesante de esto es que se trata de una estructura base que podemos seguir modificando químicamente, buscando nuevas moléculas que mejoren los efectos ya observados o descubriendo algunos nuevos”, relata el investigador. La iniciativa, que comenzó en 2014 con la finalización de la lectura de la tesis del propio Jiménez-Arias, dio un salto adelante en 2016, ya que los grupos de investigación implicados fueron premiados en un concurso de CajaSiete, el cual les permitió realizar un informe de patentabilidad y, posteriormente licenciarla a la entidad Kweek Agro.
Jiménez-Arias señala que “es verdad que, desde el punto de vista del currículo clásico, patentar puede lastrar al investigador, ya que supone un tiempo en el que no se puede divulgar el trabajo”. En este sentido, aclara que una vez superado el proceso, es posible publicar y acudir a congresos sin problemas. «Al final si se comercializa puede suponer una entrada de fondos para futuros proyectos y para las instituciones que nos apoyan», comenta.
La investigación comenzó en 1993
Otro de los integrantes del IPNA-CSIC que participa es Andrés Borges, quien cuenta que todo comenzó en el año 1993. «Es el perfecto ejemplo de nuestra labor, ya que nuestro propósito es buscar sustancias químicas capaces de estimular las defensas naturales de la planta, siendo así más tolerante a estreses de tipo abiótico y biótico”.
En este caso concreto, “son moléculas no tóxicas, aminoácidos poco conocidos pero naturales, que se pueden vender no como un fitosanitario, sino como bio-estimulantes, con lo cual el registro es más sencillo y barato para la empresa y con menos problemas medioambientales”. Por ello, para la subdirectora del IPNA-CSIC, Alicia Boto, la colaboración entre organizaciones y centros es muy positiva. “Acelera los procesos, divide los costes, quedan beneficios y se crean redes que pueden seguir sacando elementos innovadores”, concluye.