El estrés es un estado mental que todas las personas sufren alguna vez a lo largo de la vida, por ello es conveniente saber qué nos pasa realmente cuando nos sentimos de esta manera. Juan Ignacio Capafons Bonet, catedrático de la Universidad de La Laguna (ULL) y miembro del grupo de investigación Estrés y salud, nos brinda sus conocimientos para saber más sobre este trastorno. Así, para empezar, dice que es un desbordamiento. O sea, «la percepción que tiene el individuo de que lo que se le demanda, interna o externamente, está por encima de los recursos que tiene. Es decir, se nos pide más de lo que en ese momento podemos dar».
¿Podemos hablar de enfermedad? “No. Es una reacción adaptativa. No es un trastorno patológico ni una enfermedad mental. Todos podemos estar estresados. Puede ocurrir que en un momento suceda una tragedia y coincida con una mala noticia. Ahí el cerebro no puede más, se satura. Es fácil de entender la sensación de agobio, lo que pasa es que esto si se profundiza a nivel científico, tiene muchas peculiaridades que hace que no siempre sea fácil de apresar el concepto”.
«Debemos no solo tener buena salud en el ámbito físico, sino también cultivar y cuidar nuestras emociones”
¿Qué es lo que le sucede a nuestra salud cuando estamos estresados? “Aquí hay todo un aspecto neurofisiológico. Lucy, aquella homínida de la que encontraron el esqueleto, cuando se sometía a un depredador podía escapar o protegerse, pero su organismo se activaba. En eso somos muy parecidos, pues el miedo, la rabia, etc. se activan de una manera enorme ante la sensación de amenaza. En situaciones de estrés nuestros cerebro ancestral interpreta que tiene que activarse y sube la tasa cardíaca, incrementa la tensión arterial… A la vez que las funciones del organismo se reducen: las manos se nos ponen frías porque el organismo de Lucy, para evitar hemorragias al defenderse con ellas, retrotraía el flujo sanguíneo y lo remitía a otro lado. Es peligroso, si se mantiene un nivel alto de agitación el organismo puede entrar en colapso y bloquearse”.
¿Y a nivel psicológico? “A nivel psicológico hay una serie de cambios. Empezamos a tener pensamientos catastrofistas, nos preocupamos más, tenemos problemas de memoria o nos cuesta tomar decisiones. Llegamos hasta el punto de que si nos preguntan ‘¿quieres tortilla de papas o de huevo?’ Respondemos ‘yo que sé, lo que quieras’. Esa sensación es la del encorchamiento de nuestro cerebro. Además sentimos sobrecogimiento, como ansiedad, tristeza, culpa; o pensamos ‘no valgo para nada’. El estrés, cuando tiende a cronificarse, puede ser el primo hermano de muchas enfermedades. Por ello, debemos no solo tener buena salud en el ámbito físico, sino también cultivar y cuidar nuestras emociones”.
«En psicología infantil podríamos ponernos las pilas y fomentar la difusión de estilos sanos para afrontar situaciones complejas»
¿Antiguamente esta alteración ya se trataba como un problema? “En el siglo pasado se estudió el surmenage (síndrome de fatiga crónica), que en psiquiatría se empezó a tomar en consideración como algo importante, y después se llevó al anglicismo Burn out (síndrome del desgaste profesional) que se tradujo como ‘estar quemado’. Todo ese área de lo que llamaríamos trastornos sí fue considerado, y de hecho se sigue considerando. Después hemos encontrado otra vía de la que puede derivarse un estrés continuado, que es el famoso estrés postraumático, el cual se puede dar cuando uno tiene vivencias reiteradamente dañinas. En general entre los profesionales de la salud sí se le dio y se le da la importancia que tiene, aunque igual en población general es más desconocida».
Y entonces, ¿no se debería difundir más cómo prevenir el estrés? “Tenemos un aprobado alto en diagnóstico y en el ámbito de intervención para ayudar a personas que lo sufren, pero tenemos un suspenso en prevención. No es fácil. Las tareas de divulgación, como las de los periodistas, son una manera de diseminar el conocimiento, pues nosotros intentamos investigar y es maravilloso que luego los medios sepan divulgar. Falta propagación para que cale en las personas que tienen el poder, ya que para eso dirigen una sociedad, y para que inviertan un poco más en enseñar a los niños a cuidarse. En psicología infantil podríamos ponernos las pilas y fomentar la difusión de estilos sanos para afrontar situaciones complejas».
«Deberíamos reflexionar también sobre los valores que transmitimos a los más jóvenes»
Claro, es que se nos habla de este tema cuando somos adultos pero no antes. «Yo no soy sociólogo ni especialista en Filosofía, pero hay algo que tengo muy claro: los valores y la educación. Puede que estemos en un capitalismo demasiado salvaje, donde tienes que destacar, donde ya no basta con que apruebes, sino que tienes que sacar la mejor nota. Y cuando empiezan los comparativos comienzan los ‘debería’, los cuales en conjunto a veces nos inyectan estrés en vena. No es mi terreno, pero tal vez deberíamos reflexionar también sobre los valores que transmitimos a los más jóvenes, de qué es y qué significa que gobiernes tu vida y que tengas autocontrol, como también el respeto interpersonal».
¿Cuáles son los principales agentes estresores en nuestra vida cotidiana? «Me encantaría dar una respuesta sencilla pero no es fácil. En los años setenta se intentó detectar muchos fenómenos y estímulos que eran agobiantes, hasta que aparece Richard Lazarus, quien analiza con más profundidad los factores que lo promueven. Están los factores internos de la propia persona y los externos del contexto, y son como dos vías que interactúan generando el trastorno. Al hablar de estrés hay que tener en cuenta al individuo como ser: las creencias, las actitudes ante la vida, las emociones y cómo las maneja… Por tanto, nuestra percepción, nuestro pensamiento, los compromisos, nuestra manera de interpretar el mundo, todo eso pueden ser factores del trastorno».
¿Y de la parte externa? «Son todos los aspectos fuera del individuo, el contexto. Por ejemplo las situaciones ambiguas, que no son específicas ni claras, te pueden estresar; o las situaciones inciertas, donde no sabes qué ocurrirá. Hay factores externos complejos, que no son tanto el ruido, que también, pero va más allá, y muchas veces tampoco lo percibimos. Luego por supuesto la experiencia particular y las habilidades de cada uno hacen que la misma situación genere una reacción y un estrés diferente. El estrés ha despenalizado y despatologizado mucho, a la vez que ha respetado mucho las diferencias, pues no todo el mundo es igual ni se altera por las mismas causas».
«Si activamos la solidaridad y sacamos ese lado mucho más conciliador, tal vez haya menos estrés»
El Tecnoestrés se asocia al uso excesivo de las tecnologías de la información. ¿Cree que realmente las nuevas tecnologías pueden afectar? «¡Y tanto! No ha habido una herramienta en el ser humano que no tenga las dos caras de la parte perversa y la parte útil. Yo, que hice mi tesis en el año 85, veo ahora mis doctorandos y tengo una envidia sana de que te conectas en un momento y tienes el artículo ahí. El que niegue que la facilidad que existe ahora es maravillosa tiene una gran miopía intelectual. Bien, por tanto lo positivo es indiscutible, tanto para jóvenes como para adultos. ¿Lo perverso? Pues esta ahí sobre la mesa, lo estamos trabajando. Las nuevas tecnologías, como cualquier herramienta, pueden ser factor de estrés».
¿Cómo ve el estrés en el futuro? «Es una pregunta que me encanta, porque, como digo siempre, a mí me pagan por pensar. Pero no me atrevo a responder, porque a día de hoy, sincera y categóricamente, no sé si estamos en evolución o involución, a mí no me sirve el optimismo a veces desmedido de ‘los humanos salen de todas’. Entre los griegos, los romanos y la imprenta pasaron unos siglos muy oscuros, a mí no me hubiera gustado estar en el siglo XII, me habrían quemado por abrir la boca. Por lo tanto, en mi modesta opinión, no debemos ser tremendamente positivos. Todo indica que la sociedad tiene las herramientas para avanzar, pero ya lo decía Einstein como respuesta a la pregunta ‘¿Y usted cómo cree que será la tercera guerra mundial? La tercera no sé, pero la cuarta con piedras y palos'».
Entonces, ¿cree que el desarrollo científico tiene que ver? «Sí, tenemos tan nivel de desarrollo y avance científico que tenemos muchas herramientas para evolucionar. Sospecho que tendremos que saber seguir controlando muy bien la parte negativa del ser humano, hablo del daño a terceros, de ese egoísmo acérrimo y de ese ‘mientras triunfe yo, la cosa va bien’. Si somos capaces de coger esa otra parte que tanto han defendido grandes pensadores y líderes, si activamos la solidaridad y sacamos ese lado mucho más conciliador, tal vez haya menos estrés. Cada vez sabemos más y tendremos más herramientas para que vayamos ganando la batalla. Pero es que si al final lo que va a mandar es negocio, entonces ni la ciencia ni la técnica, ni el avance van a ser suficientes».