Un suspiro que se escapa,
una mirada que se pierde,
un corazón que se lamenta.
Una puerta que se cierra,
una ventana que no se abre
y se esconde, se mantiene secreta.
Un pedazo de infierno en el suelo,
fuego que quema una, dos y cinco veces;
llamaradas de inconsciencia que suben
y crecen, pero no se adormecen.
No es una metáfora,
por desgracia no lo es.
Un laberinto sin sentido,
sin principio ni final,
sin razón de ser ni de permanecer,
mas ahí sigue y ahí seguirá.
Una interrogación constante
que se mantiene despierta incluso de noche;
una respuesta que duele
y vive, siempre vive en las cicatrices del alma.
Ahora duele incluso respirar,
escuecen los secretos y los tormentos;
es momento de que reine el silencio
y no, no es una metáfora.