¿Por qué tenemos la mala costumbre de mirar siempre hacia otro lado? ¿De solo mostrar interés por algo cuando nos toca directamente? 15. Ese es el número de Operaciones para el Mantenimiento de la Paz desplegadas actualmente en los cinco continentes. No parecen muchas, ¿verdad? Pero… ¿Y si pensamos en la cantidad de manos que hay trabajando sin cesar? 230 000 manos que trabajan para todos. Siempre incansables. Siempre firmes. Atentas y dispuestas. Ah sí, si pensamos en eso la cosa cambia. ¿Y cómo se lo devolvemos nosotros?
La respuesta es clara. Los medios de comunicación nos limitamos a no hacer nada. Hacer oídos sordos es siempre mucho más fácil. Hace tan solo unos días, tres cascos azules murieron al ser atacados en una de las misiones de la ONU. Tres cascos azules cualquiera. Así es como lo recogen los pocos periódicos que se hacen eco de la tragedia. A nadie le importa si se llamaban David o María, qué nacionalidad tenían o cuáles eran sus sueños. ¿Qué pasaría si esos cascos azules fueran alguien importante? ¿Si fueran, quizá, merecedores de salir en un telediario? La realidad es que no lo son.
¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a arriesgar nuestra vida para mantener la paz?
Es cierto que todos y cada uno de esos militares están ahí porque quieren. Llevan formándose años. Están perfectamente preparados tanto física como psicológicamente, pero ¿eso nos exime de reconocer su labor? También es verdad que tienen su sueldo todos los meses como cualquier empleado. Eso es innegable, pero ¿realmente cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a arriesgar nuestra vida para mantener la paz? Una paz que no debemos olvidar, porque es para todos. ¿Alguien se ha parado a pensar qué sería de muchos países en conflicto si esos cascos azules no existieran? Sí, hablo de esos países alejados de nuestra zona de confort. Y sí, también me refiero a esos cascos azules que ni siquiera salen en las noticias.
Puede que solo sea un puñado de hombres. Puede que ni siquiera importe a la mayoría ni a quien les envía, pero cada uno de ellos tiene familia: padres, mujeres, quizá hijos, y todos merecen saber que detrás hay muchos que comparten su suerte y sufrimiento.
No digamos que no podemos hacer nada. Siempre se puede hacer algo más, es la única forma de que podamos seguir adelante con la cabeza alta. Ya no me limito a los periodistas, sino a nuestras responsabilidades como personas.
Seguramente, a esos tres cascos azules nadie les dijo que la muerte era tan fácil. Que la vida no vale nada y se escapa sin avisar. Tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que en verdad importa y mañana pueden ser más. Muchos más. Más los que se queden olvidados.