Con tan solo 16 años, Anthonny de León es un chico transexual que recientemente ha podido cumplir dos de sus grandes objetivos: operarse el pecho y sacarse el DNI con su nuevo nombre. Todo ello antes de cumplir el año en terapia de sustitución hormonal. Se considera un privilegiado. Hace no muchos años se exigían dos años de terapia hormonal, un informe psicológico o médico que acreditara la identidad de género sentida, una prueba o examen y la mayoría de edad como requisitos fundamentales a la hora de renovar el carné.
No obstante, las nuevas leyes que han ido entrando en vigor tienen más en cuenta la autodeterminación, asegurando así que la identidad de una persona se defina por el número del DNI y no por su nombre. En su caso, Thonny (como se refieren a él sus más allegados) tuvo que aportar una partida del psicólogo junto a su consentimiento y el de sus padres, por ser menor, para efectuar dicho procedimiento.
Asegura que para él este cambio supone un gran avance y una liberación de problemas en términos legales. Señala además que está muy contento de adquirir su nueva identificación este año ya que, de lo contrario, tendría que cambiar el título que pronto obtendrá por finalizar sus estudios de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), un hecho importante para él.
Con respecto a la transfobia mantiene una postura muy contundente. Cuenta que la acogida en su colegio fue buena, aunque «siempre hay dos o tres que tienen que hacer la gracia». Asimismo, admite que el apoyo escolar falla poniendo de ejemplo el conflicto con una profesora que a primera instancia no quería llamarle por su nombre, y que, en su lugar, empleaba el «nombre muerto» para mencionarle. Ante estas situaciones, el joven se refugia en Transboy, una asociación de la que forma parte desde hace poco más de un año y la cual le ayuda a lidiar con los problemas más cotidianos: «Hace poco me dijeron que no me escupían porque era travelo, cosa que a nosotros nos molesta mucho».
Sostiene que compartir sus vivencias es liberador ya que le ayuda a darse cuenta de que no se encuentra solo y que hay muchas personas que le respetan y comprenden.
La valentía del cambio
Para Anthonny las etiquetas no son más que una mera forma de simplificar lo que uno siente. De hecho, agradece la existencia de las mismas ya que de esta forma se ahorra explicar la larga historia que hay tras su identidad como persona bisexual y transexual. Teniendo en cuenta lo anterior, declara que para él no fue nada complicado exponerse ante el resto: «Le dije a mi familia que me sentía chico, que había un psicólogo en Santa Cruz que trataba estos temas y que teníamos cita con él para equis día». Detalla que a su madre le costó algunos meses amoldarse a la situación, pero no duda en expresar que constituye uno de sus principales apoyos hoy en día.
Cuando era pequeño, Anthonny vivió una operación de corazón que provocó en su madre cierto rechazo a la entrada a quirófano. Por su parte, revela que no existía ningún tipo de temor: «Con respecto a mi cambio, a mí nunca me dio miedo. Yo le decía a mi madre que prefería morir en la operación a seguir estando como estaba». Manifiesta que para él su pecho era equivalente a tener un quiste. Era algo raro o extraño que no debía estar ahí. Tras la intervención todo cambió. Cuenta que el despertar postoperatorio de los pacientes suele ser un tanto agresivo, sin embargo, él se encontraba tranquilo. Ahora asegura sentirse en su normalidad: «Es como estar correcto, me siento yo mismo, estoy feliz».
«Tengo la suerte de conocerme a mí mismo y de poder moldear las mentes de quienes me rodean»
Si tuviera que dividir todo este proceso en varias fases, Anthonny define que todo comienza en la infancia. Durante este periodo recuerda no tener nada claro y, pese a los intentos fallidos de la gente en darle una explicación a lo que le sucedía, no lograba identificarse al completo con ningún ejemplo de los que le daban.
La segunda etapa gira en torno a sus 14 años. Es aquí donde empezó a buscar todo tipo de información y personas que se asemejaran a lo que él sentía. Eso sí, evidencia que para él el último paso (al que denomina «caminar solo») es el más importante. «En este punto te das cuenta de quién eres y lo aceptas. Cuando caminas contigo solo, te encuentras a ti mismo», reflexiona con palabras de amor y orgullo propio.