Viernes, 22 de marzo, 20.30 horas. Falta media hora para el comienzo del concierto y se respira muy buen clima. La gente escucha la música que sale de los altavoces mientras pide en la barra. El escenario espera envuelto en humo y luces rojas. A escasos diez minutos para empezar, el Aguere Espacio Cultural ya está lleno para escuchar a Raule. Salen los músicos, los dos guitarristas Pakito Castro y Jose Atero, el bajista Daniel Quiñones y el percusionista Poti Trujillo. El público rompe en aplausos y el ambiente se revoluciona con la salida del artista jerezano.
Suena Zurdo, la canción que el cantante dedica a sus fans y la que da nombre a su último disco. La noche es un viaje por sus historias más profundas. Furia y Humo, Yo Quiero Una Vida Contigo o Perpetuo Aprendiz. Esta última, un relato perfecto de lo que es seguir adelante teniendo claro que «nadie te regalará nunca nada en la vida».
«Qué gusto da venir a Tenerife y ver que se saben mis canciones»
Su trabajo anterior, Limbo, estuvo muy presente. Canciones como La Habitación Prohibida o Niño Salvaje abrazan al público entre acordes flamencos. La gente canta, salta e, incluso, se emociona con sus temas más íntimos. «Qué gusto da venir a Tenerife y ver que se saben mis canciones», expresa el cantante agradecido.
Alrededor de las 21.45 horas llega uno de los momentos más personales para el cantautor andaluz. Se sienta al lado de sus músicos y empieza a cantar AVI, la canción que le escribió a su hijo antes de nacer. El público lo acompaña, pues Raule sabe, parafraseando una de sus letras, «conectar nuestras almas a través de la suya».
Ya son las 23.10 horas y se escucha el soniquete de Komando Kanalla, una oda a la hermandad y amistad verdadera. La noche acaba con el artista saltando en medio de la sala, junto a un público totalmente entregado. Raule solo es capaz de despedirse según le permite la emoción: «Aunque solo sea una vez al año, qué alegría venir a Canarias y encontrarnos siempre».