Se denomina grafiti a todo aquel modo de pintura callejero, generalmente realizado en superficies de espacios urbanos, como paredes o muros, por medio de aerosoles. Este movimiento presenta tanta antigüedad como controversia: surgió en Italia a mediados del siglo XIX y hoy en día se considera, por lo general, ilegal. Y es este mismo el punto de debate que se lleva reiterando desde hace varios años: ¿es el grafiti realmente vandalismo o una encarnación más del arte?
El grafitero MAC1 defiende que es la corriente artística contemporánea más vigente hoy en día y mayormente predominante en este siglo, teniendo detrás de él una serie de consecuencias y peligros que no tiene ningún otro género: «Es un arte desde la acción hasta el resultado».
Además, expone que es uno de los modos de pintura más antiguos y con más trayectoria, ya que «el hecho de expresarse mediante paredes se remonta a las épocas en las que se pintaba en cuevas». Es por esto que se pregunta por qué si las pinturas rupestres a día de hoy se consideran elementos tan preciados, no se trata a las realizadas con espray de la misma manera, aún siguiendo ambas una línea muy similar.
Mucho más que garabatos
Pero cuando hablamos de grafiti no solo nos estamos refiriendo a una serie de líneas trazadas en una pared, algunas veces con sentido y otras no. Muchas creaciones de esta índole han derivado en mecanismos de protesta política o social, sin albergar en su ejecución ninguna intención relacionada con lo decorativo.
El ejemplo quizá más reconocido es el de Banksy, quien entre sus realizaciones cuenta con algunas que funcionan como denuncia a la situación de los refugiados sirios y otras como La niña con un globo, su famoso cuadro subastado, vendido y posteriormente autodestruido, que ejerció de protesta a la comercialización del arte y las cantidades desmesuradas que se pujan por este. Pero también existen otros, como OBEY (Shepard Fairey), que centra su obra en hacer una crítica a la hegemonía estética y presencial de la publicidad.
Pero como en todo dilema, hay otra cara de la moneda. Recientemente, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife creó un anuncio publicitario bajo el lema Tu ciudad, tu casa, con el que se incita a los ciudadanos a mantener limpio el municipio. En este aparecen diversas imágenes (un hombre vaciando un cubo de basura dentro de su casa, una mujer tirando cosas por el suelo…) que invitan a reflexionar sobre el cuidado de los elementos comunes. En cierto momento, se puede ver a un joven grafiteando una pared.
El representante del Gabinete de Prensa insiste en que en ningún momento se busca cuestionar la valía artística de los dibujos al incluir estos fotogramas de un chico pintando. El problema está, dice, «en que en la inmensa mayoría de las ocasiones se realizan en mobiliario urbano o en espacios especialmente protegidos que forman parte del patrimonio cultural, como un monumento».
Sin embargo, MAC1 considera este anuncio una «discriminación al movimiento». Asimismo, sí que coincide con la organización en que hay ciertos lugares donde no es ético pintar. «Hay sitios que no se deberían de tocar por simple respeto a los ciudadanos y a otros artistas, como una iglesia o una escultura», afirma.
¿Existe un doble rasero?
Después de la presentación de este vídeo, el Ayuntamiento financió la creación de una pintada en el Parque de las Indias, precisamente para promocionar el eslogan de esta campaña. Este hecho, que para muchos podría resultar irónico, es justificado bajo la explicación de que su realización en lugares específicamente acondicionados para ello por el Ayuntamiento, como es el caso de este muro, es totalmente lícita.
Pero ¿hasta qué punto puede ser contradictorio denunciar las pintadas a través de, entre otros medios, la propia utilización de una? MAC1 lo tiene claro: «Es de puro interés y totalmente ilógico que recurran a esto para desarrollar su publicidad, cuando juzgan el estilo en una campaña de limpieza de calles». Como respuesta a esto, el gabinete santacrucero afirma concienzudamente que no ha recibido ninguna queja directa sobre el vídeo por parte de ningún colectivo, tampoco el de los grafiteros.
No se contempla su legalización
A toda esta polémica se añade la cuestión de si debería legitimarse la realización de grafitis bajo la idea de que es una doctrina artística como cualquier otra. Ambas visiones convergen en que no, aunque con argumentos diferentes. «La vigente ordenanza municipal de paisaje urbano prohíbe, con carácter general, la realización de pintadas o grafitis en cualquier elemento del paisaje urbano, salvo autorización expresa del Ayuntamiento. Por tanto, sería imposible», expone el representante.
Por su parte, el grafitero canario sentencia que «al legalizarlo se perdería toda su esencia». Pero, a su vez, establece la alternativa de adaptar espacios visibles y soportes para que aquellos que pinten puedan desarrollar sus ideas murales sin rayar la continuamente lo delictivo. Porque, según afirma, «muchos quieren desarrollarse en el género y tener una buena proyección como cualquier otro artista».
Dos visiones distintas que desembocan en la misma pregunta inicial: ¿es arte o vandalismo? Ambas respuestas pueden ser válidas y adecuadamente defendidas. Pero, creencias aparte, hay un hecho claro: el grafiti es una corriente que siempre ha buscado agitar a la sociedad, decir algo, rebelarse. Y nadie puede negar que lo ha conseguido.