Siete novias para siete hermanos se podría catalogar como un canto a la vida, al amor, a la alegría y a la música. No podemos dejar de alabar el musical de Stanley Donen por sus números musicales repletos de melodías pegadizas, bailes espectaculares y una fotografía perfecta. Pero los años pesan y visionarla se empieza a hacer difícil, sobre todo porque nos narra una historia que mezcla secuestro con amor y una necesidad de conseguir las cosas a toda costa sin importar nada más.
El argumento puede sorprender a quien no haya visto la película, pero, aunque hablemos de un largometraje de 1954, la trama impresiona. La historia nos habla de los hermanos Pontipee, siete hombres que viven en el monte totalmente aislados. Un día, Adam (Howard Keel), el hermano mayor, decide ir a la ciudad más cercana para conseguir esposa. Busca una «mujer fuerte y que sepa cocinar». El destino quiere que se encuentre con Milly (Jane Powell), quien se enamora a primera vista y acepta casarse con él.
El comienzo no es fácil. La única joven en aquel lugar, educando a todos los hermanos y llevando la casa a la vez. El tiempo pasa, y la situación mejora tanto, que cada muchacho quiere tener una esposa y, siguiendo la idea de Adam, bajan al pueblo a encontrar una, con la suerte o desgracia de encontrarlas, cayendo rendidos a los encantos del amor.
El mito hecho realidad
Las cosas no son coser y cantar. Los padres de las jóvenes no los quieren, y ellos se ven obligados a repetir el rapto de las Sabinas. Para quien no conozca el mito, se cuenta que los romanos celebraron unas festividades en honor a Neptuno e invitaron a los sabinos, quienes fueron acompañados por sus hijas. Estas fueron raptadas por los soldados de Roma, pero, para sorpresa de los padres de las muchachas, las secuestradas se enamoraron de sus secuestradores, creando una alianza entre los dos pueblos.
La casa de los jóvenes, cuyo único modo de acceso está bloqueado por un alud, impide que los familiares puedan ir a por las muchachas, por lo que solo les queda esperar y rezar para que estén bien. Mientras tanto, Milly hará el papel de protectora con cada una de ellas, pero ¿podrá impedir que surja el amor entre las parejas?
La imagen de unos secuestradores honrados, simpáticos y buenos estaría fuera de lugar hoy, pero Donen les da un contexto que puede llegar a justificar el acto. Los hermanos Pontipee siempre han estado aislados de todo contacto, teniendo a su madre como único referente femenino. Por lo que no se podría condenar a estos montañeros por creer que hombres y mujeres están definidos por sus roles sociales.
La evolución de una familia
El tono alegre y desenfadado que nos muestra la película, transmite en forma de broma el secuestro, pero también la desfachatez de unos padres que están más preocupados de defender el honor de sus hijas que su propio bienestar. Claramente, la historia no plantea que esto sea un error, al igual que tampoco lo hace cuando seguimos creando el estereotipo de la mujer cocinera, limpiadora y ama de casa, pero también podemos encontrar otras líneas, sobre todo en torno al personaje de Milly.
Jane Powell consigue crear una figura intachable, perfecta, inteligente y empática; todo lo contrario a Howard Keel, quien es el desencadenante de la trama y que, a diferencia del resto, no se dará cuenta del valor de cada mujer y de su importancia hasta casi el final de la cinta.
El desarrollo tiene un punto álgido e importante en el matiz de las propias féminas. A diferencia de otros largometrajes que podríamos ver en la actualidad, ninguna se pelea por un hombre o se desvive por él, creando una sonoridad rompedora para la época. Aunque los diálogos no ayuden mucho por el tono humorístico que se les da, se muestra una imagen masculina negativa, lo que cambia mucho la perspectiva a diferencia de otros géneros cinematográficos del momento.
Siete novias para siete hermanos refleja unas situaciones incomprensibles hoy en día. De la mis forma, su idea del amor resultaría preocupante si se diera en los tiempos que corren; sin embargo, el cortejo, el romanticismo y los sentimientos se corresponden con la idea y la época en la que está ambientado el musical. En conclusión, cada película tiene su tiempo y eso siempre se debe de tener en cuenta al visionaria, nos guste más o menos.